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¿Y si el gran misterio de Melania Trump era que no tenía ningún misterio?
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ANIVERSARIO

¿Y si el gran misterio de Melania Trump era que no tenía ningún misterio?

Dos años después de su llegada a la Casa Blanca, la sobreinterpretación de sus gestos y el hashtag #FreeMelania parecen desinflarse. La primera dama simplemente disfruta de ser quien es

Foto: Melania Trump, en una imagen de archivo. (Getty)
Melania Trump, en una imagen de archivo. (Getty)

Se acaban de cumplir dos años desde que Donald Trump entró en la Casa Blanca como elefante en una cacharrería y su esposa Melania sigue siendo un gran enigma que genera fascinación en unos e indignación en otros, que hace correr ríos de tinta alimentados por su indescifrable rictus, su economía verbal y el hermetismo de su vida privada. Pero quizá ha llegado el momento de quitarse las lentes de la sobreinterpretación intelectual y gritar, como en el niño de la fábula 'El traje nuevo del emperador', que lo único que tenemos ante nuestros ojos es a una primera dama metafóricamente desnuda. Que, como decía Fernando Pessoa en su poema 'El misterio de las cosas, ¿dónde está?', quizá “el único sentido oculto de las cosas es no tener sentido oculto”.

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Hagamos, entonces, una lectura literal de los mensajes que está enviando Melania. Que realmente piensa, como decía en su Instagram al cumplir los dos años en la Casa Blanca, que han sido “inolvidables” y que es “un honor servir a esta gran nación”, que es Estados Unidos. Que es tan mala actriz como dicen los premios Razzie (que la han nominado como peor secundaria en el documental de Michael Moore 'Fahrenheit 11/9') y no hay señuelo que valga ni paripé que se precie. Que Melania Trump es lo que se ve, sin trampa ni cartón.

placeholder La primera dama, en la Casa Blanca. (Getty)
La primera dama, en la Casa Blanca. (Getty)

Pensemos que ella se está limitando a disfrutar los viajes por el mundo, el despliegue de fantástico vestuario y que no hace nada que no quiera hacer, bien sea llevándole la contraria a su marido en algunas de sus políticas o no dándole la mano (¿en qué matrimonio después de 14 años no se producen esos roces de manera más o menos notoria?); decorando la residencia presidencial a su estilo esloveno particular sin tener que dar explicaciones a nadie porque está en 'su casa' o hablando lo justo en una lengua que no es la suya. Bajemos a Melania a la tierra, sin buscarle los tres pies al gato, sin crear ficciones con el #FreeMelania que presupone que vive bajo presión y casi secuestro. Que no puede llevar dos años ya viviendo una farsa o hablando en clave.

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En la entrevista que dio para ABC, el reportero confesaba su sorpresa al ver que Melania no ponía ningún tipo de limitación a la tanda de preguntas. No tenía nada que esconder, no tenía líneas maestras que seguir. Y quizá debamos simplemente entenderla como una persona no extraordinaria en una situación muy extraordinaria. Una persona sin estrategia llevada por los retos inmediatos de una vida inesperada, pero quizá centrada en una cotidianidad más cotidiana de lo que muchos piensan.

placeholder Donald y Melania Trump con su hijo Barron. (Getty)
Donald y Melania Trump con su hijo Barron. (Getty)

No deja de ser alguien que cumplirá 49 años en este 2019 y tal vez pueda temer la crisis de los 50. Una madre preocupada por la evolución escolar de un hijo, Barron, que parece sufrir con los estudios y con los cambios de ciudad. Una madrastra que se enfrenta a cuatro hijastros adultos con mucha personalidad y ambición, que toman decisiones no siempre correctas sobre las que no puede opinar de manera vinculante. O una esposa que tiene que lidiar con dos exesposas, una de ellas con tendencia a la intromisión y con afán de protagonismo, y un marido que, como tantos otros, fanfarronea demasiado cuando ve que tiene público que le jalea.

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Una persona que tuvo una carrera en la que su aspecto físico era demasiado importante y lucha por mantenerse. Una mujer que, acostumbrada al anonimato, lidia con cierta inexperiencia con esa sobreexposición mediática que es el agua en la que mejor nada el pez gordo de su marido. Una primera dama que, tal vez haciendo un acto de honestidad, no ha querido vender humos sobre grandes causas o reinventar su posición, sino simplemente cubrir el expediente y, como muchos hacemos en esos trabajos que no hemos elegido, calentar la silla durante las horas reglamentarias, intentar no meter la pata en aquellas funciones que la sacan de su zona de confort y empezar su realización personal cuando cierra la puerta de la oficina y abre la de su vida personal.

placeholder Donald y Melania, a punto de embarcar. (Getty)
Donald y Melania, a punto de embarcar. (Getty)

A pocos se les ha ocurrido pensar que su vida pueda ser, pese a todo, tan aburrida y ramplona como la de cualquier de nosotros, solo que más fotogénica y, desde luego, más boyante. Y que su compromiso político con el mundo, incluso desde su posición con barro hasta las rodillas, sea el de capear el temporal de la manera más inocua posible.

placeholder Melania, impecable, como suele, a su llegada a Helsinki. (Getty)
Melania, impecable, como suele, a su llegada a Helsinki. (Getty)

Esta visión doméstica y desmitificadora no es óbice para que la fascinación o la indignación a su alrededor sigan intactas desde la óptica del nuevo traje de la emperatriz. Stefan Zweig escribió 500 páginas magistrales sobre María Antonieta basándose en una hipótesis similar e hizo una brillante radiografía de una muchacha aplastada por un gran peso histórico llevado a regañadientes. “Al principio, esta nueva enseñanza divierte a la inexperta María Antonieta e, inocente, repite los bon mots cargados de especias; pero en el fondo tales malevolencias contradicen su natural sinceridad. María Antonieta, para su daño, no ha aprendido nunca el disimulo, la ocultación de sus sentimientos de odio o de cariño”, escribía el literato vienés.

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¿No resulta familiar cambiando Versalles por la Casa Blanca? ¿Es el 'I really don’t care, do u?' (Realmente no me importa, ¿y a ti?) el nuevo 'Si no tienen pan, que coman pasteles'? ¿Cuánto tardará la figura de la actual primera dama en ser reivindicada en el imaginario pop?¿Acabará Estados Unidos tomado por una revolución popular que alumbre una nueva época? Y, sobre todo, ¿cuál será la guillotina que rebane simbólicamente el cuello de Melania Trump?

Se acaban de cumplir dos años desde que Donald Trump entró en la Casa Blanca como elefante en una cacharrería y su esposa Melania sigue siendo un gran enigma que genera fascinación en unos e indignación en otros, que hace correr ríos de tinta alimentados por su indescifrable rictus, su economía verbal y el hermetismo de su vida privada. Pero quizá ha llegado el momento de quitarse las lentes de la sobreinterpretación intelectual y gritar, como en el niño de la fábula 'El traje nuevo del emperador', que lo único que tenemos ante nuestros ojos es a una primera dama metafóricamente desnuda. Que, como decía Fernando Pessoa en su poema 'El misterio de las cosas, ¿dónde está?', quizá “el único sentido oculto de las cosas es no tener sentido oculto”.

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