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Fragilidad en personas mayores: un síndrome que limita la autonomía y la calidad de vida
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Fragilidad en personas mayores: un síndrome que limita la autonomía y la calidad de vida

Más allá del envejecimiento, esta condición geriátrica aumenta la vulnerabilidad y el riesgo de complicaciones. Detectarla a tiempo permite prevenir caídas, ingresos hospitalarios y dependencia

Foto: Foto: Freepik.
Foto: Freepik.

El envejecimiento de la población española es un logro social y sanitario, pero también plantea nuevos desafíos. Uno de los más importantes, y a menudo invisibles, es la fragilidad: un síndrome que en España afecta al 18% de las personas mayores de 65 años -según el documento de Consenso de Prevención de la Fragilidad en el Mayor- y que podría alcanzar al 40-50% en su fase previa, conocida como prefragilidad.

“La fragilidad no es una enfermedad, sino un estado de vulnerabilidad que multiplica el riesgo de sufrir complicaciones ante cualquier situación adversa”, explica la doctora María Herrera, geriatra del Hospital Universitario Infanta Elena (HUIE). “Un resfriado, una caída o una hospitalización pueden tener un impacto mucho más grave en una persona frágil que en otra que no lo es”.

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¿Qué es la fragilidad?

La fragilidad se caracteriza por una disminución de la reserva fisiológica y la pérdida progresiva de funciones que permiten al organismo mantener el equilibrio frente a factores de estrés. Sus consecuencias más comunes son:

  • Mayor riesgo de caídas y fracturas.
  • Pérdida de autonomía y dependencia.
  • Ingresos hospitalarios más frecuentes y prolongados.
  • Mayor mortalidad en comparación con personas de la misma edad no frágiles.

La sarcopenia -la pérdida de masa y fuerza muscular- juega un papel central en este proceso. A ello se suman la presencia de enfermedades crónicas como la diabetes o la insuficiencia cardiaca, el consumo de varios fármacos con riesgo de interacciones (polifarmacia), la malnutrición por déficit calórico o falta de proteínas y vitaminas, la soledad y la falta de ejercicio físico.

“Es un síndrome multifactorial”, destaca la doctora Herrera. “No aparece de la noche a la mañana, sino que es la suma de pequeños deterioros que, si no se detectan a tiempo, acaban limitando gravemente la calidad de vida”.

La fragilidad puede aparecer a partir de los 65 años, pero su prevalencia aumenta con la edad avanzada y afecta especialmente a las mujeres.

Cómo prevenirla

Aunque no siempre es posible evitarla, sí se puede retrasar su aparición o reducir su impacto a través de diferentes aspectos.

“El ejercicio es la herramienta con más evidencia científica para prevenir y tratar la fragilidad”, subraya la doctora Herrera. No se trata de entrenamientos intensivos, sino de actividades adaptadas que incluyan diferentes capacidades físicas:

  • Fuerza: levantar pequeños pesos, usar bandas elásticas o hacer sentadillas apoyándose en una silla.
  • Equilibrio: ejercicios frente a un espejo o caminar en línea recta.
  • Resistencia: caminar diariamente o nadar.
  • Flexibilidad: estiramientos suaves.

“Lo más importante es la continuidad. Un poco de actividad cada día marca una gran diferencia”, añade.

Respecto a la alimentación, la dieta mediterránea es el patrón más recomendado. “La alimentación es clave para mantener la masa muscular y la energía necesaria para la vida diaria”, recuerda la geriatra. Además, subraya la importancia de la hidratación y la necesidad, en algunos casos, de suplementos de vitamina D o B12 supervisados por un profesional. Según la experta, debe incluir:

  • Cinco raciones diarias de frutas y verduras.
  • Pescado azul dos veces por semana.
  • Tres raciones de lácteos al día.
  • Cereales integrales y frutos secos.
  • Aceite de oliva como grasa principal.
placeholder Doctora María Herrera, geriatra del Hospital Universitario Infanta Elena. (HUIE)
Doctora María Herrera, geriatra del Hospital Universitario Infanta Elena. (HUIE)

“Con ejercicio, una alimentación adecuada y un seguimiento personalizado podemos prevenir la fragilidad o retrasar su aparición. Eso significa no solo vivir más años, sino vivirlos mejor”, indica la doctora Herrera.

El papel de los hospitales de día geriátricos

Un recurso cada vez más valorado en la atención a personas mayores son los hospitales de día geriátricos. Estos centros ofrecen una atención integral que va desde la prevención hasta la recuperación tras una hospitalización.

“En el hospital de día podemos trabajar de forma multidisciplinar: médicos, fisioterapeutas, nutricionistas, enfermeras y terapeutas ocupacionales actuamos de manera coordinada para mejorar la calidad de vida del paciente”, explica la doctora Herrera.

Entre las intervenciones más habituales están las siguientes:

  • Revisión de la medicación para evitar errores y reducir la polifarmacia.
  • Detección precoz de infecciones y complicaciones crónicas.
  • Programas de ejercicio y rehabilitación tras caídas o cirugías.
  • Talleres educativos para pacientes y cuidadores.

“Cuando un paciente mayor permanece encamado varios días pierde masa muscular muy rápido. Por eso en el hospital de día fomentamos la movilización temprana para que la recuperación sea más rápida y segura”, añade la especialista.

También es importante recordar que la fragilidad no es solo un problema físico, sino también emocional y social. La soledad, la depresión o la falta de apoyo influyen en su desarrollo y en su evolución.

“No basta con tratar enfermedades, hay que acompañar a la persona mayor en todas sus dimensiones”, insiste la doctora Herrera. “La clave está en ofrecer un abordaje integral y humano, donde también la familia y los cuidadores tengan apoyo y herramientas”, concluye.

El envejecimiento de la población española es un logro social y sanitario, pero también plantea nuevos desafíos. Uno de los más importantes, y a menudo invisibles, es la fragilidad: un síndrome que en España afecta al 18% de las personas mayores de 65 años -según el documento de Consenso de Prevención de la Fragilidad en el Mayor- y que podría alcanzar al 40-50% en su fase previa, conocida como prefragilidad.

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