Nutrición infantil: los alimentos que ayudan al desarrollo saludable de los más pequeños
Durante los primeros años de vida, la nutrición marca la diferencia en el desarrollo físico y cognitivo de los niños. Una dieta equilibrada es clave para reforzar huesos, cerebro y defensas, sentando las bases de una buena salud a largo plazo
La primera década de la vida es decisiva. Durante ese tiempo, los niños crecen a un ritmo acelerado: sus huesos se desarrollan, el cerebro alcanza hitos clave de maduración y el sistema inmunitario aprende a defender al organismo. Una nutrición desequilibrada en esta etapa puede dejar huella, afectando al desarrollo óseo, cognitivo o inmunológico.
Por ello, organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS)1 y la Asociación Española de Pediatría (AEP)2 coinciden en que una alimentación variada y adaptada a cada edad es la mejor inversión para la salud. No se trata únicamente de ingerir las calorías suficientes, sino de garantizar la calidad de los nutrientes, ya que cada grupo desempeña un papel específico en el crecimiento. En este sentido, las guías pediátricas detallan de forma precisa qué alimentos hay que priorizar, cuáles limitar y cómo introducirlos progresivamente en la dieta infantil.
Recomendaciones nutricionales a partir de la lactancia
Tras la lactancia materna, que tanto la OMS como la AEP recomiendan de forma exclusiva hasta los seis meses y como parte de una dieta diversificada hasta los dos años, estas son las indicaciones generales de la AEP2:
- Frutas y verduras: deben estar presentes cada día, ya que aportan fibra, minerales y agua.
- Proteínas de calidad: procedentes de pescado, huevo, carne magra y legumbres.
- Lácteos: fuente esencial de calcio y proteínas, fundamentales para la salud ósea.
- Cereales integrales y tubérculos: proporcionan energía y fibra.
- Grasas saludables: como las del aceite de oliva, los pescados azules o los frutos secos (en crema o triturados antes de los cinco años), que aportan ácidos grasos esenciales necesarios para el desarrollo del cerebro.
Asimismo, los pediatras recomiendan evitar ultraprocesados, bebidas azucaradas y exceso de sal o azúcares añadidos, ya que su consumo habitual se asocia a sobrepeso y déficit nutricionales2.
Sin embargo, los estudios muestran que muchas de estas recomendaciones no se cumplen en la práctica. En España, por ejemplo, se han detectado déficit frecuentes de hierro, vitamina D y ácidos grasos omega-3, junto a un exceso de proteínas en la dieta infantil3,4.
El papel de la leche de crecimiento
En este contexto aparecen las llamadas leches de crecimiento o fórmulas infantiles para niños de uno a tres años. Están diseñadas para formar parte de una dieta equilibrada en una etapa en la que los más pequeños aún no consumen todos los grupos de alimentos con la regularidad necesaria.
A diferencia de la leche de vaca, estas fórmulas aportan más hierro, vitamina D y omega-3, nutrientes críticos que suelen ser deficitarios5. Ajustan la cantidad y calidad de proteínas, evitando sobrecargas innecesarias para el riñón inmaduro del niño. Y, además, presentan un perfil graso más saludable, con menor proporción de grasas saturadas y más ácidos grasos esenciales.
La evidencia científica respalda su utilidad: el Estudio EsNuPi (2019) en España6 ha demostrado que los niños que consumen estas fórmulas alcanzan mejor los requerimientos de nutrientes clave que quienes toman leche de vaca. Sociedades como ESPGHAN7 y EFSA8-10 las consideran una herramienta útil, aunque su incorporación debe hacerse siempre bajo el consejo del pediatra.
Algunas marcas, como Puleva, han desarrollado gamas específicas para cada momento del crecimiento:
- Puleva Peques 2: para bebés a partir de seis meses, con hierro y DHA para el desarrollo cerebral y físico.
- Puleva Peques 3: desde los 12 meses, con omega-3 DHA, hierro, calcio, zinc y 13 vitaminas esenciales, disponible en versiones sin azúcares añadidos o con cereales.
- Puleva Max: a partir de los tres años, cuando la dieta es más variada pero persisten déficit de hierro, vitamina D y omega-3 DHA.
Estas fórmulas, como parte de una dieta variada y equilibrada, refuerzan la ingesta de nutrientes esenciales en etapas críticas del desarrollo.
2. Recomendaciones de la Asociación Española de Pediatría sobre la Alimentación Complementaria
3. Fundación Española de Nutrición (FEN), FINUT, AEP. Estudio EsNuPi. 2019.
4. Chouraqui JP, Tavoularis G, Turck D, et al. Mineral and vitamin intake of infants and young children: Nutri-Bébé 2013. Eur J Nutr. 2020;59(6):2463–80.
5. ANSES. Table de composition nutritionnelle des aliments Ciqual. 2020.
7. ESPGHAN Committee on Nutrition. Young Child Formula: Position Paper. J Pediatr Gastroenterol Nutr. 2018;66:177–85.
8. EFSA. Vitamin D & immune function. EFSA Journal. 2015;13(7):4182.
9. EFSA. Vitamin D & bone/tooth development. EFSA Journal. 2014;12(2):3579.
10. EFSA. DHA & brain development; ALA & brain/nerve tissue development. EFSA Journal. 2014;12(10):3840; 2011;9(4):2130.
La primera década de la vida es decisiva. Durante ese tiempo, los niños crecen a un ritmo acelerado: sus huesos se desarrollan, el cerebro alcanza hitos clave de maduración y el sistema inmunitario aprende a defender al organismo. Una nutrición desequilibrada en esta etapa puede dejar huella, afectando al desarrollo óseo, cognitivo o inmunológico.