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Organizaciones internacionales instan a Bruselas a distinguir entre cigarrillos y productos de nicotina
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LA REGULACIÓN A DEBATE

Organizaciones internacionales instan a Bruselas a distinguir entre cigarrillos y productos de nicotina

La UE tiene como objetivo alcanzar una generación libre de humo en 2040, pero la meta aún está muy lejos. En este escenario, la Comisión estudia aplicar la misma fiscalidad a cigarrillos y a productos alternativos, lo que ha abierto un intenso debate

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La reducción del número de fumadores en la Unión Europea se sitúa en el 1% desde el año 2020, según el Special Eurobarometer 539 sobre actitudes de los europeos hacia el tabaco y los productos relacionados, un ritmo que no es el esperado de cara a alcanzar el objetivo de la primera generación sin tabaco para el año 2040. Hasta el momento, para lograrlo, se ha apostado por medidas clásicas como subir impuestos, restringir la publicidad o ampliar los espacios libres de humo para desincentivar a los fumadores. Recientemente, Bruselas ha propuesto extender la misma carga fiscal al tabaco combustible y a productos como los cigarrillos electrónicos, el tabaco calentado o las bolsas de nicotina, lo que ha generado división entre los expertos y las organizaciones.

En una carta abierta a la Comisión Europea, 83 especialistas en Salud Pública y académicos de distintos países aseguran que equiparar todos los productos de nicotina podría frenar la reducción del tabaquismo. Reclaman una regulación diferenciada, con impuestos proporcionales al riesgo de cada producto, información clara para los consumidores y medidas estrictas para impedir el acceso de los menores. Los firmantes hacen referencia a experiencias como la de Suecia, donde el tabaquismo ha caído al 5,4% gracias al uso extendido de nicotina oral, o el Reino Unido, que incluye el vapeo en sus políticas de control del tabaco, tal y como recoge el informe El caso de la UE a favor de los productos innovadores de nicotina.

En el escrito argumentan que la evidencia científica demuestra que los productos de nicotina no combustibles son menos dañinos que el tabaco tradicional y que los fumadores deben tener acceso a estas alternativas. Añaden que la regulación debe guiarse por la ciencia y no por creencias ideológicas, ya que, según ellos, imponer una fiscalidad punitiva podría mantener a muchos fumadores en el consumo de cigarrillos, especialmente en aquellos países de ingresos bajos y medios donde el tabaquismo sigue siendo muy elevado.

Un grupo de 83 especialistas reclaman una regulación con impuestos proporcionales al riesgo de cada producto

La experiencia internacional aporta ejemplos diversos, como los analizados en el informe El impacto de la reducción de daños por tabaco en el tabaquismo: un análisis de Estados Unidos, Japón y Turquía, que muestra cómo distintas estrategias de reducción de daños han contribuido a descensos significativos en el consumo de tabaco. En Japón, la introducción de productos de tabaco calentado redujo las ventas de cigarrillos en más de un 40% entre 2016 y 2021, mientras que la prevalencia de fumadores descendió hasta el 16%.

En Estados Unidos, por su parte, el tabaquismo en adultos se redujo del 20,9% en 2005 al 11,5% en 2021, en parte gracias al crecimiento de los cigarrillos electrónicos. No obstante, la falta de un marco regulatorio uniforme y la preocupación por el aumento del vapeo juvenil han limitado el consenso sobre su papel en salud pública. En Turquía, donde los productos alternativos están prohibidos, más del 27% de los adultos siguen fumando a diario. Además, las restricciones han alimentado el comercio ilícito, lo que según analistas dificulta la eficacia de las políticas de control.

Otros países como Nueva Zelanda y Canadá también han experimentado cambios. El primero integró los cigarrillos electrónicos en su estrategia nacional y ha reducido el tabaquismo al 8%, una de las tasas más bajas del mundo. Canadá, en cambio, permite su venta pero con restricciones de marketing, situándose en torno al 13% de fumadores adultos en 2022.

Mientras, en España, el Gobierno propone imponer nuevas restricciones a los productos alternativos al tabaco tradicional, como prohibir los sabores diferentes al tabaco y reducir a 0,99 miligramos la cantidad máxima de nicotina en las bolsas de nicotina, lo que supone, prácticamente la prohibición de estas. Todo ello a través de un real decreto que, como ya advirtió la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia en abril, no estaría dentro de la legalidad por la que se tienen que tramitar estas normas, dado que algunas de las medidas planteadas deberían estar respaldadas en una norma con rango de ley y no en un real decreto, porque afectan a la libertad de empresa. Además, señaló que el texto legislativo no justificaba suficientemente algunas de las restricciones propuestas.

Diferentes posturas ante la propuesta de la UE

El debate sigue siendo intenso. Quienes defienden una regulación diferenciada sostienen que estos productos representan una alternativa menos dañina para los fumadores adultos y que pueden acelerar el cumplimiento de los objetivos europeos. En cambio, organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la American Lung Association (ALA) o la American Medical Association (AMA) insisten en que deben aplicarse las mismas normas a todos los productos con nicotina.

Diferentes organismos advierten que los efectos a largo plazo de los dispositivos alternativos al tabaco todavía son inciertos

Los principales argumentos de estos últimos son que los efectos a largo plazo de los dispositivos alternativos todavía son inciertos, que la nicotina sigue siendo adictiva y que, por lo tanto, no conviene normalizarla, además de que su comercialización puede atraer a adolescentes y no fumadores. Otros expertos recuerdan que, aunque la reducción de daños puede ser útil para quienes ya fuman, no debe sustituir a políticas clásicas de cesación ni a campañas preventivas.

Así, la Comisión Europea deberá decidir si mantiene una regulación única para todos los productos de nicotina o si adopta un modelo diferenciado que incentive la sustitución del cigarrillo tradicional por alternativas consideradas de menor riesgo.

La reducción del número de fumadores en la Unión Europea se sitúa en el 1% desde el año 2020, según el Special Eurobarometer 539 sobre actitudes de los europeos hacia el tabaco y los productos relacionados, un ritmo que no es el esperado de cara a alcanzar el objetivo de la primera generación sin tabaco para el año 2040. Hasta el momento, para lograrlo, se ha apostado por medidas clásicas como subir impuestos, restringir la publicidad o ampliar los espacios libres de humo para desincentivar a los fumadores. Recientemente, Bruselas ha propuesto extender la misma carga fiscal al tabaco combustible y a productos como los cigarrillos electrónicos, el tabaco calentado o las bolsas de nicotina, lo que ha generado división entre los expertos y las organizaciones.

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