La psiquiatría frente al mal: de la psicopatología a la biología
"¿Es maldad o es enfermedad?", es la pregunta que se abordará el próximo 19 de junio en un encuentro en el marco del XV Congreso Nacional de Trastornos de la Personalidad
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En esta sociedad ilustrada, conformada por hombres buenos gracias a las enseñanzas de Jean-Jacques Rousseau, los ciudadanos nos disponemos a comprar el libro de las atrocidades que un asesino cometió con sus hijos. Las editoriales pujan por darle audiencia y los jueces amparan su libertad de expresión.
El malvado va a obtener lucro y protagonismo mientras cumple condena.
Si nos repugna o nos excita ni siquiera se plantea, eso son cosas de psiquiatras. Salvo el lógico dolor de la madre de los niños, ¿qué daño puede hacer esta exhibición de maldades? Hemos asumido que los humanos ilustrados disponemos de un armazón ético que nos protege ante la exposición del mal. Incluso nos hace más buenos.
Además, se ve como un avance social admitir el derecho de cualquier ciudadano a contar sus vivencias, incluso sus atrocidades. Así es que a comprar el libro sin escrúpulos morales y con atrevimiento ilustrado.
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La visión de la Psiquiatría es otra: la sociedad compra estas maldades sintiendo que no son una parte de ella misma. Que son casos raros y ajenos al concepto de humanidad bondadosa en el que nos sentimos protegidos. Se exhibe y se aísla al malvado monstruo, como a una naturaleza distinta a la nuestra. Pero el ciudadano racionalista y autocomplaciente no puede admitir que haya monstruos en su especie: "Las atrocidades son exclusivas de una mente enferma". Y necesita que los médicos le diagnostiquen algo, que proclamen que se trata de un enfermo. Así, nuestra atracción morbosa por el mal se convierte en una sana curiosidad intelectual.
La Psiquiatría es requerida para conjurar el mal extremo y convertirlo en una enfermedad en un diagnóstico. Todavía más, para proclamar que la maldad atroz no es propia de la naturaleza humana. Pero la sociedad se equivoca. Los psiquiatras podríamos caer en la tentación omnipotente de explicar todo lo Humano desde una cierta soberbia científico-intelectual. Pero somos médicos, sanitarios, y esto nos guía siempre a la protección de los enfermos, no de la sociedad. A identificar a los que tienen conductas horribles pero enfermas. A separar a los enfermos de los malvados. A diagnosticarlos de Trastornos de la Personalidad, que no tienen delirios ni demencia, pero sus conductas horribles, cuando las tienen, no son por maldad. Porque las personas enfermas se ven arrastradas a sus conductas y no se complacen en ellas como los verdaderos malvados. Porque sufren desde un mundo oculto de angustias, soledad no deseada y autodesprecio.
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La genuina misión de los profesionales no es psiquiatrizar el mal humano, sino intuir el miedo y el deseo de bien en aquellos enfermos que parecen malos por fuera. Y separarlos de las personas llenas de mal, que sin duda existen y no están enfermas. La tarea es extremadamente difícil y necesita avanzar constantemente en la investigación. De todo ello debatiremos en el XV Congreso Nacional de Trastornos de la Personalidad de Madrid, en junio.
Pero por el momento la Ciencia lo tiene claro: la exhibición del mal hace grandioso al malvado. Al enfermo, por el contrario, le avergüenza.
José Luis Carrasco es el jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos y catedrático de Psiquiatría de la UCM
En esta sociedad ilustrada, conformada por hombres buenos gracias a las enseñanzas de Jean-Jacques Rousseau, los ciudadanos nos disponemos a comprar el libro de las atrocidades que un asesino cometió con sus hijos. Las editoriales pujan por darle audiencia y los jueces amparan su libertad de expresión.