La toxina mortal de este caracol marino podría ser una nueva esperanza para la diabetes
Estos animales tienen una sustancia que funciona de forma similar a una hormona humana y esto la convierte en un modelo prometedor para el diseño de fármacos
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La toxina de uno de los caracoles marinos más venenosos del mundo podría ser clave en el tratamiento de la diabetes y algunos trastornos hormonales. Es la tesis que trata de demostrar un equipo de científicos de la estadounidense Universidad de Utah.
El veneno del animal imita a una hormona humana, llamada somatostatina, que regula los niveles de azúcar en sangre, además de varias hormonas. Por ese motivo, los efectos que ayudan al caracol a cazar a sus presas también podrían ser clave para diseñar mejores medicamentos para pacientes diabéticos o con enfermedades hormonales.
Los resultados de la investigación se han publicado este martes en la revista Nature Communications. Los expertos explican en el documento que la somatostatina actúa como freno en muchos procesos del cuerpo humano, impidiendo que los niveles de azúcar en sangre, de diversas hormonas y de muchas otras moléculas importantes aumenten de forma peligrosa.
Los científicos descubrieron que una sustancia del cono geográfico (nombre del animal), llamada consomatina, funciona de forma similar, pero es más estable y específica que la hormona humana, y esto la convierte en un modelo prometedor para el diseño de fármacos. De hecho, la consomatina actúa con una sola proteína que coincide con otra con las que interactúa la somatostatina. Esto significa que la toxina del caracol cónico afecta los niveles hormonales y de azúcar en sangre, pero no los niveles de muchas otras moléculas.
El equipo había descubierto anteriormente que el veneno de los caracoles cónicos incluye otra sustancia parecida a la insulina, que reduce el nivel de azúcar en sangre tan rápidamente que su presa deja de responder. Es más tarde cuando la consomatina impide que esos niveles de glucosa sanguínea se recuperen.
Igualmente, la toxina del molusco actúa con mayor precisión que los fármacos sintéticos más específicos diseñados para regular los niveles hormonales, como los de la hormona de crecimiento. Estos fármacos son una terapia importante para las personas cuyos cuerpos la producen en exceso.
Los efectos de la consomatina sobre el azúcar en sangre podrían hacer que su uso terapéutico sea peligroso, pero al estudiar su estructura, se podría comenzar a diseñar fármacos para trastornos endocrinos con menos efectos secundarios.
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La consomatina es más específica que los fármacos sintéticos de primera línea y, además, dura mucho más en el organismo que la hormona humana, gracias a la inclusión de un aminoácido inusual que dificulta su descomposición. Esta es una característica útil para los investigadores farmacéuticos que buscan formas de elaborar medicamentos con beneficios duraderos.
"Los animales venenosos tienen, a través de la evolución, componentes del veneno ajustados para alcanzar un objetivo particular en la presa y perturbarlo", explica Helena Safavi, autora principal del estudio. "Si tomas un componente individual de la mezcla de veneno y observas cómo altera la fisiología normal, es relevante en la enfermedad. Con lo cual, para los químicos medicinales, sería como un atajo", continúa.
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Toxinas de animales y medicamentos
No obstante, no es la primera vez que se utilizan las toxinas de un animal para fabricar medicamentos. El proyecto Venomics, financiado por la Unión Europea, concluía en 2015 y se basaba en el veneno de varios animales para desarrollar nuevos fármacos.
De este modo, para estudiar la diversidad y la farmacología de péptidos de venenos, el estudio desarrolló la biblioteca de péptidos sintéticos más grande del mundo. Los científicos combinaron análisis proteómicos aplicados a venenos y análisis transcriptómicos realizados en glándulas venenosas para estudiar más de doscientas especies de un total de ciento setenta mil animales venenosos.
La toxina de uno de los caracoles marinos más venenosos del mundo podría ser clave en el tratamiento de la diabetes y algunos trastornos hormonales. Es la tesis que trata de demostrar un equipo de científicos de la estadounidense Universidad de Utah.