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El índice glucémico de la comida influye en la salud de tu cerebro
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El índice glucémico de la comida influye en la salud de tu cerebro

La velocidad con la que los hidratos de carbono de los alimentos aumentan nuestros niveles de glucosa en la sangre afecta a todo el organismo y a enfermedades como ictus, alzhéimer, depresión o epilepsia. La clave está en saber elegir lo que comemos

Foto: Foto: Unsplash/@raspopovamarisha.
Foto: Unsplash/@raspopovamarisha.

Somos lo que comemos. Esta sentencia, pronunciada en el año 1850 por el filósofo alemán Ludwing Feuerbach, cada vez está respaldada por una mayor evidencia científica. Así, algunos de los grandes problemas de salud que afectan a buena parte de la población (obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares) tienen su origen o detonante en una dieta poco saludable (abundante en calorías, hidratos de carbono refinados, exceso de grasas, pobre en fibras, etc). Por tanto, la intervención dietética es uno de los pilares fundamentales del tratamiento (y de la prevención) de esos trastornos.

El índice glucémico se aplica a los carbohidratos y mide la velocidad con la que aumenta el nivel de glucosa en la sangre después de su consumo

Existen numerosas propuestas nutricionales con una finalidad terapéutica, entre las que se encuentra la del índice glucémico (IG) de los alimentos, formulado por el Dr. David Jenkin, en 1981. El IG se aplica a los alimentos que contienen carbohidratos (pan, pasta, frutas, zumos, legumbres, etc) y mide la velocidad con la que aumenta el nivel de glucosa en la sangre después de su consumo. En función de esa rapidez, se clasifican en IG bajo (de 1 a 55), medio (56-69) y alto (a partir de 70).

Cuanto más bajo, mejor

No es un valor fijo -varía de una persona a otra y también según se cocine el producto-, pero indica si los alimentos tienen un alto contenido en azúcar o harinas refinadas. Es decir, si son muy elaborados y, por tanto, más o menos saludables. Por tanto, lo deseable es que la dieta contenga alimentos con un IG bajo para mantener normales las cifras de glucosa, colesterol y triglicéridos en la sangre, pero también para favorecer la sensación de hambre y reducir la ingesta.

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Foto: iStock.

Pero el 'cuerpo' no es el único que se beneficia de una dieta de IG bajo. Investigadores de las universidades de Ohio y de Borgoña han encontrado que el cerebro también gana, concretamente, se reduce el impacto de enfermedades como alzhéimer, ictus, depresión o epilepsia, según describen en un artículo publicado en la revista 'Nutrients'.

Los autores exponen que el interés por el impacto de las intervenciones dietéticas para el control de algunas enfermedades neurológicas surgió a raíz de los descubrimientos sobre la influencia de los nutrientes en la función cerebral, en general, y en particular en la cognición, plasticidad cerebral y en función sináptica. "Cada vez existe más evidencia sobre la importancia de la nutrición en las alteraciones y, por lo tanto, en su mejoría", insisten, y las dietas de IG bajo se han utilizado para mejorar la función cognitiva, pero también algunos síntomas de demencia, depresión o alzhéimer.

Después de revisar la literatura científica, estos investigadores se reafirman en la idea de que muchas alteraciones cerebrales tienen un detonante en la energía procedente de la dieta: "La incapacidad del cerebro para modular con precisión las necesidades de energía desencadena disfunciones neurológicas", y creen que "una mejor comprensión de los mecanismos implicados en las dietas podría ayudar a desarrollar y mejorar las recomendaciones nutricionales para mejorar la salud de las personas afectadas pero también para mejorar la función cognitiva en personas sanas".

El alimento es la medicina

Una alimentación basada en productos de bajo índice glucémico ha demostrado claros beneficios en:

Epilepsia

La dieta cetogénica, alta en grasas y pobre en carbohidratos, se ha utilizado para reducir los ataques epilépticos, pero no es una pauta totalmente inocua y se le han atribuido efectos secundarios como desencadenar un cuadro similar a la gripe (algo no deseable en estos tiempos de coronavirus), hiperlipidemia o hipoglucemia. Se han probado con éxito dietas cetogénicas que incluyen carbohidratos de bajo índice glucémico, con las que se ha logrado reducir un 50% el número de convulsiones.

Ictus

Las dietas vegetarianas se asocian a una reducción del riesgo cardiovascular, y al tener un alto contenido en fibras se las considera como de bajo IG. Sin embargo, otras investigaciones han encontrado (en ratas) que los regímenes abundantes en fructosa tienen un IG alto y empeoran la lesión cerebral cerebrovascular. Por tanto, un mejor control de los niveles de glucosa ayuda a reducir el riesgo de ictus.

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Enfermedad de Alzheimer

Esta es una de las patologías en las que más se ha estudiado la influencia de la dieta y también de la microbiota, como hemos contado en Alimente. También se ha encontrado una relación entre el alzhéimer y la resistencia a la insulina. Y, según recoge el artículo de 'Nutrients', se ha informado de que una dieta de alto IG aumenta la acumulación de β amiloide (Aβ) en los cerebros de los ancianos, que es un marcador de EA y un factor de riesgo para la aparición de la enfermedad.

Por el contrario, la dieta mediterránea -rica en verduras, legumbres, frutas, cereales y aceite de oliva- protege contra el deterioro cognitivo. Los científicos resaltan que las personas con deterioro cognitivo leve que siguen una dieta mediterránea tienen menos riesgo de alzhéimer y mejor memoria. "El aceite de oliva reduce la respuesta glucémica a una comida con un IG alto y, en consecuencia, disminuye el aumento glucémico inducido por una comida" y, por tanto, sus consecuencias sobre la capacidad cognitiva.

A falta de nuevos estudios que confirmen los beneficios de una dieta de bajo IG, la conclusión es clara: es buena para el cuerpo y también para la mente.

Somos lo que comemos. Esta sentencia, pronunciada en el año 1850 por el filósofo alemán Ludwing Feuerbach, cada vez está respaldada por una mayor evidencia científica. Así, algunos de los grandes problemas de salud que afectan a buena parte de la población (obesidad, diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares) tienen su origen o detonante en una dieta poco saludable (abundante en calorías, hidratos de carbono refinados, exceso de grasas, pobre en fibras, etc). Por tanto, la intervención dietética es uno de los pilares fundamentales del tratamiento (y de la prevención) de esos trastornos.

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