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¿Sufres de dolor de espalda? La clave está en tu intestino
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¿Sufres de dolor de espalda? La clave está en tu intestino

No son solo problemas digestivos. También la vista, las articulaciones y la piel pueden verse afectadas por este grupo de patologías inmunomediadas. La clave: un abordaje común

Foto: La enfermedad de Crohn puede tener otras manifestaciones extradigestivas. (iStock)
La enfermedad de Crohn puede tener otras manifestaciones extradigestivas. (iStock)

Mario tiene enfermedad de Crohn. Se ha ‘acostumbrado’ a estar alerta ante un posible brote, a los repentinos cólicos, a las náuseas. Pero, desde hace un tiempo, no son solo los problemas digestivos: ese dolor lumbar insidioso que al principio atribuyó a una mala postura es también un síntoma de su enfermedad. Y podría ser peor, nos cuenta: “Hay otros pacientes que tienen artritis o psoriasis. Y todo viene de lo mismo”.

‘Lo mismo’, como él dice, es una enfermedad inflamatoria de origen inmunológico. La enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa son patologías que se engloban dentro de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), de cuyas manifestaciones digestivas hemos hablado en Alimente. Pero hay otras patologías, como la artritis reumatoide, la psoriasis, la espondilitis o la uveítis que pertenecen a ese mismo grupo: todas comparten un origen inmune y en todas hay inflamación. Por decirlo de una manera muy simplificada, son manifestaciones diferentes de un mismo problema común.

Son enfermedades diferentes, pero en todas hay inflamación y todas comparten un origen inmune

Ese problema, común en el origen, se expresa después con sintomatologías diversas. Si el primer síntoma de un paciente es un problema en la piel, acudirá al dermatólogo; si es articular, irá al reumatólogo; si es digestivo, al gastroenterólogo… Y cada uno de estos especialistas hará un diagnóstico a partir de su especialidad: psoriasis, artritis, Crohn… “Pero, en realidad, después te encuentras con que muchos de tus pacientes comparten enfermedades -explica el doctor Yago González, gastroenterólogo de la Unidad de EII del Hospital Puerta de Hierro y responsable del Comité de Relaciones Institucionales de la FEAD (Fundación Española de Aparato Digestivo)-. En mi consulta, por ejemplo, veo a muchos pacientes que tienen manifestaciones extradigestivas y otras patologías asociadas. Por eso tenemos que trabajar codo a codo con especialistas de otras áreas”.

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Foto: iStock.

Esa es precisamente la razón de ser del Centro de Enfermedades Inflamatorias Mediadas por la Inmunidad (CEIMI), recientemente inaugurado en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Uno de sus especialistas, el doctor Ignacio Marín-Jiménez, gastroenterólogo, nos explica que “desde hace años trabajábamos de forma conjunta con reumatólogos y dermatólogos haciendo consultas en paralelo. Nos dimos cuenta de la conveniencia de designar un espacio físico común para agrupar todas las especialidades en un mismo lugar, porque muchos tratamientos son comunes y conviene que nos pongamos de acuerdo para facilitar las cosas al paciente y ver cuál es el abordaje más adecuado”.

De la genética a la microbiota

Pese al estudio continuo, estas enfermedades todavía entrañan muchos misterios. Se sabe que en su génesis se encuentran tres componentes esenciales: la genética, el ambiente y la microbiota. “Los enfermos tienen una cierta susceptibilidad genética a padecer este tipo de trastornos -continúa el doctor Marín-Jiménez-. Pero no todas las personas con esa susceptibilidad terminan desarrollando la patología: tiene que darse algún factor externo que lo desencadene”. Así, por ejemplo, es frecuente que la colitis ulcerosa haga su aparición al dejar de fumar y, sin embargo, en Crohn es al contrario: el pronóstico empeora cuando el paciente es fumador. Asimismo, algunos antiinflamatorios pueden producir lesiones intestinales y ser, en pacientes con predisposición, su desencadenante.

En cuanto a la microbiota, el doctor Marín-Jiménez nos recuerda que “en el intestino tenemos más de medio kilo de bacterias, cientos de especies diferentes y cada una cumple su función. Tanto la escasez de bacterias ‘buenas’ como el exceso de ‘malas’ puede favorecer la enfermedad. También influye el equilibrio entre unas y otras, así como la diversidad. Todo está en estudio, pero sí tenemos pistas que nos indican que es favorable tener mucha variedad bacteriana”.

La genética, el ambiente y la microbiota determinan la aparición de la enfermedad

Una vez que la enfermedad se ha desarrollado, puede, como decíamos, debutar de maneras muy diferentes. La doctora Emma Beltrán, del Servicio de Reumatología del Hospital General Universitario de Valencia y portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER), nos confirma la importancia del trabajo multidisciplinar: “A todos los pacientes les tenemos que preguntar por otros posibles síntomas fuera de nuestra especialidad. En cada visita nos interesamos por su intestino, por si tienen manchas en la piel, en el ojo… Algunos no llegan a tener otras manifestaciones, pero hay un porcentaje, entre el 30 y el 60% de pacientes con EII, que pueden tener una afección del sistema locomotor. Muchas veces son subclínicas, no dan guerra al paciente, pero están ahí y tienes que estar atento porque en cualquier momento pueden dar la cara”.

Así, explica que en su hospital “trabajamos de forma conjunta digestólogos, dermatólogos, reumatólogos y oftalmólogos. Hay un tipo de inflamación ocular, una uveítis, con una serie de características que te pueden hacer pensar en esta enfermedad”. La especialista nos recuerda también la importancia de un diagnóstico precoz: “Si tratas al paciente antes de que la enfermedad pueda llegar a manifestarse en todas sus esferas, tendrás una mejor respuesta”. Porque el retraso en el diagnóstico es habitual: “Muchas veces son pacientes jóvenes que no identifican bien el dolor y les cuesta pensar en que tienen una enfermedad”.

Búsqueda proactiva

Con ella coincide el doctor González: “Hay que tener en cuenta que la ausencia de síntomas evidentes no significa que no tengas la enfermedad. Uno de nuestros caballos de batalla es el conseguir que todos los médicos implicados busquen de forma proactiva: el hecho de que no tengas diarrea con sangre no quiere decir que no tengas latente la enfermedad inflamatoria intestinal. Por eso hemos realizado un documento de consenso entre los distintos especialistas en los que decimos: ‘Busque el Crohn, busque la espondilitis…’. Es un cambio de actitud”.

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Foto: iStock.

Ese cambio de actitud favorece el tratamiento. Porque hay, al menos, unas cuantas ventanas de esperanza. Si hace años no se contaba con fármacos eficaces para el tratamiento de estas enfermedades, en la actualidad se dispone de un buen arsenal terapéutico. La llegada de los medicamentos biológicos ha supuesto una importante mejoría para estos pacientes. “También aquí es esencial la coordinación, porque algunos tratamientos son eficaces para todo el grupo de enfermedades, pero otros pueden tener contraindicaciones. Hay que hacer un balance riesgo-beneficio. Por eso nosotros, aunque seamos digestivos, no vemos al paciente como ‘un Crohn’, sino desde una perspectiva más completa”.

Predecir el curso de la enfermedad es muy difícil. Tampoco se puede saber qué factores van a predisponer a tener unos síntomas en lugar de otros. Pero, al menos en lo que se refiere a EII, “hay hábitos que pueden ser de ayuda. En este sentido, la dieta es fundamental -subraya el doctor Marín-Jiménez-. Por ejemplo, en ciertos pacientes con Crohn la fibra insoluble de la dieta puede agravar o complicar la enfermedad, y a veces la lactosa, durante las fases agudas de la enfermedad, puede empeorar los síntomas de dolor y distensión abdominal. Por otra parte, da la sensación de que todo el mundo tiene que tolerar todo tipo de alimentos y no siempre es así. Esto es ensayo-error: uno tiene que ir viendo qué es lo que le sienta mal. Y si hay algo que provoca síntomas, retirarlo de la dieta y no empeñarse en seguir tomándolo.

Mario tiene enfermedad de Crohn. Se ha ‘acostumbrado’ a estar alerta ante un posible brote, a los repentinos cólicos, a las náuseas. Pero, desde hace un tiempo, no son solo los problemas digestivos: ese dolor lumbar insidioso que al principio atribuyó a una mala postura es también un síntoma de su enfermedad. Y podría ser peor, nos cuenta: “Hay otros pacientes que tienen artritis o psoriasis. Y todo viene de lo mismo”.

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