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Nuestros genes mutaron para luchar contra el azúcar
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Nuestros genes mutaron para luchar contra el azúcar

Hace 11.500 años el ser humano experimentó la mayor revolución de su historia: la agricultura. Poblaciones enteras pasaron a tener toda la energía que necesitaban y algunos de nuestros cuerpos cambiaron

Foto: Foto: iStock.
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Tenemos constancia de que hace 11.500 años los humanos empezaron a cultivar. El inicio de la agricultura en Oriente Medio, cuna de la civilización, fue un evento inmensamente notable que produjo una revolución en toda regla. Dicho de otro modo: cambió el mundo. Para nuestro sistema digestivo también fue todo un shock. El ser humano, naturalmente omnívoro, solo había comido hidratos de carbono cuando 'se los encontraba'. Se tiene constancia de que las personas que vivieron hace 22.000 años recolectaban granos salvajes. Pero no es lo mismo comer pan (o la cosa más parecida a este alimento básico que hiciesen en esa época) de Pascuas a Ramos que tener varios kilos de harina con nosotros y que nuestra alimentación pase a consistir completamente en los hidratos de carbono de los cereales y las masas horneadas.

"La gente con la variante 'antigua' del gen debe ser más cuidadosa con su ingesta de hidratos de carbono"

Para nuestro organismo esto fue un shock pero, como siempre, la fortuna le sonrío, o dicho de otro modo, mutó. Los investigadores Matteo Fumagalli, Stephane M. Camus, Frances M. Brodsky y el resto de su equipo del Imperial College London y del University College London se preguntaron si, estos cambios en la alimentación del ser humano beneficiaron a individuos con determinados códigos genéticos, que les hacía tener una ventaja evolutiva frente a los tiempos (y la comida) que corrían. No es una locura, dado que una de las teorías más fuertes sobre por qué el Homo sapiens sapiens (nosotros) erradicamos de la faz de la tierra al hombre de Neandertal es que tenemos una capacidad tremenda para adaptarnos a los cambios, ya sean alimentarios o climáticos (como una glaciación), pero ellos no.

La investigación de los científicos dio sus resultados. Utilizando datos del enorme catálogo de códigos genéticos 'The 1000 Genomes Project', dedicado a guardar el ADN de cientos de generaciones tanto actuales como prehistóricas, descubrieron que justo después del origen de la agricultura, el gen CLTCL1, encargado de la producción de la proteína CHC22, varió. Pero vamos por partes

¿Qué hace el susodicho gen?

Este segmento de código genético (y la proteína que se encarga de codificar) se ocupa de algo tan 'simple' como transportar azúcar de la sangre hasta el tejido adiposo y el muscular. Esto reduce la cantidad de este nutriente disponible en nuestro torrente sanguíneo. Pero cuando estamos pasando por un ayuno (en la prehistoria, posiblemente forzado), la susodicha proteína se mantiene 'atrapada' dentro de nuestro tejido muscular, lo que permite que la glucosa (el azúcar) circule libremente por nuestro torrente sanguíneo, alimentando a todos los tejidos necesitados de energía rápida.

El cambio

Entonces ocurrió. Hace 11.500 años gran parte de la población tenía acceso rápido a toda la energía que pudiera necesitar. Esto provocó que, para determinados individuos, sus códigos genéticos que antes los ponían en desventaja, se convirtiesen exactamente en lo opuesto, una 'ventaja evolutiva'. El gen CLTCL1 pasó a fabricar una variante de la proteína CHC22. Esta no se quedaba 'atrapada' en el músculo entre comidas, volvía corriendo al torrente sanguíneo para sacar de ahí la glucosa y seguir transportándola sí o sí al tejido graso y al músculo de nuestro organismo.

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Los investigadores descubrieron que en las poblaciones de las que se tiene constancia que eran cazadoras y no agricultoras, esta mutación era inexistente en sus organismos, pues, evolutivamente, era más provechoso para ellas seguir con el 'plan (genético) antiguo'. Dicho de otro modo, la ventaja evolutiva era no tener la susodicha mutación.

¿Esto nos afecta de algún modo a nosotros?

Sí. Como explica el doctor Matteo Fumagalli, del Imperial College of London, "en nuestra época, las dietas altas en carbohidratos nos proveen de una cantidad de hidratos de carbono excesiva y en este escenario hace que la 'nueva' variante sea más beneficiosa para nosotros".

En efecto, la cantidad de azúcar en sangre es una de las principales responsables del desarrollo de ciertas enfermedades más que peligrosas como la diabetes tipo 2. Como explica la doctora Frances M. Brodsky, una de los autores principales del estudio y miembro del University College London, "la gente con la variente 'antigua' del gen puede tener que ser más cuidadosa con su ingesta de hidratos de carbono". Aunque los investigadores no afirman en ningún momento que tener el gen nuevo prevenga la diabetes en ningún caso, sí que sostienen que la versión antigua pueda hacer que los sujetos sean ligeramente más propensos a desarrollar la enfermedad.

De todos modos, y como todo buen científico debería hacer, la profesora Frances M. Brodsky avisa: "Más investigación es necesaria para entender cómo la nueva variante genética puede afectar la forma en la que entendemos la medicina".

Tenemos constancia de que hace 11.500 años los humanos empezaron a cultivar. El inicio de la agricultura en Oriente Medio, cuna de la civilización, fue un evento inmensamente notable que produjo una revolución en toda regla. Dicho de otro modo: cambió el mundo. Para nuestro sistema digestivo también fue todo un shock. El ser humano, naturalmente omnívoro, solo había comido hidratos de carbono cuando 'se los encontraba'. Se tiene constancia de que las personas que vivieron hace 22.000 años recolectaban granos salvajes. Pero no es lo mismo comer pan (o la cosa más parecida a este alimento básico que hiciesen en esa época) de Pascuas a Ramos que tener varios kilos de harina con nosotros y que nuestra alimentación pase a consistir completamente en los hidratos de carbono de los cereales y las masas horneadas.

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