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En defensa del modelo federal, por J. Gibert Arce
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En defensa del modelo federal, por J. Gibert Arce

Este cambio en nuestra Constitución permitiría rejuvenecerla, incorporando la experiencia de 42 años y, además, obligaría a nuestros políticos a colaborar de nuevo por un bien superior

Foto: Foto: Rocío Márquez.
Foto: Rocío Márquez.
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Estimado Director,

Aunque esta solución sale de vez en cuando de la boca de algunos dirigentes políticos, suena siempre a un brindis al sol y creo que no se ha explorado seriamente (y hay razones para ello, como apuntaré).

Prusia y Baviera fueron estados fuertes hasta que se integraron en uno superior, Alemania, que es un estado federal que incluso pudo incorporar fácilmente la parte comunista, que no lo era. Los cantones suizos, con dos religiones enfrentadas y cuatro lenguas, decidieron otorgarse una estructura de tipo federal. Bélgica, con dos lenguas y ante la amenaza de partición, también lo hizo. Después de perder su imperio multinacional por falta de flexibilidad, Austria decidió no repetir el error y otorgarse una Constitución de tipo federal (su homóloga Turquía, en cambio, optó por lo contrario y no puede considerarse un caso de éxito). Las 13 colonias inglesas de Norteamérica, cada una con sus peculiaridades (Maryland era católica), crearon un estado federal que pudo acoger a otros 33 estados (algunos bien especiales, como Texas y Hawái, que antes eran independientes, y Alaska) y asociar uno más (Puerto Rico). Canadá y Australia decidieron seguir los pasos de Estados Unidos antes de independizarse...

Todos son ejemplos de estados federales que funcionan mejor que España y, sobre todo, que no tienen grupos separatistas relevantes. Tampoco los tienen otros estados federales, como México, Brasil, Venezuela, India o Malasia. Parece que el federalismo sea una vacuna contra el separatismo.

Quienes redactaron la Constitución de 1978, muy influenciados por catalanes y vascos, pretendieron atajar el problema del separatismo reeditando y mejorando el modelo de autonomías de la II República. Pero la rápida evolución de los hechos nos ha llevado a un caos muy difícil de gestionar y no podemos copiar soluciones, porque ningún país del mundo está dividido en parcelas de autonomía. Los pocos territorios autónomos que existen en el resto del mundo son para integrar a grupos étnicos minoritarios o para gestionar territorios geográficamente muy especiales. Estirando mucho el concepto, podríamos admitir que Canarias, Ceuta y Melilla fuesen autonomías. Para el resto, la solución ya se ha inventado y probado: estados federados, todos con las mismas atribuciones y sin poder para negociar ninguna más, salvo que se cambie la Constitución. Acabaríamos con el chantaje de exigir más transferencias y con las ofertas de darlas a cambio de apoyo; un apoyo que es temporal, mientras que la transferencia es eterna. Esto, claro, mermaría la capacidad de negociación de nuestros políticos y pienso que es la gran barrera que impide avanzar.

Este cambio en nuestra Constitución de 1978 permitiría rejuvenecerla, incorporando la experiencia de 42 años y, además, obligaría a nuestros políticos a colaborar de nuevo por un bien superior, algo que parecen haber olvidado desde aquella lejana fecha y tal vez incluso ellos lo prefieran a seguir sacándose los ojos. Mejoraría sin duda nuestro futuro, pero puede que también nuestro presente, al conseguir que nuestros políticos vuelvan a ser bien valorados por los ciudadanos.

Jordi Gibert Arce

Estimado Director,

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