Dignidad sin subsidios, por J. Madrid
El estado de bienestar ha contribuido también decisivamente a degradar la dignidad del trabajo al crear a seres dependientes
Estimado director,
el artículo "En qué se equivocan los progresistas: el timo de la meritocracia", de Michael Sandel, publicado ayer en la sección de Cultura, aborda un tema complejo e interesante.
Se dice en el artículo: "En la derecha, hay quienes han invocado la dignidad del trabajo como argumento para hacer recortes en el estado de bienestar, alegando que ello dificultaría la vida de los ociosos y los destetaría de la dependencia."
Pero es que el estado de bienestar ha contribuido también decisivamente a degradar el concepto de dignidad del propio trabajo, estableciendo unos subsudios que hacen que en muchas ocasiones el individuo sea un dependiente del Estado y prefiera cobrarlo sin trabajar.
Y pese a este hecho, la solución sorprendentemente es subir impuestos: "La tributación no es sólo una forma de aumentar los ingresos, sino también una forma de expresar los valores de una sociedad". Ya lo vimos en las economías comunistas y cómo sus valores alumbraron y dieron ejemplo a la civilización universal.
Y lo siguiente, claro, es dar subsidios. Es una ley casi universal que resulta imposible administrar de una manera racional el dinero público, abundante y que no es de nadie. El resultado es el fraude y la corruppción del propio sistema. Lo vemos en España todos los dias y no hay motivo alguno para confiar en que el hombre se redima de su propia avaricia, sea de Podemos o del PP.
Recuperar la dignidad del trabajo bien hecho y bien pagado es un problema, pero las soluciones que se propugnan son las de siempre, que han fracasado una y otra vez.
J. Madrid