Una sociedad de mierda: parte desde el Territorio Amón
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Se han sobrepuesto esta semana diferentes noticias sobre las atrocidades de la inteligencia artificial. Y sobre la violación de la intimidad que implica la revelación de secretos. El caso de Almendralejo -tráfico de imágenes falsas con menores desnudas- se añade al escándalo que protagonizaron los juveniles del Real Madrid en Canarias, esta vez distribuyendo videos sexuales de una menor de edad -y de otra mayor- sin su consentimiento, naturalmente en el contexto de la bravuconería y del macherío impunes.
Bien está que los delincuentes hayan descubierto las represalias del código penal. Y que la resonancia mediática de los casos sirva de advertencia a quienes se divierten o hacen negocios con la intimidad ajena. Los delitos son graves, como también las condenas que se derivan de ellos, pero no va a resolverse ni mitigarse el problema con los recursos policiales y judiciales. Porque no alcanzan a ocuparse de tantos casos. Y porque la multiplicación de episodios conduciría al colapso a las comisarías y los tribunales.
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