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Qué debes leer | Qué ocurre después de que ejecuten a tu padre y a tu madre por espías
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Qué debes leer | Qué ocurre después de que ejecuten a tu padre y a tu madre por espías

En 'Osos, átomos y espías', el divulgador Pere Cardona recoge algunas de las historias más sorprendentes que sucedieron durante la Guerra Fría

Foto:  Foto: Irene de Pablo.
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Julius murió a la primera descarga pero Ethel no. Tampoco a la segunda. Sólo tras el tercer intento, y después de terribles sufrimientos, expiró al fin. Aquel año del 1951, el clamor internacional no había logrado parar la ejecución del matrimonio Rosenberg, sentenciados a la silla eléctrica por supuestamente haber compartido con los soviéticos información relativa a la bomba atómica urdida en el ultrasecreto Proyecto Manhattan en medio de la paranoia anticomunista desencadenada por el tristemente célebre senador McCarthy. El drama de los Rosenberg, de cuya culpabilidad se duda hoy, es muy conocido. No tan conocido es, sin embargo, lo ocurrido con los dos hijos pequeños que tenían entonces.

Robert tenía cuatro años y su hermano Michael, ocho, cuando sus padres fueron ejecutados. ¿Qué ocurre con tu vida después de quedarte huérfano de semejante manera? ¿Cómo es ser reconocido como los vástagos de quienes todo tu país considera unos traidores innombrables? El divulgador de la historia Pere Cardona quiso responder estas preguntas y, para ello, buscó y logro entrevistar al benjamín de los Rosenberg que hoy, septuagenario, responde al nombre de Robert Meeropol. Su increíble historia la recoge ahora, entre otras muchas en el libro 'Osos, átomos y espías. Historia sorprendentes de la guerra fría' (Principal).

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"Mi nombre es Robert Meeropol. Nací en Nueva York, en 1947, cuatro años después que Michael, mi hermano mayor. Para muchos de vosotros mi actual apellido no dice gran cosa, pero, si os comento que nuestros padres eran Julius y Ethel Rosenberg, seguro que sabéis de quién estamos hablando. Nuestra pesadilla comenzó un triste día del mes de junio de 1950. Hasta entonces, nuestras vidas eran como las de otros niños. Mis preocupaciones, si es que las tenía, consistían en comer, dormir y recibir cariño. Al contrario que Michael, no guardo ningún recuerdo de aquella jornada. Quizá la diferencia de edad hace que él tenga más presente la entrada del FBI en nuestro pequeño apartamento del Lower East Side neoyorquino".

Primero detuvieron al padre, semanas después a la madre. Robert y Michael quedaron a cargo de la abuela paterna, "una mujer odiosa" que no los quería. Acabaron en un orfanato donde los maltrataban y lloraban todos los días. Fue allí cuando conocieron la terrible noticia de la ejecución. Hasta que un día, volvió a brillar el sol. Los Meeropol los adoptaron, les brindaron una nueva identidad, estudiaron, uno se convirtió en economista, el otro en abogado. A finales de los setenta y gracias a la Ley de Libertad de Información decidieron solicitar acceso a los archivos gubernamentales para investigar lo ocurrido con sus padres.

Sí, Julius había sido un espía, un agente menor que había pasado información poco relevante a los rusos y que, en circunstancias normales, debería haber recibido una condena carcelaria menor, como le ocurrió a otros espías de similares características. ¿Y Ethel? Ethel nunca estuvo implicada en las actividades de su marido, que desconocía, fue condenada por una denuncia falsa de la que denunciante se retractó posteriormente. Por eso, los dos hermanos mantienen hoy una campaña, aún sin éxito, para exonerar su figura.

Julius murió a la primera descarga pero Ethel no. Tampoco a la segunda. Sólo tras el tercer intento, y después de terribles sufrimientos, expiró al fin. Aquel año del 1951, el clamor internacional no había logrado parar la ejecución del matrimonio Rosenberg, sentenciados a la silla eléctrica por supuestamente haber compartido con los soviéticos información relativa a la bomba atómica urdida en el ultrasecreto Proyecto Manhattan en medio de la paranoia anticomunista desencadenada por el tristemente célebre senador McCarthy. El drama de los Rosenberg, de cuya culpabilidad se duda hoy, es muy conocido. No tan conocido es, sin embargo, lo ocurrido con los dos hijos pequeños que tenían entonces.

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