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Dónde come McCoy | Mi verano en Zahara: no solo de 'Atunes' vive el hombre
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EXPERIENCIA GASTRONÓMICA

Dónde come McCoy | Mi verano en Zahara: no solo de 'Atunes' vive el hombre

Para los de 'toda la vida', Zahara de los Atunes ha perdido parte del encanto que nos sedujo. Y es que hacen falta un par de veranos de levante para poner las cosas en su sitio

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Zahara ya no es lo que era. No lo digo yo, sino los propios zahareños con los que hemos compartido verano los últimos 15 años. Hoteles, promociones y modas han llenado el pueblo de gente haciéndole perder su condición de remanso de paz y tranquilidad en la costa gaditana. Quedan lejos los días en que salir a cenar y encontrar mesa era todo uno o cuando se podía disfrutar de una tranquila sobremesa sin la amenaza del segundo turno. En fin, quién te ha visto y quién te ve, querida Zahara.

No será, en cualquier caso, por falta de locales. Más de 100 presentaron este año sus tapas en la ruta del atún. Aunque, para serles sincero, servidor sigue muy apegado a sus clásicos, que mejor siempre —y más en verano— lo malo conocido que lo bueno por conocer. Hemos probado restaurantes de moda como Mezkla, para mi gusto más un quiero que un puedo, y la Fresquita de Perea, en los que un mal servicio arruinó una experiencia, por otra parte, no tan diferencial como para justificar su infinita lista de espera. Y hemos descubierto sitios que bien merecen una visita, como Takún, con su mezcla de cocina cordobesa, mexicana y local en donde destaca, aparte de los tacos, un guacamole con gambas de cristal im-pre-sio-nan-te.

Seguimos siendo muy fans de El Refugio, el mejor local de todo el pueblo por su localización y vistas, donde Pili y Diego abordan lo mejor de la tierra desde la sencillez y las recetas tradicionales. Sus papas aliñas con barriga, el 'güeníjimo' de atún, el potaje de garbanzos con choco según lo hacía su madre o el secreto ibérico son platos imprescindibles.

Quien quiera atún en estado puro, la sucursal local de El Campero, a años luz en oferta de la matriz de Barbate, es una gran opción: el sashimi y su tartar de toro con infusión de yema y soja son de peregrinación, mientras que su arroz —ya sea seco o meloso— con atún rojo es de lo mejorcito que hemos probado este verano. Para degustar distintos cortes, la parrillada es una buena opción, aunque de quedarme con alguno, elijo el tarantelo, menos graso que la ventresca o la parpatana.

No hay un verano en Zahara que se precie, gastronómicamente hablando, sin la correspondiente visita a Antonio, el clásico entre los clásicos de la zona. Amén del atún —fuera de su presentación en frío o plancha, lo bordan con tomate y huevo frito—, maneja cosas tan interesantes como el increíble tataki de bogavante en tempura, las infalibles romanitas de cigala o los huevos rotos con carabinero, viandas todas ellas dignas de ser elegidas por el comensal ilustrado.

Otro al que la fama le va ya precediendo es Casa Blas, alternativa carnívora a la imposible Castillería de Juan Valdés. Buenas piezas, bien diversificadas geográficamente, perfectamente resueltas, a precios del Madrid noble. Fuera de esto, sus tortellini a la crema con carabineros o el salteado de alcachofas con gambón y setas son, simplemente, de morirse de ricas. Otro local al que ir, sin duda.

Siempre nos gusta ir al Costero, la sucursal de picoteo del Juanito, también de los de toda la vida. No probarán mejor marisco por la zona del que ofrecen sus vitrinas, mientras que la ensaladilla rusa —de la que los lugareños dicen que su secreto radica en la mayonesa de la abuela, vaya usted a saber— es conocida por los alrededores como imbatible. Precios ajustados para una oferta rápida que, en este caso y dadas las circunstancias, incluía algo de plancha, como un morrillo muy, pero que muy recomendable.

Y, para concluir, dos escapadas a Barbate. La Peña del Atún merece toda la pena, muy buena calidad y ejecución a precios de risa, destacando el tartar de descargamento o el atún guisado con tomate y huevo, mientras que en El Hostal hay unos pimientos rellenos de atún de empezar a llorar y no parar. Eso sí, locales ambos fuera de circuito y no precisamente glamurosos. No se generen falsas expectativas.

Zahara ya no es lo que era. No lo digo yo, sino los propios zahareños con los que hemos compartido verano los últimos 15 años. Hoteles, promociones y modas han llenado el pueblo de gente haciéndole perder su condición de remanso de paz y tranquilidad en la costa gaditana. Quedan lejos los días en que salir a cenar y encontrar mesa era todo uno o cuando se podía disfrutar de una tranquila sobremesa sin la amenaza del segundo turno. En fin, quién te ha visto y quién te ve, querida Zahara.

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