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Las historias que tienen que contarnos las estrellas, en exclusiva para suscriptores
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Las historias que tienen que contarnos las estrellas, en exclusiva para suscriptores

Poco o nada sabemos sobre las estrellas, su origen ni su final, pero lo cierto es que tienen mucho más que decir de lo que creemos, incluso sobre nosotros mismos y nuestra vida

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¿A qué estrella debemos el conocimiento de que la Tierra gira sobre su propio eje? ¿Por qué la luminosidad de algunos astros varía y cuál es su relación con el descubrimiento del tamaño del cosmos? ¿Qué pueden enseñarnos los cuerpos celestes que todavía no han nacido? Todas estas preguntas y muchas más son respondidas en 'Una historia del universo en 100 estrellas', un apasionante libro de Florian Freistetter publicado por la Editorial Ariel.

De la mitología a la ciencia ficción, de la estrella de Belén a la misión Gaia, Florian Freistetter cuenta la historia del universo a través de cien estrellas. Unas son brillantes y desde hace miles de años forman parte de los relatos sobre el origen del mundo; algunas nos revelan colisiones galácticas mientras otras son exploradas para misiones interestelares; unas cuantas nos muestran el nacimiento del universo y otras nos desvelan cómo será su futuro.

Los cien capítulos que entretejen este libro nos permiten entender y admirar el firmamento, además de conocer a quienes hicieron posible su estudio, desde personalidades como Isaac Newton o James Bradley hasta astrónomas que casi nadie recuerda, como Dorrit Hoffleit, Henrietta Swan Leavitt o Cecilia Payne, a las que les debemos hallazgos tan importantes como el número de estrellas visibles en la bóveda celeste, el cálculo de las distancias en el universo y los principales componentes de las estrellas. El Confidencial les ofrece en exclusiva a sus suscriptores un capítulo de 'Una historia del universo en 100 estrellas', una manera diferente de conocer de dónde venimos y, sobre todo, a dónde vamos.

Hikoboshi, el vaquero y la tejedora celestial

La estrella más luminosa en la constelación del Águila difícilmente pasa inadvertida. Se encuentra a tan solo 16 años luz de nosotros, posee una luminosidad once veces mayor que la del Sol y es la duodécima estrella más brillante del firmamento. Su nombre oficial es Altair y, como el de tantos otros nombres de estrellas, su origen es árabe.

En los siglos VIII y IX, astrónomos árabes retomaron los conocimientos de la Antigua Grecia, los ampliaron y publicaron sus propias traducciones de las obras clásicas. Después, cuando los eruditos de la Europa medieval tradujeron estos textos árabes, también adoptaron los nombres de las estrellas. Así pues, Al-Nasr al-Tā’ir ('el águila voladora') se convirtió en Altair, un nombre que sigue vigente en la actualidad.

El nombre de prácticamente todas las estrellas luminosas del cielo es de origen árabe, como por ejemplo Ras Algethi, Algol, Dschubba, Fomalhaut, Mizar, Zuben Elgenubi y muchas más, y algunas tienen denominación latina, como Polaris, Regulus y Capella. Pero aunque la cultura occidental descansa con firmeza sobre los pilares de la Antigüedad grecorromana y de la acogida que los árabes brindaron a esta, no hay que olvidar que el firmamento lo han contemplado todas las personas en todas las épocas.

Cada pueblo asigna sus propios nombres a las estrellas y cuenta sus historias. En Japón, por ejemplo, se conoce a Altair como Hikoboshi y cada 7 de julio se celebra una fiesta en su honor: una conmemoración en honor de Hikoboshi y Orihime, el vaquero y la tejedora. Su historia se remonta a una leyenda popular china que tiene al menos 2.600 años de antigüedad.

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Orihime, hija de Tentei, el dios del cielo, pasa los días tejiendo las prendas de los dioses. Con el objeto de proporcionar un poco de distracción a su hija, Tentei la empareja con el vaquero Hikoboshi. Sin embargo, como es habitual en los jóvenes, el amor hace que ambos se olviden del trabajo. Las vacas deambulan por la zona sin que nadie se ocupe de ellas y los dioses esperan en vano sus ropajes. Tentei se ve obligado a intervenir para separarlos: destierra a cada uno de ellos a una orilla del Amanogawa, el gran río del cielo. Pero siguen descuidando sus tareas, ya que Orihime y Hikoboshi son demasiado infelices para concentrarse en sus respectivos cometidos. Por eso se les acaba permitiendo reunirse una vez al año: siempre el séptimo día del séptimo mes. Sin embargo, la primera vez que quieren verse, los amantes se dan cuenta de que en el río no hay ningún puente. Orihime rompe a llorar de tal forma que una gran bandada de urracas se apiada de ella: las aves tienden un puente sobre el Amanogawa con sus alas y prometen a la pareja hacerles ese favor todos los años, siempre que el séptimo día del séptimo mes no llueva y el río celestial no lleve demasiada agua.

La trágica historia de amor y su final feliz puede contemplarse aún hoy en día en el firmamento. Hikoboshi es, como ya se ha mencionado, la estrella Altair; y Orihime, la tejedora celestial, la brillante estrella Vega. Y, al igual que en la leyenda, entre ambos se puede ver la Vía Láctea: el río celestial Amanogawa. Si se mira con atención, incluso se pueden distinguir las serviciales urracas, ya que partes de la región de la Vía Láctea que resultan visibles entre Vega y Altair se hallan cubiertas por grandes nubes de polvo interestelar y sobre el 'río celestial' se extiende una franja oscura.

Orihime y Hikoboshi se pueden ver especialmente bien en el firmamento en verano, justo cuando se celebra el festival del Tanabata en Japón, en el que se recuerda la leyenda del vaquero y la tejedora y se cuelgan papelitos de colores de las ramas de bambú con los deseos que a uno le gustaría ver cumplidos.

Mucho antes de que supiésemos qué son, las estrellas ya nos inspiraban historias. El cielo está repleto de ellas y no deberíamos olvidarnos de ninguna. Y es que, al igual que las estrellas nos cuentan cosas del universo, las historias que tejemos con ellas nos cuentan cosas de nosotros mismos.

¿A qué estrella debemos el conocimiento de que la Tierra gira sobre su propio eje? ¿Por qué la luminosidad de algunos astros varía y cuál es su relación con el descubrimiento del tamaño del cosmos? ¿Qué pueden enseñarnos los cuerpos celestes que todavía no han nacido? Todas estas preguntas y muchas más son respondidas en 'Una historia del universo en 100 estrellas', un apasionante libro de Florian Freistetter publicado por la Editorial Ariel.

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