La película que debes ver | 'Shiva Baby', de Emma Seligman, disponible en Filmin

Talento desbordante y desenfado corrosivo, Emma Seligman acaba de firmar con 26 años uno de los mejores debuts del cine indie en 2021. Basada en un corto homónimo, 'Shiva Baby' hace de la incomodidad, comedia, con un pulso y una originalidad en el guion que solo pueden nacer de una personalidad sin concesiones. Disponible en Filmin, la ópera prima de Seligman pasó por el South By Southwest y el Festival Mar de Plata antes de llegar directamente a plataformas y demuestra una directora y guionista heredera del mejor Woody Allen, con una identidad absolutamente propia y un humor transgresor y espinoso.

Ya en una de las primeras secuencias de la película, Seligman consigue generar ese nudo en el estómago que provoca convertirse en espectador de una tragedia mascada: Danielle (Rachel Sennott) es una joven de familia judía de clase media que cursa Estudios de género y, para sacarse un dinero, se prostituye. Primer palo en el ojo.

Después de llegar tarde a un funeral, y cuando está acompañada por sus padres, Danielle se da de bruces con uno de sus clientes y se produce la conversación a cuatro más inconveniente posible. La rapidez de los diálogos y la actuación brillante de Sennott generan un espesor cómico muy particular. Seligman explota las idiosincrasias de la comunidad judía americana y las utiliza como contexto para contar la historia de una joven mezquina y retorcida que, a pesar de todo, no puede sino caernos bien.

Porque en esa 'Shiv'ah' -ritual judío en el que los familiares más cercanos se reúnen a llorar al fenecido-, han confluido todas las pesadillas de Danielle: unos padres irritantes, un cliente acompañado de su mujer y su bebé, una exnovia con la que tiene una relación pasivo-agresiva, y muchos adultos cotillas y descarados que no paran de preguntarle si ya ha encontrado trabajo, si ya ha encontrado novio, si no ha adelgazado mucho, si no debería sentar la cabeza...

La directora transmite la asfixia social de su protagonista, rodeándola de conversaciones tan banales como naturalistas, mientras sus secretos están a punto de salir a la luz. Seligman domina el ritmo, la comedia humillante y mezquina y apunta a la hipocresía que hay dentro de las familias, dentro de la religión y dentro del feminismo. Pero, a su vez, consigue dotar a su personaje de destellos de vulnerabilidad para que el espectador empatice con sus debilidades.

Una comedia ácida y perversa apta para un público retorcido.