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Los gigantes financieros en la era del nuevo capitalismo
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Los gigantes financieros en la era del nuevo capitalismo

BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors son los tres grandes fondos de la inversión pasiva. Y serán actores sistémicos fundamentales en los próximos años

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Hace poco más de un año, en un instante que ya nos parece lejanísimo, casi 200 CEO de grandes empresas estadounidenses emitieron una declaración que señalaba la necesidad de dar un giro al capitalismo. La obsesión por las ganancias rápidas, el cortoplacismo avaricioso y la pérdida de los valores que, además del beneficio, debían inspirar a las empresas estaban matando eal sistema. Era el momento de encarar ese desafío y había que hacerlo pronto. Era la hora de un nuevo capitalismo, uno más justo, equitativo y sostenible, que funcionase para todos, que tuviera un impacto positivo, que devolviera a la sociedad algo de lo que esta le daba, y que tuviera en cuenta de manera decidida el largo plazo. Enseguida llegó la pandemia, y las cosas se pusieron mucho peor.

Las creaciones culturales más interesantes suelen captar nítidamente el aire de los tiempos, y ‘Billions’ es una de las series con más capacidad de reflejar la evolución de nuestra época. Más allá de sus tramas seductoras y retorcidas y de sus atractivos personajes, muestra una mirada afilada sobre las tendencias, novedades y luchas internas de uno de los campos decisivos en nuestros tiempos, el financiero. Uno de sus protagonistas, Bobby ‘Axe’ Axelrod (excelentemente interpretado por Damien Lewis), dirige un 'hedge fund', y es de esas personalidades que aman tener sobre la mesa el corazón aún latiente de sus enemigos: es la representación subjetiva de todo lo que se atribuye al capitalismo depredador.

Los fondos de gestión pasiva vendrían a ser los correctores de los defectos del sistema a partir de una inversión más paciente y responsable

En su quinta temporada, interrumpida por el covid, Axe encuentra un rival realmente poderoso en Mike Prince, un titán de las finanzas con rostro humano. Pretende hacer algo positivo por la sociedad, es amigo de las energías limpias, tiene un propósito que va más allá de ganar lo máximo posible y cree en el largo plazo y la sostenibilidad. Mike Prince representa la inversión responsable, Bobby Axelrod, la ambición desatada. Axe vs. Prince, el ‘hacha’ contra el ‘príncipe’, toda una metáfora que refleja el estado real de las finanzas.

Los fondos de gestión pasiva, como BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors, estarían desempeñando, en este momento concreto, el mismo papel que Mike Prince frente a los tiburones de los 'hedge funds': capitalismo responsable, visión a largo plazo, apuesta decidida por la descarbonización, atención creciente a la diversidad, inversión paciente. Justo lo que el capitalismo estaba demandando: vendrían a ser los correctores de los defectos del sistema a partir de una nueva manera de gestionar los ahorros y de conciencia mucho más firme respecto de las necesidades de la época. Su creciente poder estaría dando forma a un sistema diferente.

La posición de privilegio que gozó Goldman Sachs en el Gobierno de EEUU (‘Government Sachs’) parece haber sido ocupada por BlackRock

Por decirlo en términos políticos, el viejo capitalismo es Trump; el nuevo, los fondos de gestión pasiva, es Biden. Y no es simple retórica. Larry Fink, CEO de BlackRock, alabó al nuevo presidente estadounidense, del que dijo que era la voz de la razón, y Biden ha correspondido nombrando director del Consejo Económico Nacional a Brian Deese, al que ha encargado que saque a EEUU de la crisis económica. El consejo es el máximo órgano consultivo en materia económica de la Administración estadounidense y Deese era el responsable de las inversiones sostenibles en BlackRock. Biden ha elegido como número dos del Departamento del Tesoro a Wally Adeyemo, ex jefe de Personal de Fink. Y no debemos olvidar que BlackRock también fue la empresa elegida por la Reserva Federal para gestionar el programa económico de ayuda durante la pandemia, que ascendía a 750.000 millones de dólares. La posición de privilegio que gozó Goldman Sachs en el Gobierno de EEUU (‘Goverment Sachs’) parece haber sido ocupada por BlackRock.

1. Quiénes son y qué hacen

BlackRock, Vanguard y State Street, los tres mayores fondos de gestión pasiva, poseen una fórmula inversora diferente. En lugar de que el capital quede en manos de gestores que toman decisiones continuas sobre las empresas en que colocar el capital, cuándo entrar y salir de ellas y qué tipo de apuestas realizar, este tipo de firmas crea carteras vinculadas a índices que replican la composición de un índice bursátil entero (Ibex 35, DJ EuroStoxx 50, Nasdaq 100…). Son los artífices de un nuevo y exitoso producto, los ETF (fondos cotizados), un híbrido entre las acciones y los fondos que pueden comprarse y venderse en las bolsas y que, por tanto, aportan mayor liquidez.

Pero más allá de su descripción técnica, la inversión pasiva y los ETF constituyen mucho más que una mera novedad inversora: son el refugio y la reinvención del capitalismo financiero. Dado que hay pocas inversiones que generen seguridad en un momento de crisis económica y sanitaria, y con la deuda pública solvente en tipos negativos, hacen falta espacios que generen la certeza de la deuda pública pero que añadan rentabilidad. Esa es la promesa que ofrecen los tres grandes y por eso han crecido muchísimo en los últimos tiempos. El capital de muchos ahorradores preocupados por la incertidumbre ha ido a parar, directa o indirectamente, a los fondos de gestión pasiva: es menos arriesgada que la inversión activa, tiene vocación de largo plazo y es más barata, por sus menores comisiones. Pero además de ofrecer un lugar seguro, y si otorgamos crédito a lo que dicen de sí mismos, constituyen la redefinición del capitalismo financiero, en la medida en que conjugan los intereses de los inversores y los de la sociedad, que precisa un capital más integrado, más vinculado con su entorno y con una perspectiva mucho más amplia. Estas son sus características:

1a. Son un instrumento de estabilidad

Dado su peculiar modelo de inversión, tienen un especial interés en el funcionamiento del conjunto del sistema: no apuestan por una fruta de la cesta, sino por la cesta entera. Algunas empresas de las que figuran en sus índices perderán, otras ganarán, pero lo importante es el equilibrio: que el resultado final, la suma de todas ellas, arroje un balance positivo. No tienen ninguna intención de convertir elS&P 500 en el S&P 490 solo porque algunas firmas tengan un mal momento, su deseo es que el sistema funcione.

Ese interés en la estabilidad general es lo que, entre otras razones menos amables, justificaba que BlackRock estuviera al frente del reparto del dinero estadounidense para la recuperación: en la medida en que su pretensión es asentar el mercado en su conjunto, y dada su presencia en la gran mayoría de las firmas cotizadas estadounidenses y su conocimiento de los riesgos sistémicos, parecía el actor adecuado para ayudar a la Reserva Federal en el reparto. En tanto interesados en la solidez general del sistema financiero, estaban obligados a repartir el dinero de forma que las empresas y las bolsas quedasen asentadas. Es relevante subrayar que estos fondos invierten en el capitalismo mucho más que en empresas particulares: defienden la estabilidad del capital genéricamente considerado.

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1b. Son capital paciente

Los mercados financieros de las últimas décadas han pretendido obtener el máximo valor para sus accionistas en el plazo más corto posible. Los 'hedge funds', los gestores personificados en el Bobby Axelrod de ‘Billions’, han exhibido como valor esa orientación agresiva y extractiva de la que tanto se dolían los directivos de las empresas. Esa tendencia generó la añoranza del capitalismo renano, de ese modelo centrado en el largo plazo que tomaba en consideración intereses diferentes del beneficio rápido. Europa se condujo con ese sistema durante bastante tiempo, con grandes empresas soportadas por capital proveniente de bancos nacionales, accionistas familiares, grandes aseguradoras o del mismo Estado. Esta clase de capitalismo desapareció 'de facto' de las cotizadas, sometidas a muchas presiones, y acabó convirtiéndose o en capitalismo de amiguetes o en simple materia prima para los inversores extractivos. Los fondos de inversión pasiva aseguran venir a ocupar una función similar a la del antiguo capital paciente.

Frente a los accionistas interesados en extraer beneficios a corto plazo, ofrecemos un contrapeso saludable y necesario

El CEO de BlackRock, Larry Fink, pidió explícitamente a las grandes empresas que formulasen estrategias para crecer a largo plazo, que no se concentrasen en exceso en los resultados trimestrales y que entendieran que debían ofrecer una contribución positiva a la sociedad, y señaló que su firma proporcionaría ese capital paciente necesario para que pudieran prosperar. En el mismo sentido se pronunció Cyrus Taraporevala, CEO de State Street, al afirmar: “Somos capital permanente (…). Eso significa que debemos adoptar una perspectiva a largo plazo en nombre de nuestros clientes. En un momento en el que algunos accionistas activistas están interesados en extraer beneficios a corto plazo de las empresas, nosotros ofrecemos un contrapeso saludable y necesario”.

1c. Tienen ideología

Los fondos de inversión pasiva están especialmente comprometidos con la sostenibilidad, presionan para lograr una economía baja en carbono y abogan por otro tipo de gobierno de las empresas. En el centro de estas pretensiones se sitúan los criterios ASG, que prestan especial atención a la apuesta ecológica, a la responsabilidad social, a la diversidad en el lugar de trabajo, a la remuneración apropiada de los directivos y al gobierno corporativo. Son criterios con gran importancia, dado que los informes desfavorables en este sentido penalizarán en el apoyo inversor a las empresas que los incumplan.

State Street anunció que votará en contra de los consejos de las grandes empresas que no sigan los estándares ASG, y BlackRock es el fondo más insistente en este sentido, anunciando que duplicará los ETF sostenibles y que presionará a las empresas que proveen los índices para que hagan más énfasis en estos criterios.

Los criterios ASG son el mecanismo de control del capitalismo contemporáneo, mucho más que simples estándares de inversión

La importancia de los ASG se pone de relieve también por su penetración en los ámbitos institucionales. Los mismos fondos para la recuperación europea están tejidos desde esa perspectiva, la Unión Europea apoya de una manera decidida las premisas ideológicas desde las que se construyen estos estándares y Biden asegura que lanzará iniciativas claras en ese sentido.

Dicho de otro modo, con los criterios ASG, los fondos de gestión pasiva han creado un instrumento de valoración a través del cual actuarán como correctores de las disfunciones del sistema, y penalizarán aquellas compañías que no utilicen las energías limpias y que no promuevan decididamente la diversidad en el trabajo, la equiparación salarial entre hombres y mujeres y la necesidad de retribuciones ajustadas por parte de los directivos. Son el mecanismo de control del capitalismo contemporáneo, mucho más que simples estándares de inversión.

1d. Reducen costes

Otra de sus grandes novedades, que constituye una notable ventaja para quienes ponen el capital en manos de estos fondos, es su menor coste. Han reconfigurado la inversión de modo que pueden gestionar una enorme cantidad de activos con escaso personal (como señala Rubén Juste en ‘La nueva clase dominante’, Vanguard mueve capital equivalente al presupuesto de EEUU con solo 300 empleados) y gracias a sus algoritmos, lo que les permite cobrar comisiones mucho más reducidas que las de los fondos de gestión activa. Forman parte de esa tendencia contemporánea que sustituye mano de obra por procesos sistematizados, lo que les ahorra salarios muy elevados, los que se pagaban a las estrellas de la inversión (los bancos de inversión nacionales están haciendo lo mismo). La consecuencia de procesar la información con menos personas y eliminar además puestos muy bien retribuidos es que sus procesos están mucho más centralizados y coordinados, pero son también más rígidos.

Los tres grandes fondos pasivos empujan hacia una sociedad más verde, más inclusiva y con mayor foco en el largo plazo

En definitiva, BlackRock, Vanguard o State Street, los tres grandes, suponen un cambio en el capitalismo financiero, ya que concentran la inversión y lo hacen con menor coste, pretenden una mayor estabilidad sistémica y apuestan por la relegación de las prácticas más arriesgadas y lesivas del capitalismo reciente. Y, al mismo tiempo, empujan en dirección a una sociedad más verde, más inclusiva y con mayor foco en el largo plazo. Al menos, esa es la teoría.

2. Su poder

Antes de la pandemia, los tres grandes gestores pasivos, Vanguard, BlackRock y State Street Global Advisors, poseían en conjunto más del 20% de las acciones de las compañías cotizadas en el S&P 500. De todos ellos, BlackRock es el más importante en cuanto a tamaño: es la empresa de gestión de activos más grande del mundo, y cuenta con casi ocho billones de dólares bajo su control. En el mercado estadounidense es el actor dominante, ya que posee al menos el 5% de la práctica totalidad (el 97%) de las compañías que figuran en el índice S&P 500, incluidas Apple, Microsoft, JP Morgan Chase y Wells Fargo.

BlackRock gestiona fundamentalmente capital de inversores institucionales, lo que supone el 60% de sus casi ocho billones de dólares

En España, solo su cartera de acciones está valorada en cerca de 18.000 millones de euros, un 11,9% más que al cierre de 2018, según los datos recopilados por ‘La Información’ a partir de los registros de la CNMV. Está por encima de los 12.000 millones que maneja Vanguard, del fondo soberano de Noruega e incluso de la cartera pública del Estado, si se excluye la participación en Airbus (que no pertenece al índice). Santander, Iberdrola, Amadeus, BBVA y Telefónica copan el grueso de su inversión. Y también está presente en Inditex, aunque en la firma de Ortega no llega al 3%.

BlackRock gestiona fundamentalmente capital de inversores institucionales, lo que supone el 60% de sus activos. Dada la gran cantidad que maneja, BlackRock posee intereses globales: a principios de 2019 y al margen de otra clase de inversiones, el fondo de Larry Fink era accionista de más de 10.000 empresas cotizadas en todo el mundo. Los otros dos gigantes no se quedaban atrás: Vanguard estaba presente en más de 10.500 empresas y State Street, en 6.000 firmas. La única empresa con dimensiones similares era el fondo soberano de Noruega, que poseía acciones de 8.500 empresas cotizadas en todo el mundo, pero su porcentaje accionarial era bastante más pequeño que el de los tres grandes.

En Europa, los tres administradores de activos pasivos tenían una propiedad media del 8% en las 30 empresas más grandes cotizadas de Alemania. Su posición era más reducida en Francia y los Países Bajos, ya que solo poseían el 22% en el índice AEX y el 20% en el índice CAC 40. Jan Fichtner y Eelke Heemskerk recogieron en ‘The New Permanent Universal Owners’ los datos sobre la propiedad declarada en 2018 por los tres grandes y de sus participaciones en la propiedad de empresas de diferentes países.

Los autores añadieron en la comparativa el mayor fondo soberano del mundo, el noruego, para hacer más visible el tamaño y la importancia de los inversores pasivos. El fondo noruego, sin embargo, aunque ha estado tradicionalmente vinculado al capital paciente y a la renovación energética, utiliza otras estrategias, y los cambios recientes en su dirección, para la que fichó a un directivo proveniente de los 'hedge funds', Nicolai Tangen, hacen pensar que tomará un papel más activo en sus futuras inversiones.

3. La magia de la influencia

Con la gran cantidad de millones que gestionan, su presencia en el accionariado de un enorme número de empresas cotizadas y su comprobable influencia en el Gobierno estadounidense y en el de la Unión Europea, es evidente que estamos ante gigantes de enorme peso político y económico. Pero hay un par de aspectos que añaden todavía más poder, y que merecen subrayarse. El primero atañe a los tres grandes y no es más que la estrategia que utilizó JP Morgan en la segunda década del siglo XX: puesto que se sentaba en los consejos de administración de todas las grandes empresas estadounidenses, contaba con un acceso privilegiado a la información, que utilizaba en su provecho: tenía un conocimiento extenso de todos los sectores, lo que le permitía identificar oportunidades ante que cualquier otro actor y encontrar nuevos instrumentos con los que generar mayor rentabilidad. Esa posición de privilegio aparece también en nuestra época.

El segundo asunto relevante atañe únicamente a BlackRock, ya que posee el instrumento decisivo en lo que se refiere a influencia. Lleva el curioso nombre de Aladdin, y ha sido calificado como el Android de la inversión. Se trata de una plataforma basada en el 'big data' y la inteligencia artificial, y cuyo algoritmo guarda con enorme celo la compañía dirigida por Fink. Su importancia radica en que su análisis de riesgos es utilizado por la Reserva Federal de EEUU y por el Banco Central Europeo, pero también por Vanguard y State Street, los dos competidores de BlackRock en su sector. Y no solo ellos: grandes aseguradoras, el fondo de pensiones japonés, Apple, Microsoft y Alphabet, entre muchos otras, incluido el Banco Santander, utilizan este sistema. Aladdin ha sido descrito por ‘Financial Times’ como el sistema nervioso central de la industria inversora: hay 22 billones de dólares en activos que están bajo la supervisión de este sistema, aunque su alcance real se desconoce, como ha reconocido Blackrock. Y la pandemia ha provocado que su peso sea aún mayor.

Los bancos centrales, las empresas y los inversores más importantes ven el mundo con los ojos de Aladdin, esto es, de BlackRock

Aunque Aladdin no indique qué activos comprar y vender, su análisis de riesgos es enormemente influyente, porque determina muchísimas decisiones: cuanto más deleguen los gestores de activos en el sistema, más uniformes serán las respuestas; 'de facto', esto implica la concentración del ámbito financiero.

Por decirlo de otra manera, los bancos centrales, las empresas y los inversores más importantes ven el mundo con los ojos de Aladdin, esto es, de BlackRock; deciden sus movimientos en función de los análisis de una plataforma, lo que les da un poder grandísimo. Y cabe subrayar que en las últimas décadas, como subrayó el caso Walmart, una empresa no tecnológica, la capacidad de concentrar sectores y de crear actores dominantes está totalmente relacionada con la vinculación a un sistema informático centralizado, como bien señala el éxito de los algoritmos de Facebook y Google.

Si un sector clave, como es el financiero, es puesto bajo la guía de un algoritmo desconocido, los riesgos pueden ser muy grandes

Aladdin sitúa la industria bajo sus alas. Es un movimiento de concentración no solo del capital, sino de los mecanismos de prevención y de alerta, y constituye 'de facto' un instrumento de sanción y de refuerzo a determinados sectores y actores. Sabemos de los peligros de la concentración, pero si un ámbito clave de nuestra economía, como es el financiero, es puesto bajo la guía de un algoritmo desconocido, los riesgos pueden ser muy grandes. Los reguladores ya están empezando a tenerlo en consideración.

Y existe un problema añadido: la complejidad de Aladdin provoca que la desactivación del sistema conlleve mucho tiempo, incluso años, ya que cada usuario ha tenido que adaptar sus formas operativas a la plataforma de BlackRock, por lo que la desconexión es especialmente ardua: es “como cambiar la rueda del coche mientras aceleras en una carrera”.

4. Las preguntas que quedan en el aire

La quinta temporada de ‘Billions’, esa en la que Bobby Axelrod y Mike Prince se enfrentaban, ha sido interrumpida a la mitad a causa del coronavirus. En el último capítulo emitido, parecía que Axe iba perdiendo todas las batallas, pero estaba decidido a ganar la guerra. Ese es también nuestro momento. Al menos eventualmente, todo gira a favor de ese mundo sostenible y diverso por el que apuesta el capital pasivo, pero todavía hay muchas incertidumbres en el horizonte. Las compañías eléctricas y las verdes están en un buen momento y las petroleras en descenso, pero habrá que ver si Biden controla ambas Cámaras y desarrolla sus planes verdes o tendrá que hacer pactos que los frenen; la Unión Europea ha puesto en marcha los fondos para la recuperación desde una perspectiva ASG, pero tendremos que confirmar su alcance, y deberemos constatar si la crisis económica se desvanece conforme avanza 2021 o se hace más profunda para distintos sectores sociales, en cuyo caso esas apuestas sufrirán evidentes dilaciones.

Pero la pregunta que dejaba ‘Billions’ en el aire tenía que ver, más que con el momento, con la personalidad de los contendientes. Axelrod, el tiburón de los 'hedge funds', creía que las cualidades pacientes que Prince exhibía no eran más que otra jugada cínica para vencer en la contienda, que el rostro empático no era más que el siguiente paso del capitalismo depredador, y que el objetivo consistía simplemente en sacar a los rivales del juego. Alguna duda en ese sentido ha descrito ‘Financial Times’ respecto de Larry Fink. En 1986, era un directivo de First Boston, un gran banco de inversiones, y tenía aspiraciones de convertirse en su CEO. Pero cometió un error de cientos de millones de dólares y acabó en la calle. Fue entonces cuando creó BlackRock. Pero lo que cuenta ‘Financial Times’ es que su equivocación estuvo causada por la enconada rivalidad que mantenía con su homólogo de Salomon Brothers, Lewis Ranieri. Fue esa competición descarnada lo que le llevó a asumir muchos más riesgos de los necesarios; fue el deseo de vencer a toda costa el que le hizo forzar la máquina y quizás ese carácter no se pierda nunca. Un antiguo compañero de First Boston definía a Fink y a la gente que se llevó con él como “dinamita”, como personas “que pueden oler la sangre río arriba”.

Foto: (Reuters)

Acusaciones similares han sido emitidas desde entornos ecologistas, en especial sobre BlackRock, al que han acusado de ‘greenwashing’, de haberse beneficiado especialmente de las ayudas que contribuyó a repartir, o de tener una actitud mucho más ambigua de la que explicita acerca de la responsabilidad corporativa y de la buena gestión empresarial. Larry Fink, además de mostrar su disgusto con los reproches respecto de su papel en el reparto, tiene una explicación sobre esas acusaciones. Como relataba con sinceridad a Ana Botín en una reciente conversación pública, le gustaría ser más contundente en cuestiones como la descarbonización, pero dado que su tarea como CEO de una firma inversora es beneficiar a sus clientes, si la penalización a empresas que contaminan causa serios perjuicios a esa rentabilidad, debe dar marcha atrás: las leyes de su país le obligan a actuar diligentemente en su función inversora, e incluso podrían penarle con la cárcel si actuase de otro modo.

Sin embargo, las dudas no se generan únicamente acerca de si estos fondos pasivos cumplirán lo que prometen; también las hay acerca de si cumpliendo lo que prometen conseguirán sus objetivos. Lograr una sociedad más estable, más inclusiva, más verde y más centrada en el largo plazo puede no ser posible si no se pone freno a aspectos como la desigualdad, uno de los grandes riesgos que afrontará la época que viene, algo para lo que no han previsto medidas, o si no se corrige de manera decidida el aspecto puramente rentista del sector financiero. En todo caso, y como en ‘Billions’, estamos a mitad de temporada. Lo que no puede negarse es que en esta nueva entrega del capitalismo, los tres grandes van a jugar un papel muy relevante.

Hace poco más de un año, en un instante que ya nos parece lejanísimo, casi 200 CEO de grandes empresas estadounidenses emitieron una declaración que señalaba la necesidad de dar un giro al capitalismo. La obsesión por las ganancias rápidas, el cortoplacismo avaricioso y la pérdida de los valores que, además del beneficio, debían inspirar a las empresas estaban matando eal sistema. Era el momento de encarar ese desafío y había que hacerlo pronto. Era la hora de un nuevo capitalismo, uno más justo, equitativo y sostenible, que funcionase para todos, que tuviera un impacto positivo, que devolviera a la sociedad algo de lo que esta le daba, y que tuviera en cuenta de manera decidida el largo plazo. Enseguida llegó la pandemia, y las cosas se pusieron mucho peor.

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