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Secuelas del Covid-19: la agorafobia y el desplome de la confianza en las empresas
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Secuelas del Covid-19: la agorafobia y el desplome de la confianza en las empresas

Las compañías no han creado un sistema eficiente para el estímulo de sus empleados sometidos al teletrabajo y la reclusión domiciliaria

Ya hemos llegado a la conclusión –no diagnosticada pero asumida– de que la pandemia del coronavirus está dejando secuelas psicológicas que afectan a una parte importante de los ciudadanos. Fatiga emocional, cansancio mental y pesimismo, una visión oscura y poco estimulante de un futuro mejor que se hace esperar, que se prolonga cada día, que aplaza su final, serían las características de un humor colectivo al que las autoridades no prestan particular atención y que combaten con promesas –por ejemplo, sobre el porcentaje de población vacunada en el verano de este año, el 70%, dicen– que ya resultan poco creíbles.

Lo grave es que, la confianza no es mayor en instancias distintas a las políticas y las sanitarias. En la encuesta realizada los pasados días 26 y 27 de enero por Metroscopia, aparece un dato demoledor: nueve de cada diez españoles (92% de los consultados) “tienen la impresión de que durante la actual crisis muchas empresas van a desaparecer, con el consiguiente perjuicio para el empleo”. No sólo eso: “tres de cada cuatro (73%) creen que el tejido empresarial español no están en condiciones de superar la actual crisis y volver a generar puestos de trabajo”. Los más jóvenes son los más desesperanzados. El 80% de los consultados por esta empresa demoscópica (entre 18 y 34 años) piensan que las empresas no están en condiciones de crear empleo rápidamente.

Foto: Temporada de rebajas en una tienda del centro de Barcelona. (EFE)

No se trata solo de un cerrado pesimismo sobre las posibilidades de que las empresas españoles creen puestos de trabajo por una mayor producción de bienes y servicios, el incremento de las exportaciones y la revitalización de los servicios –especialmente de los vinculados al turismo, la restauración y la hostelería– sino que, además, existe una extendida convicción según este estudio al que ha tenido acceso El Confidencial de que muchas empresas “llegarán a desaparecer”, algo que sospechan mucho más los jóvenes (hasta el 95%) que los ciudadanos de mayor edad (65%). Esta diferencia de criterio entre los ciudadanos de distintas franjas de edad se explicaría por lo que se denominan “criterios de experiencia histórica”, es decir, por el hecho de que las personas con más de 65 años han pasado por crisis anteriores y confían en una recuperación, frente a los más jóvenes que viven la actual como la primera de sus vidas, y que consideran mucho más grave que la financiera de 2008.

El teletrabajo, que salva empleos y mantiene la actividad, provoca, sin embargo, una ausencia de socialización

Consultados psicólogos y sociólogos sobre el pesimismo social que se está adueñando de los ciudadanos, todos ellos remiten a la envergadura de las consecuencias de la pandemia que ha alterado profundamente los hábitos de vida y, específicamente, los laborales. El teletrabajo, que salva empleos y mantiene la actividad, provoca, sin embargo, una ausencia de socialización y una enorme lejanía del pálpito de la empresa que de la que se deja de percibir su vitalidad.

Expertos en comunicación pública atribuyen tanto a las autoridades institucionales como a las propias empresas una “enorme torpeza” en la emisión de mensajes que mantengan el ánimo colectivo estimulado. Son pocas las compañías que a través de correos electrónicos y llamadas desde los departamentos de recursos humanos, se interesan por el estado de ánimo de sus trabajadores, les preguntan por sus inquietudes y les transmiten pautas de comportamiento para que no decaigan. Se considera una falta de perspicacia grave que las empresas no hayan constituido grupos reducidos para la gestión de la “crisis psicológica” de sus empleados desconectados físicamente de sus lugares de trabajo, sin información sobre la marcha de la empresa y sin evaluación de su propio rendimiento en el teletrabajo.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.

La encuesta de Metroscopia delata una omisión estratégica de las empresas en la gestión de sus recursos humanos en esta pandemia que ha provocado la caída de la confianza de sus empleados en el futuro colectivo y la continuidad del propósito empresarial. Y acreditaría que los consejo de psicólogos y psiquiatras que propugnan comenzar urgentemente a trabajar en un plan nacional para mejorar el estado de ánimo de los ciudadanos es una prioridad acuciante para combatir los efectos de la crisis sanitaria. Una misión que también concierne a los medios de comunicación que están avasallando, especialmente a los espectadores de los informativos televisivos, con una catarata de noticias sobre el Covid-19 que, en ocasiones, causan angustia y ansiedad. Expertos en comunicación pública son muy crítico con las imágenes reiterativas de los “pinchazos” de las dosis de las vacunas en los brazos de personas mayores que ofrecen la sensación estar viviendo “en una sede hospitalaria”.

El llamado “Covid permanente”, que sería un conjunto de secuelas físicas en infectados que ya no registran rastro alguno del virus –cansancio, cefaleas, insomnio–, podría convertirse según los especialistas en salud mental, en una “infección emocional constante” que adquiriría expresiones diagnósticas muy serias como depresiones y agravamiento de otras dolencias mentales como la esquizofrenia, las fobias, la cronificación de los ataques de ansiedad y la hipocondría. Las llamadas “indisciplinas sociales” que incumplen con las instrucciones sanitarias -mascarilla, distancia de seguridad, hidrogeles para lavar las manos y restricción de la movilidad- resultarían conductas mucho más inspiradas por una pulsión de imprescindible expansión mental que por un dolo de desobediencia a las autoridades. Con todo lo cual, el grave problema pandémico se complica porque ya no afecta sólo a la salud física sino a la mental y lo hace, además, colectiva y masivamente. Preocupa especialmente el “miedo a salir de casa, a estar cerca de personas, a emplear el ascensor”, síntomas de un mal que será también pandémico: la agorafobia.

Ya hemos llegado a la conclusión –no diagnosticada pero asumida– de que la pandemia del coronavirus está dejando secuelas psicológicas que afectan a una parte importante de los ciudadanos. Fatiga emocional, cansancio mental y pesimismo, una visión oscura y poco estimulante de un futuro mejor que se hace esperar, que se prolonga cada día, que aplaza su final, serían las características de un humor colectivo al que las autoridades no prestan particular atención y que combaten con promesas –por ejemplo, sobre el porcentaje de población vacunada en el verano de este año, el 70%, dicen– que ya resultan poco creíbles.

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