Machos contra blandengues: la nueva contracultura es conservadora
Género y clima volverán a ser protagonistas, y quizá determinados valores conservadores como la religión, la familia tradicional o la monarquía acaben conformando una nueva contracultura
La maquinaria mundial de las ideas parece gran cosa hasta que una simple infección se nos va de las manos. Antes de marzo de 2020 (o sea, del coronavirus), en España y en todo el mundo se hablaba ardorosamente del cambio climático y del heteropatriarcado. Pedro Sánchez tenía claro que el mundo se iba a acabar y que no estábamos haciendo nada por evitarlo. Greta Thunberg era un icono inamovible. Por su parte, el Ministerio de Igualdad de Irene Montero tramitaba una ley de libertad sexual para un país que, en 2020, ya estaba de vuelta hasta del poliamor. Todo era horrible y plácido, debatible, juguetón e inmaterial. 70.000 muertos después —solo en España—, parece que todo el engranaje de la guerra cultural necesita gasolina nueva o empujes viejos, porque ahora mismo a nadie le preocupa nada de lo que nos decían que debía preocuparnos hace un año. Salud y trabajo: al final, sí hemos vuelto a las cuitas básicas.
En un ejercicio de anticipación tan estimulante como caprichoso, cataloguemos brevemente las guerras culturales que 2021 nos obligará a librar, con toda probabilidad, en contra del día a día de un país con el desempleo disparado y la salud renqueante.
Los caminos de la izquierda
Género
Si hay un ministerio que hace las veces de Ministerio de la Guerra Cultural, es el que encabeza Irene Montero, una máquina de provocar 'memes' y tendencias a 15.000 euros el informe. La estrategia la tenemos clara: 15.000 euros por un informe sobre un tema que nadie tiene en mente encargado a gente que no sabe escribir para obtener validación científica (es un decir) del prejuicio (tesis) propio. Al disparatado informe sobre publicidad sexista en Navidad (las niñas en los anuncios aparecen sentadas en mayor cantidad que los niños, fue su fascinante conclusión), le seguirá próximamente el que nos iluminará sobre cuántas personas en España se consideran no binarias. Está todo el mundo bastante impaciente por conocer ese dato, como es lógico.
El itinerario intelectual del Ministerio de Igualdad consiste en quemar etapas y eslóganes, al compás de lo que se le va ocurriendo a alguien en un campus universitario de Estados Unidos. Del feminismo fetén hemos transitado hacia la teoría queer, en una escalada de la abstracción y la ensoñación que ha acabado orillando a buena parte del feminismo, que considera ya a la ministra de las mujeres “hostil” a los intereses de las propias mujeres. Veremos este cisma más abajo.
Mientras, determinados conceptos de batalla que siguen en el cajón irán teniendo su oportunidad, como la 'gordofobia', que en 2020 no acabó de calar como discriminación intolerable de la que todos debíamos sentirnos avergonzados. Supongo que se hará un informe para dar mayor relevancia a este asunto.
Otras refriegas culturales inminentes —más que nada, por alimentar la locomotora de la confrontación de género— tendrán que ver muy posiblemente con la prostitución, la pornografía, el consentimiento sexual y el color rosa de los pijamas de chicas. La ley de libertad sexual y la ley trans darán que hablar mientras no se aprueben. Cuando se aprueben, es probable que nos pongamos a hablar de otra cosa.
Clima
Asomarse cada mañana a la ventana como recomienda Ángel Martín en su informativo matinal en Twitter sigue siendo el único momento en que el ciudadano de a pie piensa realmente en el clima. Creo que el asunto del cambio climático va a ser muy difícil de recuperar como tema candente y de algún escalofrío. Ya hemos hecho todo lo posible por salvar el planeta, pues a fin de cuentas no hemos hecho nada. Si por un virus de letalidad relativa se ha llegado a confinar a la población y a parar toda la industria, ¿cómo tomarse en serio el fin del mundo entero si el mayor sacrificio que se nos pedía era no reírnos de Greta Thunberg?
Eutanasia y legalización de las drogas
Con la legalización de la eutanasia, en España se ha acabado con el debate sobre la eutanasia. Como sucedió con el divorcio, el aborto y el matrimonio homosexual, basta aprobar un derecho discutido para que todo el mundo se dé cuenta de que no había nada que discutir. Quiere decirse que una futura llegada de PP y Vox al Gobierno de España no supondría la derogación del derecho a una muerte digna, porque —como sabemos— divorciarse, abortar, casarse con otro hombre u otra mujer o desear morir dignamente sucede en las mejores familias.
La siguiente posta del amparo legal para cosas que mucha gente ya hace sin mayor preocupación será la legalización de algunas drogas, como la marihuana. Obviamente, si alguien se muestra muy en contra, semanas después aparecerán unas fotos donde se le vea tranquilamente fumando maría en un parque.
La jornada laboral de cuatro días, el salario mínimo, el ingreso mínimo vital
La izquierda posmoderna nunca ha entendido el trabajo, por lo que seguirá proponiendo a gente que quiere trabajar, como poco, que trabaje menos, así como estableciendo la miseria mínima por la que uno debe aceptar un trabajo o no trabajar en absoluto. La jornada laboral de cuatro días suena bien para gente que ya trabaja cuatro días, como los propios políticos que la defienden, pero para la mayoría de los trabajadores es como un chiste que se hace después de salir ileso de un accidente de tráfico. El salario mínimo y el ingreso mínimo vital también son nociones divertidas, en la medida en la que gente que gana 5.000 euros al mes por mover de sitio una grapadora sobre una mesa le pide a otra gente que le dé las gracias por hacerle ganar 50 euros más, o por disponer de pronto de 400 euros para pasar todo el mes. Supongo que Amancio Ortega será 'trending topic' dos o tres veces en 2021, que para eso sale en 'Forbes'.
Cultura
La avanzadilla del capitalismo cultural seguirá arrasando con el negocio tradicional de la cultura, apuntillado de hecho por el coronavirus. Cines y librerías darán la batalla a Netflix ('et alia') y Amazon, pero ya casi nos hemos acostumbrado a que los estrenos cinematográficos sucedan directamente en el ordenador y a que nos traigan los libros a casa. Nuevamente, los que más lloren el cierre de cines y librerías serán los que menos los frecuentan.
Diversos ensayos darán argumentos a la posición progresista en 2021. 'Cómo evitar un desastre climático' (Plaza y Janés), de Bill Gates, saldrá en febrero. '¿Cerró usted las piernas? Desmontando la cultura de la violación' (Ediciones B), de Marta Jaenes y Rosa Márquez. 'La vida en común. Los hombres (que deberíamos ser) después del coronarivus' (Galaxia Gutenberg), de Octavio Salazar, abundará en la cosa de la nueva masculinidad, y 'El triunfo de la injusticia. Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar' (Taurus), de Emmanuel Saez, seguirá constatando que ricos son los demás. Y quizá nos llegue este año 'Capitalismo y pulsión de muerte' y/o 'Sociedad paliativa, el dolor hoy', ambos de Byung-chun Hal.
Los caminos de la derecha
La familia
Quizás el valor más firme para los conservadores en 2021 será la familia, entendida al modo tradicional, lógicamente, que además es el más común. La izquierda aún no ha logrado saludar el nacimiento de los niños dentro de la pareja con naturalidad y algún respeto, pues todos estos niños son fachas de tan ordinarios. Simplemente nacen: qué poco político. Frente a la soltería, el individualismo, la soledad tecnológica y el desbordamiento de los divanes de los psicólogos, la familia puede venderse como un valor firme o una tabla de salvación en tiempos en que mucha gente va a estar muy perdida.
Religión
Lo mismo puede decirse de la religión, que a nada que nos descuidemos se pondrá de moda. La católica, claro. Cierta necesidad de respaldo espiritual, de sustancia, en suma, puede conseguir algo tan increíble como que algunos jóvenes vuelvan a las iglesias, donde además quizá descubran los rituales y sus beneficios como articuladores de certezas. Estar en comunidad, en fin. Sobre la pérdida de los rituales, se tradujo un libro extraordinario del mismo Byung-chun Hal en 2020, 'La desaparición de los rituales' (Herder), que da algunas pistas sobre la necesidad cada vez mayor de recuperar una cierta estabilidad colectiva, frente a la constante novedad consumista (Black Friday, Blue Bonday...) y las pocas ocasiones de salir de casa para conformar junto a otros encuentros masivos sin derivada comercial.
El hecho de que los comedores sociales se hayan desbordado en estos meses no puede sino mejorar la imagen de la Iglesia, lógicamente muy averiada en todo el siglo XXI.
La monarquía
La paliza que nos van a dar con la monarquía en 2021 va a ser tremenda. Personalmente, es la batalla cultural que más me aburre. Los que tratan de hacer caer la monarquía de los Borbones buscan más un trofeo personal que mejorar la vida de nadie. De hecho, no creo que a nadie le sirva de nada que Felipe VI se vaya con la corona a otra parte. Las encuestas parecen indicar que la mayoría de los españoles prefieren lo malo conocido que la república por conocer. Juan Carlos I es el que más puede ayudar a derrocar a su hijo. Felipe VI no sé yo qué tal se tomaría dejar de trabajar. A lo mejor se lo tomaba bien.
Okupaciones e inmigración
La explosión de la crisis económica que se prevé para el año que viene, cuando se certifiquen miles de cierres, reavivará el conflicto siempre perdedor okupación/desahucio. Las imágenes de familias enteras con niños pequeños sacadas de sus casas por la Policía se combinarán con la del pequeño propietario que no consigue que le devuelvan la vivienda que heredó de sus padres. La izquierda aquí parte con cierta desventaja, porque cuando gobiernan ellos, los desahucios desaparecen y las okupaciones no existen, al menos las de propiedades familiares.
La idea-bomba que llegará en 2021 en forma de libro tiene que ver con la inmigración, fantasma favorito en los cuentos de terror conservadores. Ojo: la escritora Ayaan Hirsi Ali publicará en España su libro 'Presa. La inmigración, el islam y la erosión de los derechos de la mujer' (Debate), donde se relaciona directamente el aumento de la inmigración con el aumento de la inseguridad de las mujeres. A más inmigración, más violaciones, en definitiva. Una tesis que puede llegar lejos dada la incapacidad de la izquierda para salirse del binomio buenos/malos y el cortocircuito habitual que se produce cuando varios de sus asuntos bandera se solapan; en este caso, migrantes y mujeres.
Contracultura
El periodista y escritor Víctor Lenore ha puesto en circulación la idea de que la contracultura “ha cambiado de bando”. Así, estar a la contra, ser rebelde y disfrutar de productos minoritarios y políticamente incorrectos puede convertirse en la golosa pieza que acabe cobrando la derecha. La cultura de la derecha será la cultura no oficial.
Juan Soto Ivars publicará en 2021 un ensayo sobre el tabú titulado 'La casa del ahorcado' (Debate), donde repasa el catálogo de prohibiciones contemporáneas que hacen que ya casi nadie pueda divertirse escribiendo un libro o haciendo una película: siempre hay alguien dispuesto a denunciarte, cancelarte o descubrir la víctima que lleva dentro. Rubén Amón, por su parte, publicará un ensayo en defensa de los toros, 'El fin de la fiesta' (Debate), y Jorge Bustos, 'Asombro y desencanto' (Asteroide), un cuaderno de viajes que, en su marcha por Castilla, seguramente reivindicará los valores serenos de las tierras del Cid.
Cruce de caminos
Feminismo contra feminismo
Junto a Lidia Falcón, pendiente de juicio por un delito de odio, Lucia Etxebarria se ha unido a esta, en realidad, estrambótica batalla dentro del feminismo. Básicamente, el feminismo que encabeza institucionalmente Irene Montero ha llegado a su extremo, la teoría queer, y las feministas clásicas ven peligrar la presencia misma de la mujer en las reivindicaciones de las mujeres, sujeto colectivo que puede ser sustituido por otras denominaciones y entelequias. La ley trans es el cabo de Hornos de esta deriva ministerial, no exenta de todo el dinero del mundo para darse la razón. La sororidad nunca ha sido el fuerte de Irene Montero, y aun así resulta desazonador que participe en lapidaciones públicas a otras mujeres que simplemente tienen una visión distinta de las cosas (la entrega del premio Ladrillo de Cogam donde se hizo escarnio de la escritora). Así, 2021 acentuará sin duda esta división entre mujeres feministas gracias —no lo olviden— al Ministerio de Igualdad de España.
Izquierda contra izquierda
La aplastante omnipresencia de la izquierda identitaria en nuestros días hace poco probable que se libre una batalla en justa lid con la izquierda de toda la vida; ya saben, la izquierda que era capaz de entender a los pobres. Pero todo puede ser: cuantos más pobres y cuanto más paro haya, más posibilidades tendremos de que alguien vuelva a hablarnos del precio del pan, y que no sea Vox.
Machos contra blandengues
Esta batalla me la voy a inventar porque me hace mucha gracia. ¿No sería genial que varios tíos duros de Móstoles, cuatro antidisturbios, algún camionero al uso y Poli Díaz salieran a la palestra y empezaran a despotricar de la nueva masculinidad? Algo como: “¡Alerta antiblandengue!”. Pero esto no va a pasar porque la nueva masculinidad es uno de los mayores pufos teóricos que ha dado este siglo tan rico en pufos teóricos. Nadie sabe qué masculinidad es esa que se ha quedado vieja, ni siquiera los que predican la nueva. Ningún hombre se siente concernido por las nuevas masculinidades salvo que no se le ocurra tema para un libro, y se ponga a escribirlo a toda prisa. Los hombres que podrían representar la vieja masculinidad no han oído hablar nunca de que haya una nueva. Las mujeres conocen tantos tipos de hombres que no sé si tienen ganas de que llegue uno más.
Los nacidos en los ochenta contra todo el mundo
Finalmente, parece que menudean los datos que hacen pensar a los nacidos en los años ochenta (o, en general, a los llamados 'millennials') que su vida es verdaderamente horrible. En una época de quejarse por todo y ser víctima hasta del último anuncio del año, casi no sorprende ya que se pueda ser también víctima de tu DNI. Los nacidos en los ochenta librarán la gran batalla del lloriqueo en 2021, con novelas, artículos en 'El País' y alguna canción. El 'leitmotiv' será siempre que ellos “viven peor que sus padres”. Nuevamente, los que más se quejen serán los que, lejos de vivir peor que sus padres, viven de ellos. La clave aquí sera monetizar el eslogan hasta conseguir vivir, y muy bien, de que vivo peor que mis padres.
La maquinaria mundial de las ideas parece gran cosa hasta que una simple infección se nos va de las manos. Antes de marzo de 2020 (o sea, del coronavirus), en España y en todo el mundo se hablaba ardorosamente del cambio climático y del heteropatriarcado. Pedro Sánchez tenía claro que el mundo se iba a acabar y que no estábamos haciendo nada por evitarlo. Greta Thunberg era un icono inamovible. Por su parte, el Ministerio de Igualdad de Irene Montero tramitaba una ley de libertad sexual para un país que, en 2020, ya estaba de vuelta hasta del poliamor. Todo era horrible y plácido, debatible, juguetón e inmaterial. 70.000 muertos después —solo en España—, parece que todo el engranaje de la guerra cultural necesita gasolina nueva o empujes viejos, porque ahora mismo a nadie le preocupa nada de lo que nos decían que debía preocuparnos hace un año. Salud y trabajo: al final, sí hemos vuelto a las cuitas básicas.
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