Begoña vila

Begoña Vila: “El presupuesto de la NASA es muy inferior al de Defensa y, sin embargo, nos permite encontrar el origen del universo”

Lorena Bustabad

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La astrofísica viguesa, ingeniera jefa de sistemas de la NASA, es la única española reconocida por la Agencia Espacial por su trabajo excepcional en la exploración del Universo

L

o suyo fue un flechazo cósmico. Una vocación absoluta y precoz que nació en Valadares, una parroquia en las afueras de Vigo. Una niña muy pequeña obsesionada con un infinito muy grande. Cuenta que aún estaba lejos de saber de qué estaban hechas las estrellas y ya quería nombrarlas. Las órbitas elípticas e hiperbólicas guiaron sus estudios en Físicas y Astrofísica en Santiago, Tenerife y Manchester, pero no imaginó que sería una pieza clave en la NASA para poner en órbita el telescopio espacial James Webb, el gran instrumento de la ciencia para acercarnos al origen del Universo.

El currículo de Begoña Vila Costas (Vigo, 1963), astrofísica e ingeniera jefa de sistemas en el centro de vuelo espacial Goddard de Washington D.C, parece de ciencia ficción. Tanto, que es la única española -hasta la fecha- reconocida con la prestigiosa medalla de la NASA por “sus logros públicos excepcionales” en sus años de liderazgo para el desarrollo del Fine Guidance (FGS), un sensor de alta precisión que aporta estabilidad a un artefacto muy complejo “del tamaño de una cancha de tenis” que flota en el espacio a -230 grados con 18 espejos dorados de berilio hilvanados pieza a pieza.

Begoña Vila junto al telescopio espacial James Webb

Begoña Vila junto al telescopio espacial James Webb.

Foto efe

En números, poner en órbita el telescopio Webb ha supuesto 25 años de construcción e infinidad de pruebas frías, acústicas y electromagnéticas. Más de 20.000 personas de 14 nacionalidades implicadas e infinidad de dificultades técnicas y presupuestarias que hicieron tambalear un proyecto que consumió 10.000 millones de dólares (9.400 millones de euros). “Tres dólares por cada norteamericano”, simplifica Vila, “mucho menos de los que se gastan en gominolas la noche de Halloween”. El presupuesto de la NASA, -añade- también es muy inferior a lo que se destina a Defensa e industria militar y, a cambio, Webb nos devuelve imágenes de la trastienda del universo y de los pilares de la creación en forma de supernovas, super cúmulos y nubes de polvo y gas. En una sola imagen, ya se cuentan 250 nuevas galaxias.

Cuenta esta astrofísica menuda y de modales suaves, que fue una de las pocas personas de la Agencia Espacial que tuvo el privilegio de viajar con el Webb de costa a costa, en Estados Unidos, cruzando la autopista de Los Ángeles en plena noche con un transporte especial en un viaje de película por el canal de Panamá hasta embarcar rumbo a la Guayana francesa. El telescopio despegó el 25 de diciembre del 2021 desde el puerto espacial de Kourou a bordo del Arianne 5, ‘el mejor regalo de Navidad’, -rememora- pero todavía se demoró otros seis meses en estar operativo. ¿Por qué? Webb cuenta con 40 estructuras desplegables y 178 mecanismos de apertura que hubo que alinear y ajustar con una precisión milimétrica para que empiece a enviar a la información que bucea entre galaxias y exoplanetas buscando la historia del origen de nuestro universo entre los restos del Big Bang. En el espacio todo es vertiginoso pero tiene que suceder de forma controlada porque no hay otra oportunidad.

Telescopio espacial James Webb

Telescopio espacial James Webb.

Aunque se descarta como astronauta, no renuncia a acercarse más a las estrellas en un vuelo privado espacial como los que realizan Virgin o Axiom. “Uno de sus pilotos, Michael López-Alegría es buen amigo mío así que es una opción. Cuando empezaron los vuelos comerciales de avión a principios de siglo el coste era muy alto y ahora volamos todos. Ya no digo ir a Marte -ríe- pero sí ver el espacio y experimentar la falta de gravedad”.

Su agenda es demencial pero encontramos a Begoña Vila en una escala técnica para tocar tierra en su Galicia natal tras una conferencia en la Escuela Superior de Ingeniería Técnica (ETSE) de la Universidad de Santiago donde animó a las jóvenes a lanzarse en picado a por las vocaciones científicas y al profesorado a motivarlas desde niñas. “En la NASA necesitamos mujeres ópticas, informáticas, mecánicas, electrónicas...”, subraya, y reconoce que las mujeres, pese a los esfuerzos por equilibrar la balanza, siguen siendo minoría en la Agencia Espacial. “Fui la única mujer muchas veces en salas, conferencias y reuniones entre muchos hombres. Te habituas, pero no es normal. Cuando llegué éramos un 5% y ahora estamos en torno al 25%. No llega. La igualdad se construye entre todos”, remarca.

Hija de un carpintero autodidacta y de una modesta costurera en el rural gallego, Begoña tuvo el primer empujón cósmico en su casa. “Mi padre era un gran lector, inteligente y emprendedor. Siempre nos animó a mis hermanos y a mí a estudiar, a formarnos sin cortapisas, sin discriminar si éramos chicos o chicas”, relata. De la Facultad de Físicas de Santiago de Compostela saltó al Instituto de Astrofísica de Canarias y de allí, a Manchester, donde centró su doctorado (2006) en la rotación de las galaxias encadenando contratos de investigación hasta que fueron incompatibles con la vida familiar y tres niños pequeños. ¿Por qué las galaxias? “Fue otra mujer la que me inspiró. Vera Rubin, otra astrofísica que esbozó una teoría que finalmente confirmamos: que los brazos de las galaxias rotaban más rápido de lo que deberían, lo que implica la existencia de materia oscura, de un agujero negro, en el centro de todas, o de probablemente la mayoría”.

Webb cuenta con 40 estructuras desplegables y 178 mecanismos de apertura que hubo que alinear y ajustar con una precisión milimétrica

“Con Webb, estamos viendo datos que llevan a pensar que quizás las galaxias se formaron antes de lo que pensábamos (supergalaxias masivas viejas que no deberían existir con la teorización cósmica actual). Y continuar esa búsqueda, ver si no estamos solos, si hay otros planetas habitables”. En definitiva, responder a la eterna pregunta de ‘¿estamos solos en la galaxia o acompañados?’ que ya cantaba Siniestro Total.

Begoña Vila llegó a la Nasa desde Ottawa (Canadá) donde trabajaba para la empresa Honeywell en un proyecto doble para la agencia espacial que sumaba el Fine Guidance Sensor (FGS), que estabiliza el telescopio, y una cámara espectrógrafo (NIRISS) que explora la atmósfera de los exoplanetas y analiza su composición. Su talento despuntó y ascendió hasta encargarse de coordinar todos los instrumentos científicos que integran el James Webb, el más grande y potente jamás construido.

Con Webb en órbita, ya está en marcha el siguiente macrotelescopio que tendrá nombre de mujer: Nancy Grace Roman, en homenaje a la primera astrofísica de la NASA. ‘Será 100 veces más potente y modular, para que pueda repararse en el espacio’, adelanta Vila, que ya se ha metido de lleno en el proceso. “Uno de los datos que me gustaría recibir del Webb es poder afinar la búsqueda de otro planeta habitable. La gente siempre me pregunta si la NASA lo sabe o no, pero de lo que tenemos que ser conscientes es de que no hay otro planeta como La Tierra. Debemos cuidarla mejor”, concluye.

Créditos
  • Reportaje

    Lorena Bustabad

  • Diseño y dirección de arte

    Fernando Puente

  • Maquetación

    María del Mar Pérez

Arcadia

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