En plena cumbre climática en Egipto, el Gobierno reactivó la mayor central térmica de España en As Pontes que debió apagarse en 2021. La guerra de Putin ha resucitado la conveniencia de una planta que quema carbón importado y que sigue echando humos
É
rase una vez un pueblo a una central térmica pegado. As Pontes, en el límite entre A Coruña y Lugo, es un sitio tan peculiar como lo es su historia energética ligada a una vieja y profunda mina de lignito que se enterró con agua dulce para crear el mayor lago artificial de España. En ningún otro lugar hay un espacio acuático similar con playa incluida a la sombra de una chimenea de 356 metros, más alta que la mismísima torre Eiffel y capaz de contaminar como dos millones y medio de coches circulando juntos.
As Pontes, conocido como el Springfield patrio por sus analogías con el pueblo de los Simpsons, también es epicentro y ejemplo de la paradoja climática. Mientras los líderes del mundo aterrizaban -con sus jets privados- en Sharm El-Sheikh para asistir a la cumbre del clima COP27 para tratar de consensuar medidas para frenar el cambio climático, el pasado 3 de noviembre la chimenea de As Pontes, volvía a escupir partículas nocivas a la atmósfera contra todo pronóstico después de meses sellada .
Es la inesperada prórroga de una central térmica condenada a muerte en el Protocolo de Kioto e inactiva desde julio del 2022. La guerra de Putin la ha vuelto a poner sobre el tablero del Gobierno como un activo estratégico para garantizar la suficiencia eléctrica. El cierre total de esta central térmica era una demanda insistente de Greenpeace, WWF-Adena, Adega, Verdegaia, Amigos da Terra y otros movimientos que abogan por el fin del carbón pero al que se oponían con la misma contundencia vecinos, transportistas y sindicatos, que cerraron filas sobre el empleo y el rédito para el pueblo. Tras muchas vueltas de tuerca, el Ministerio para la Transición Ecológica ha optado por una solución intermedia y mantiene semioperativos dos de los cuatro grupos eléctricos de As Pontes supeditados “a las necesidades de refuerzo de la disponibilidad de la potencia en el sistema eléctrico”, señala el Miteco. Es decir, un seguro energético propio para asegurar la producción estatal en mitad del maremoto de precios del gas y el petróleo en el mercado mundial producto de la coyuntura de una guerra que parece lejos de terminar. Teresa Ribera, que visitó la mítica central de As Pontes en septiembre, optó por dejarla funcionando a medias, por si las moscas. En el cajón queda el informe de Red Eléctrica Española del 2020 que autorizaba su clausura.
El Ministerio para la Transición Ecológica ha optado por una solución intermedia y mantiene semioperativos dos de los cuatro grupos eléctricos de As Pontes
“Absolutamente decepcionante, innecesario e injustificable”, responden desde Ecologistas en Acción. “Galicia es el único territorio ibérico donde Endesa puede seguir quemando carbón para producir electricidad. Una decisión que revela el insuficiente compromiso climático del Gobierno”, señalan. “En lo que va de año ha aportado más de 650.000 megavatios/hora, un 40% más que en todo 2021 favorecida por la baja producción de las renovables”, apuntan las mismas fuentes. Mucho volumen para una central que debía estar cerrada y que no operó entre julio y noviembre.
La paradoja climática de España en As Pontes, entre el compromiso climático y reactivar una energía muy contaminante, no es un caso aislado. Alemania, en plena contradicción, ha reabierto en los últimos meses minas de carbón y expande la de Garzweiler, en Renania del Norte, aunque sus políticas comprometían la inequívoca apuesta por las renovables.
La central térmica más grande de España
La central térmica de Enel-Endesa en A Coruña es la más grande pero también la más contaminante de España. Es la suma de cuatro grupos térmicos —cada una de las chimeneas menores— con una potencia instalada de 1.468 megavatios que aportaba el 5% al sistema energético estatal.
Nunca se probó, pero en el pueblo se cuenta que llegaron a quejarse los británicos de la lluvia sucia de partículas que el viento arrastraba de Galicia a Gran Bretaña. Hace años que el protocolo de Kioto había condenado a la central de As Pontes después de muchos millones invertidos en cambiar turbinas para prolongar su vida útil adaptando sus calderas a la quema de carbón importado, menos contaminante que el lignito pardo local.
En los años 70, la mina gallega fue uno de los mayores yacimientos a cielo abierto de la península y horadó la tierra hasta alcanzar profundidades de más de 200 metros . Se clausuró el 31 de diciembre del 2007 y entonces empezó a tomar forma a un lago artificial que se fue llenando a lo largo de cuatro años con el caudal robado al río Eume y que conforma una lámina de agua de 18 kilómetros de perímetro, más grande que el centro urbano de A Coruña. Era parte del proyecto de Endesa para restaurar el entorno y cumplir con la ley, en el que se optó por inundar la mina y sembrar la escombrera.
Más de 3.000 operarios trabajaron directa o indirectamente para la central y la mina aunque en los últimos meses apenas se contaban 300. A mayores, un ciento de camioneros desplazan el carbón por carretera desde el puerto exterior de Ferrol hasta la térmica, unos 90 kilómetros ida y vuelta que sumar a las emisiones de CO2.
La oposición a la central en el pueblo gallego es prácticamente nula fuera de los círculos ecologistas
En una sociedad con una conciencia ambiental creciente y crítica con las empresas más sucias, la oposición a la central en el pueblo gallego es prácticamente nula fuera de los círculos ecologistas. La inmensa mayoría de sus 10.000 vecinos tienen interiorizada la chimenea como parte de su sustento y los sindicatos reman con los trabajadores a favor de la central cerrando filas sobre el empleo creado. La propia Xunta inició en julio los trámites para blindar esta chimenea de 256 metros como Bien de Interés Cultural y patrimonio del skyline industrial gallego frente a cualquier intento de derribo.
En As Pontes, el que no trabajaba directamente para Endesa lo hacía en una de las compañías auxiliares. “Es el pan de pueblo, para el que lo compra y para el que se lo vende”, resume un veterano jubilado de la térmica. “Contaminación sí, expolio del río Eume, sí, pero nos dio una vida. El cierre nos deja a calzón quitado con otros proyectos industriales todavía muy verdes”, explica con desconfianza. Va a ser complicado que As Pontes cambie de rumbo industrial porque todo el entorno se enfoca a la producción energética. Además de la planta térmica, Endesa explota dos hidroeléctricas y una central de ciclo combinado (800MV). A un paso, el parque natural de As Fragas do Eume, uno de los últimos ejemplos de bosque atlántico de la Unión Europea.
Créditos
Reportaje
Lorena Bustabad
Diseño y dirección de arte
Fernando Puente
Maquetación
María del Mar Pérez
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