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España no es país para primates (o un relato dantesco de torturas del que nadie quiere saber nada)

Por Rocío Romero

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Suzie pasó 25 años encerrada en una jaula sin salir y Guille vivió más de una década tapado con una lona y alimentado con bollería industrial. Hoy, centros de rescate como Rainfer luchan por sanar las enfermedades psicológicas con las que viven estos primates. Las consecuencias para sus dueños: como mucho, una sanción administrativa

Yvan ha pasado más de la mitad de su vida entre música, luces, aplausos y carcajadas. 36 años viajando de ciudad en ciudad en un pequeño carromato de circo, mirando desde las rejas de lo que entonces era su hogar, cómo sus cuidadores desplegaban de nuevo las grandes lonas de la carpa donde el espectáculo volvía a comenzar. Un show del que él, sin haberlo elegido, se convertía en protagonista cada día, vestido de payaso, con los labios pintados de rojo e imitando comportamientos humanos muy alejados de su naturaleza. Hoy, a sus 50 años, sigue pagando la factura.

Yvan y su hermano en un circo
Foto Rainfer
Yvan y su hermano trabajando en un circo

Este chimpancé fue acogido por el centro de rescate de primates Rainfer en el año 2007 con deformidades, raquitismo severo, problemas digestivos y de nutrición. Cuestiones físicas de salud que han podido ser atajadas en gran medida desde entonces. Las mentales, sin embargo, no son tan sencillas de curar. “Tras vivir estas experiencias, los primates padecen enfermedades psicológicas como estrés, ansiedad o depresión que arrastran de por vida, en algunos casos han pasado más de 15 años y las mejoras las estamos empezando a ver ahora”, lamenta Marta Bustelo, primatóloga especializada en conservación y rehabilitación de especies y directora general de la organización.

La buena noticia para ella, según relata, es que los circos con animales ya no tienen cabida en nuestro país. Ya hace varios años que algunos municipios y comunidades autónomas comenzaron a prohibirlos, en su totalidad o con especies salvajes. Hoy, el paso viene desde arriba siguiendo la recomendación europea: en el anteproyecto de Ley de bienestar animal, que se espera que sea aprobado en los próximos meses, se recoge la prohibición de utilizar fauna salvaje en estos espectáculos circenses.

Pero estos animales pueden vivir hasta 60 años, ¿qué ocurre con los que ya están en nuestro país?

Suzie es un ejemplo de ello. Tiene 48 años y tras pasar la mitad de su vida de escenario en escenario, acabó enjaulada en una finca de Campello (Alicante). Ahí vivió desde el año 1995 pero, aunque las autoridades sabían de ella desde que llegó al chalet, no fue hasta el pasado mes de septiembre cuando fue rescatada por la Fundación Mona -otro de los tres centros en España dedicados a los primates-. "Llevábamos más de diez años intentando rescatar a Suzie y al final ha sido una cesión de los propietarios”, afirma Xavier Benzekri, director ejecutivo del centro.

“Ni un chimpancé enjaulado ni un perro atado durante años entra en la vía penal, a no ser que haya un maltrato afectivo”

Chimpancés rescatados en 2008

Tres chimpancés rescatados por Rainfer en 2008

Los mismos chimpancés en 2020

Los mismos chimpancés en 2020

Hasta ahora, las leyes que protegen el bienestar de los animales en España son autonómicas. En este caso, Suzie estaba amparada por la Ley sobre Protección de los Animales de Compañía de la Comunidad Valenciana y, a pesar de incumplirse varios de sus puntos según refleja el informe de una inspección llevada a cabo por la propia Generalitat, “el Ayuntamiento de Campello, que es quien tenía la competencia de sancionar y decomisar a ese chimpancé como recomendaba el documento, no hizo nada, solo presionar a la propietaria”, lamenta Anna Estarán, experta en derecho animal y abogada de Faada (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales).

Esta norma considera animales de compañía a todos aquellos que se crían y reproducen con la finalidad de vivir con las personas, desde artrópodos o anfibios hasta toda clase de mamíferos, incluidos los chimpancés. “En España ya tenemos leyes que protegen a los animales. De hecho, a nivel normativo las consecuencias son exactamente las mismas por maltratar a un perro que a un chimpancé, otra cosa es que se acabe actuando de forma diferente en la práctica. El problema es que la Administración no hace su trabajo, ¿cómo puede ser que un informe llevado a cabo por expertos en primates alertara sobre la necesidad de decomisar a ese animal y no actuaran?” se pregunta.

Imagen de un chimpancé en Rainfer
Foto Óscar del Pozo

Esta fundación presentó denuncias por incumplir tanto la ley valenciana como la ordenanza de animales de El Campello: falta de núcleo zoológico, de licencia para la tenencia de animales potencialmente peligrosos y de bienestar. Ahora, han presentado un recurso para tratar de asignar responsabilidades a los más de 25 años que este chimpancé vivió entre rejas. Pero la consecuencia, como mucho, será una sanción económica: “Decidimos ir por vía administrativa porque en teoría es más ágil, y más con este informe en la mano. Lo que queríamos era su rápida liberación, aunque no la conseguimos”.

Los animales salvajes en cautividad, al igual que los domésticos, también están amparados por el Código Penal: “Será castigado con la pena de tres meses y un día a un año de prisión (...) el que por cualquier medio o procedimiento maltrate injustificadamente, causándole lesiones que menoscaben gravemente su salud…”. El problema, aparte de que el proceso por esta vía se ralentiza, es que no es tan sencillo de demostrar, según cuenta Anna Estarán, “porque ni un chimpancé enjaulado ni un perro atado durante años entra en la vía penal, a no ser que haya un maltrato afectivo”.

En busca de una ley que proteja a los primates

Varios estudios demuestran ya que los chimpancés sufren enfermedades mentales similares a los humanos, ¿tampoco son maltrato los daños psíquicos que haya podido sufrir Suzie? “Podríamos entrar a discutirlo con un juez, pero meternos en un procedimiento penal no tenía sentido, ¿qué ganamos pidiendo una solicitud de prisión si se va a suspender porque ninguna pena de maltrato animal supera los dos años? Es una cuestión de practicidad”, aclara la experta en derecho animal.

El de Suzie no es el único caso. Guille vivió 12 años en una jaula de dos metros cuadrados cubierta por un plástico, sin luz, alimentado a base de refrescos y bollería industrial. Llegó a Rainfer en 2007 con fotofobia, agorafobia, deformidades, alopecia, carencias nutricionales y callos en las falanges de los dedos de las manos a causa de haber permanecido en una misma postura durante mucho tiempo. “Al principio teníamos que diluir Coca-Cola con agua para que se fuera acostumbrando, pasaron dos años hasta que pudo salir al exterior con sus compañeros porque tenía pánico a los espacios abiertos”, comenta Bustelo.

Guille en Rainfer
Foto Óscar del Pozo

Guille vivió 12 años en una jaula de dos metros cuadrados cubierta por un plástico, sin luz, alimentado a base de refrescos y bollería industrial

La semejanza de estos animales con los seres humanos es una realidad, algo por lo que Proyecto Gran Simio ha demandado en reiteradas ocasiones una ley específica que proteja a este tipo de primates. “Hasta el momento, ningún gobierno ni de populares ni de socialistas ha hecho nada al respecto”, afirma Pedro Pozas, director ejecutivo de la Organización, quien añade que “a día de hoy, los animales domésticos y de granja están más protegidos en la práctica que ellos”. En 2008 la Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados acordó desarrollar una Ley de grandes simios, un acuerdo que, tras ser aprobado, finalmente no se llevó a término. Ahora, según relata tras varias reuniones con la dirección general de Derecho de los Animales -perteneciente al Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030-, el cambio está próximo.

“Me consta que en su plan normativo para 2022 tienen previsto desarrollar una ley de grandes simios”, asegura Pozas. Al respecto, el Ministerio ha transmitido a este diario “la imposibilidad de facilitarnos más información en este momento”. Por su parte, Marta Bustelo afirma “no tener ninguna constancia” de esta iniciativa. En todo caso, opina que no es lo que necesitamos ahora mismo: “Con lo difícil que es instaurar leyes, centrarnos en una especie en concreto es un completo retraso. En España el verdadero problema ya no son los grandes simios, prácticamente no quedan; el problema son los de menor tamaño y su tenencia como mascotas”, asegura la directora general de Rainfer.

La compra de bebés monos, un delito sin consecuencias penales en España

En películas, en anuncios… y ahora en redes sociales. Tener un mono colgado de la lámpara del salón todavía resulta atractivo para muchas personas que ignoran las graves consecuencias que conlleva para la salud física y mental del animal. “Hace algunos años se extendió por España la moda de poseer primates como mascota”, afirma Ana Prieto, sargento de la jefatura del servicio de protección de la naturaleza (Seprona). El problema, según ella, es que la demanda continúa: “Debido a las actuales restricciones sobre su tenencia, muchos intentan deshacerse de ellos poniéndolos a la venta. Así, el principal comercio ilícito que se produce en nuestro país responde al mercado interno, con primates que ya se encuentran en territorio nacional”.

Según datos facilitados por la guardia civil, desde 2019 se han registrado 16 incautaciones de primates en España, que corresponden en exclusiva a tres tipos, todos ellos de pequeño tamaño, siendo la zona del levante la más acusada. Pero, ¿cuáles son las consecuencias para estas personas? “En la mayoría de casos la sanción no es penal, es administrativa”, afirman fuentes de la Asociación Profesional de la Magistratura.

Yvan y su hermano trabajando en un circo
Foto Óscar del Pozo

Un día de Yvan en Rainfer

En España no existe una ley que prohíba como tal la tenencia de un primate en el hogar. Sí existe, sin embargo, un marco legislativo que recoge unas condiciones que, de no cumplirse, el animal no podría permanecer en ese lugar. En todo caso, desde la asociación de jueces aseguran que el abanico de posibilidades para determinar la cuantía de la sanción es muy amplio. “Dependerá de si lleva aparejada una infracción tributaria, sanitaria, si ha infringido la norma municipal por el ruido… Puede ir desde 100 euros hasta 100.000”.

También se puede atribuir un delito de contrabando si se prueba que se ha introducido al animal ilegalmente. Las consecuencias son prisión de seis meses a dos años (en los casos más graves) o multa de ocho a 24 meses. Pero, de nuevo, la sanción administrativa es lo más habitual. ¿El motivo? Si el valor de los animales no supera los 50.000 euros, será leve, y esto es otro problema en opinión de Rainfer: “Por eso rara vez es cárcel. Hace poco robaron dos primates en nuestro centro, les acabaron pillando, valoraron las crías en 20.000 euros, pero no se puede conocer exactamente el valor porque es el mercado negro”.

uno de los monos capuchinos de rainfer
Foto Óscar del Pozo
Uno de los monos capuchinos de Rainfer

El Seprona no cuenta con un número concreto de infracciones administrativas y penales por incautación de primates. Sí dispone, en cambio, de los datos generales. Mientras las infracciones administrativas se han disparado en los tres últimos años (de 273 en 2019 a más de 400 en 2021), los delitos penales por tráfico ilegal de especies protegidas han descendido levemente (de 75 en 2019 a 63 el pasado año). El número de detenidos también ha caído: en 2021 casi la mitad que hace tres años. Bustelo espera ahora que con la futura nueva ley de bienestar animal cambie este panorama: “Estamos pendientes de los avances este año, esperamos que se refuerce la protección a las especies salvajes para que así se pueda llegar a denunciar y que sea delito penal”.

La veterinaria del centro, Andrea Carretero, opina que una buena solución para poder endurecer las penas sería el listado positivo (que ya contempla el anteproyecto de Ley). Consiste en determinar ciertas especies cuya tenencia como animal de compañía estaría permitida, quedando prohibidos todos los demás. Añade, además, que en la legislación “no debería haber distinción entre especies, si te pillan con una cigüeña es un puro porque está protegida, con los primates tendría que ocurrir lo mismo”.

Un centro CITES estatal en España y más ayudas

España se sumó en 1986 al convenio internacional (CITES) que controla el comercio de la fauna y la flora silvestre. La autoridad administrativa CITES, hasta ahora en manos del Ministerio de Comercio, ha pasado a formar parte del Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) desde el pasado dos de enero. Las novedades que tienen ahora entre manos son muchas; pero los pasos ya comenzaron a darse hace tres años, cuando el Gobierno aprobó el Plan de Acción contra el Tráfico Ilegal y el furtivismo internacional de especies silvestres (Plan Tifies) en el marco de un Plan de Acción Europeo contra el tráfico ilegal de vida silvestre.

Una de las cosas que diferentes organizaciones como el Proyecto Gran Simio llevan demandando durante años es la creación de un centro CITES estatal. En este momento, España no cuenta con uno. Los animales incautados van a parar a uno de los establecimientos designados para acogerlos, algo a lo que no están obligados, “aunque en la práctica siempre se acogen”, dice Bustelo. En este sentido, Pedro Pozas identifica un problema: “Por ley (art. 8), las especies exóticas incautadas por contrabando pueden ser sacrificadas o entregadas a un centro de experimentación si el Estado no puede hacerse cargo de ellas. Esta norma es una aberración”, opina.

"Las especies exóticas incautadas por contrabando pueden ser sacrificadas o entregadas a un centro de experimentación si el Estado no puede hacerse cargo de ellas"

“En el Ministerio no disponemos de información propia al respecto del sacrificio de primates, si bien, en el contexto de desarrollo del Plan Tifies se prevé la revisión de la normativa de aplicación CITES. En ese momento, la cuestión del sacrificio de ejemplares deberá ser abordada”, aseguran fuentes del Ministerio. Respecto a la creación de un centro CITES estatal, el Gobierno prevé la construcción de uno, cuya puesta en marcha está contemplada en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (Componente 4). Con esto, “queremos asegurar la recogida rápida, eficaz y segura de ejemplares incautados, acogiendo ejemplares que no puedan ser ubicados en centros de rescate colaboradores y reforzando la coordinación con los mismos”, añaden desde el Miteco.

Hasta el momento, ni Fundación Mona ni Rainfer han recibido ayudas ni subvenciones de la Administración. “Lo que sí hemos recibido son aportaciones por los gastos del cuidado de los primates (que pertenecen al Estado)”, explica Bustelo. En 2018 firmaron un convenio para fijar una aportación anual, en el caso de Rainfer de 18.000 euros, “pero nuestros gastos básicos rondan los 150.000”, añade. No obstante, este convenio se rescindió el pasado año cuando las competencias de CITES dejaron de depender del Ministerio de Comercio, “actualmente estamos a la espera de firmar uno nuevo, esta vez con el Ministerio de Transición Ecológica”, dice el director ejecutivo de Fundación Mona.

Al margen de estas aportaciones anuales, el Gobierno también contempla un paquete de ayudas para estos centros. La Fundación Biodiversidad, dependiente del Miteco, ha publicado recientemente una convocatoria de subvenciones específica para centros de Rescate CITES dotada con cuatro millones de euros. Ambas fundaciones ya han presentado sus proyectos, a la espera de recibir una respuesta en mayo.

Centroeuropa, pioneros en proteger a los animales

Lo cierto es que otros países europeos han dado grandes pasos en la protección de estos animales. Teresa Giménez-Candela, catedrática en derecho romano y coordinadora del máster en derecho animal de la Universidad Autónoma de Barcelona, asegura que los grandes pioneros en el ámbito animal han sido siempre los países del centro de Europa, como Alemania, Austria o Suiza. “Es un tema cultural, con el tiempo han ido desarrollando normativas anteriores a las nuestras reconociendo la necesidad de protegerlos”.

Yvan en Rainfer
Foto Óscar del Pozo

Giménez-Candela ejemplifica además algunos casos en los que se ha ido más allá: hace unos años, la ONG Nonhuman Rights Project presentó una batería de demandas en Estados Unidos para dotar a los simios de derechos humanos, solicitando un habeas corpus -derecho recogido en la constitución que protege a cualquier ciudadano ante arrestos y detenciones arbitrarias- de varios chimpancés en cautiverio. “No es el único caso, en Brasil y en Argentina, por ejemplo, ya se han liberado varios tras un recurso favorable de habeas corpus. Este derecho está pensado para seres humanos. Podemos ver así que son criaturas que demandan un trato diferente, esto no pasa con otros animales”.

El mundo avanza en la protección de estos animales y en la lucha contra el tráfico ilegal de especies protegidas, que se ha convertido en una de las actividades más lucrativas, moviendo cada año miles de millones de euros. España no debe quedarse rezagada. “La formación es básica. Para que avancemos como sociedad, una parte de la conducta ciudadana tiene que apoyarse en el respeto por la vida en todas sus formas”, afirma Teresa Giménez-Candela. Y es que ya lo decía Gandhi: “La grandeza de una nación puede ser juzgada por el modo en que tratan a sus animales”.

Créditos
  • Reportaje

    Rocío Romero

  • Fotografía

    Óscar del Pozo

  • Diseño y dirección de arte

    Fernando Puente

  • Maquetación

    María del Mar Pérez

Arcadia

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