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Dentro de mil millones de años

Qué pasaría si otra civilización encontrase una nave humana

El prestigioso astrofísico Avi Loeb cuenta una historia sobre arqueología espacial basada en hechos reales que han pasado en nuestro propio planeta y sistema solar

¿Qué pasaría si una civilización extraterrestre avanzada encontrara la sonda New Horizons?

Imagina la nave New Horizons continuando su viaje interestelar durante mil millones de años y eventualmente estrellándose contra un planeta habitado alrededor de una estrella lejana. Para entonces sus instrumentos estarán muertos, sólo un trozo de chatarra espacial compuesto por elementos pesados, con una superficie rugosa agujereada por numerosos impactos de polvo interestelar, gas y partículas de rayos cósmicos.

Ahora imagina que los astrónomos de ese exoplaneta descubren esta chatarra tecnológica a medida que se aproxima bajo la luz de la estrella madre que ilumina la oscuridad a su alrededor. Utilizan su telescopio más avanzado para vigilar el cielo en busca de objetos que puedan estrellarse contra su planeta, un sistema de alerta para evitar catástrofes por culpa de las rocas espaciales. Pero este objeto no parece comportarse como los asteroides o cometas comunes que ya han visto otras veces. En concreto, el objeto no tiene cola cometaria y, sin embargo, parece ser empujado lejos de la estrella por una fuerza que disminuye inversamente con la distancia al cuadrado debido a la presión de la radiación de la estrella sobre sus paredes.

Inmediatamente llegan a la conclusión de que el meteorito interestelar es una reliquia tecnológica de una autodenominada "civilización humana" que lo lanzó hace mil millones de años.

Tras escuchar una conferencia científica sobre las anomalías de este objeto, uno de los expertos en rocas espaciales afirma: "Este objeto es tan raro que desearía que no existiera". Otros expertos deciden escribir un estudio en una revista de prestigio argumentando que debe tratarse de un objeto natural y que no hay razón para sospechar otra cosa basándose en sus vastos conocimientos sobre las rocas espaciales.

Meses después, un equipo de otros expertos argumenta que este objeto es una roca de un tipo que nunca habían visto antes, algo a lo que llaman un iceberg de hidrógeno, y que por eso la cola del cometa es invisible. Otro equipo sugiere que el objeto es una pelusa de polvo empujada por la luz. Y un tercer equipo de expertos argumenta vehementemente que debe ser un iceberg de nitrógeno, desprendido de la superficie de un planeta lejano.

El consenso entre todos los expertos es que, aunque el objeto avance en un curso de colisión con su planeta, no hay que hacer nada para desviar su trayectoria por todas las posibles explicaciones de su origen: sea un iceberg de hidrógeno, una esponjosa pelusa de polvo o un trozo de nitrógeno congelado, todas esto indica que el objeto se quemará rápidamente a gran altitud en la atmósfera planetaria y nada que pueda dañar la superficie sobrevivirá.

Los satélites gubernamentales más sofisticados vigilan la caída del objeto en la atmósfera. Razonan que sus datos podrían decidir cuál de las tres explicaciones de los expertos es la correcta, basándose en la rapidez con la que el objeto se quema y en los gases predominantes en su bola de fuego.

La nave Cassini entrando en la atmósfera de Saturno al final de su misión (NASA/JPL/Caltech)

Cuando New Horizons choca con la atmósfera del planeta desafía todas las expectativas. La bola de fuego se produce a una altitud mucho menor de la esperada para ser una nube de polvo o un exótico iceberg.

La curva de luz del meteoro en la parte baja de la atmósfera implica que su composición era mucho más dura que la de una roca común. Su resistencia material es mucho mayor que la de cualquier meteorito pétreo, por no hablar de nubes de polvo o de icebergs exóticos.

La comunidad astronómica se niega a creer los datos del gobierno porque no incluyen las incertidumbres de las mediciones. Estas incertidumbres son secretas por motivos de seguridad nacional porque los sensores utilizados para recoger los datos son confidenciales. Después de tres años, el gobierno envía una carta, junto con la curva de luz de la bola de fuego, en la que afirma con una confianza del 99,999% que el objeto es muy inusual en su composición. Los expertos declaran en los periódicos que una carta del gobierno no es la forma en que se practica la ciencia y, como los datos en sí son secretos, nunca sabrán qué significa todo esto.

La historia de Cassini hasta su gran final en Saturno

Sin embargo, un pequeño grupo de científicos decide explorar el fondo marino en el lugar del impacto y buscar fragmentos del meteoro que pueden haber sobrevivido el fuego de la reentrada. Cuando llevan a cabo esta expedición, encuentran en el fondo del océano una pequeña caja unida a la nave espacial New Horizons. La caja contiene treinta gramos de las cenizas de Clyde Tombaugh, un "humano" que descubrió un planeta llamado "Plutón" [el objeto investigado por New Horizons en julio de 2015 — N. del T.] Inmediatamente llegan a la conclusión de que el meteorito interestelar es una reliquia tecnológica de una autodenominada "civilización humana" que lo lanzó hace mil millones de años.

Además también argumentan que esta "civilización humana" no era especialmente inteligente porque destruyó la información genética de la persona que quería conmemorar. El ADN de Tombaugh fue quemado hasta convertirse en cenizas indistinguibles de las de un cigarrillo. Esto es un signo de un ritual primitivo que tiene poco sentido para una sociedad inteligente basada en la ciencia. "Si los humanos siguen ahí fuera, no queremos tener nada que ver con su mentalidad destructiva", concluyen en su informe. Fin de la historia.

Esta historia está basada en hechos reales. Cualquiera que me conozca puede atestiguar que no me gusta la ciencia ficción.

No hay explicación científica que explique convincentemente que Oumuamua era un objeto natural
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Nota explicativa

Para los que no estén al día, Loeb es uno de los promotores de la arqueología espacial como parte del proyecto SETI (búsqueda de inteligencia extraterrestre en sus siglas en inglés). En este ejercicio de ficción realiza un análisis crítico de lo que ha ocurrido en la comunidad científica terrestre en relación con Oumuamua, un objeto interestelar que absolutamente nadie ha sido capaz de explicar convincentemente como un fenómeno natural, sacando de la manga teorías y explicaciones nunca antes observadas que no corresponden con la evidencia de los datos. Loeb, sin embargo, argumenta que la explicación más lógica y sencilla — siguiendo el principio de la navaja de Occam y los datos que tenemos — es que puede ser una reliquia de una civilización avanzada en tránsito por el sistema solar.

A esto uno el reciente descubrimiento de un extraño meteoro interestelar captado por satélites secretos de los Estados Unidos, también sin explicación lógica, y su próxima expedición submarina para recuperar fragmentos de ese extraordinario objeto con el objetivo de descubrir su composición y origen. — Jesús Díaz

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