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Convertirnos en marcianos

Los cambios que hay que hacer en nuestro ADN para colonizar Marte

El genetista Chris Mason acaba de publicar un libro en el que explica las modificaciones que tiene que haber en nuestro ADN para poder adaptarnos a vivir en otro planeta

Primeros humanos llegan a Marte. (Venture City - YouTube)

A pesar de lo adaptables que somos los seres humanos, nuestro cuerpo sufre cuando abandonamos las condiciones de vida de la Tierra. El genetista Chris Mason lleva años estudiando qué sucede en nuestro organismo cuando estamos en el espacio y en su nuevo libro explica no solo por qué es importante convertirnos en una especie interplanetaria, sino también qué cambios hay que hacer desde el punto de vista biológico para conseguirlo.

Chris Mason es profesor asociado de Fisiología, Biofísica y Genómica Computacional en el Weill Cornell Medical College. Dirigió uno de los 10 equipos de investigadores elegidos por la NASA para comparar los cambios genéticos y fisiológicos entre el astronauta Scott Kelly, que pasó un año en la Estación Espacial Internacional, y su hermano gemelo, Mark Kelly, que pasó ese tiempo aquí en la Tierra.

Mason también trabaja con la NASA en el diseño del metagenoma para la vida en el espacio y colabora en el 500 Year Plan, un plan para asegurar la supervivencia a largo plazo de los habitantes de la Tierra.

Un Starship, aterrizando en una colonia marciana. (Venture City - YouTube)

Su último libro se llama ‘The Next 500 years: Engineering Life to Reach New Worlds’, algo así como 'Los próximos 500 años: la ingeniería de la vida para llegar a nuevos mundos'. "La premisa del libro es que quiero exponer lo que creo y espero que ocurra en los próximos 500 años", afirma Mason en una entrevista para RT. “Esto incluye no solo la tecnología detrás de cómo podríamos llegar a otro planeta y sobrevivir allí, sino también el argumento moral de por qué tenemos que ir”.

En cuanto a lo último, Mason cree que las estimaciones que afirman que a la Tierra le quedan 4.700 millones de años antes de convertirse en inhabitable son demasiado optimistas. Para el investigador, si no sucede otro evento de extinción antes, como el impacto con un asteroide, nos quedan como mucho 1.000 millones de años en este planeta.

"Investigando en el libro, vi que dentro de 1.000 millones de años la luminosidad del Sol aumentará lo suficiente como para empezar probablemente a hervir los océanos. Quizá podamos vivir bajo tierra durante un tiempo", afirma Mason también que cree que tenemos el deber genético de proteger nuestra especie y buscar otros planetas que nos permitan seguir adelante.

Los cambios genéticos que nos permitirán vivir en Marte

Para Mason, la primera parada de ese viaje interestelar tiene que ser Marte. “La Tierra es fabulosa, solo sabemos que tiene un tiempo finito”, afirma el investigador. “Marte no es el plan B, es el plan A. Pase lo que pase, en algún momento, tenemos que salir del sistema solar. Tenemos que pensar dónde podemos empezar ese proceso".

Pero para llegar a Marte todavía nos quedan retos tecnológicos y biológicos que resolver. El estudio genético en el que participó Mason y que tuvo como protagonistas a los hermanos Kelly demostró que el cuerpo humano sufre cuando pasa mucho tiempo en el espacio. Scott, que pasó 12 meses en la Estación Espacial Internacional, experimentó pérdida de masa muscular, incluida la de su corazón, alteraciones en su ADN, descalcificación de huesos y alteraciones en su sistema inmunológico comparado con su hermano que se quedó aquí en la Tierra.

"El cuerpo es muy adaptable. Cuando vuelves del espacio, puede volver a la normalidad en su mayor parte. Pero no es agradable, es muy duro para el cuerpo”, afirma Mason. “Si se observan las firmas moleculares de los vuelos espaciales, se parecen mucho a las de un resfriado muy fuerte o incluso a las de una lesión grave. Está claro que el sistema inmunológico está en alerta máxima. Está tratando de adaptarse a un entorno muy distinto e inusual”.

Aun así, Mason piensa que aunque el cuerpo no ha sido diseñado para vivir en otro planeta puede llegar a adaptarse a la alta radiación y la falta de recursos. Para el investigador, los cambios necesarios para esa adaptación están basados en ciencia y tecnología que ya existen hoy. Una herramienta fundamental para esto será la terapia genética que permita poder activar y desactivar partes de nuestro ADN.

"Todavía tenemos el gen para fabricar nuestra propia vitamina C: está en nuestro ADN, solo que en una forma rota", explica Mason. "Lo que sabemos que funciona terapéuticamente es que se puede activar un gen para volver a encender algo, por lo que se podría volver a activar el gen de la vitamina C para la nutrición. Un ejemplo es el tratamiento de ciertos trastornos sanguíneos como la beta-talasemia: se puede volver a activar un gen de la hemoglobina fetal que se desactivó al nacer".

Para el investigador, este poder de manejar las células nos permitiría vivir en el planeta que elijamos. Mason llama a esto libertad celular y planetaria y, aparte de la modificación de cuerpos ya desarrollados, se puede aplicar a la gestación de fetos en úteros artificiales que les permitan más probabilidades de sobrevivir en otro planeta. Esta tecnología también existe ya y recientemente la hemos visto aplicada para el desarrollo de una oveja desde el mismo embrión hasta el nacimiento.

Chris Mason hablando con un reportero RT sobre su libro.

Aunque el plan de Mason es a 500 años vista, el investigador cree que no tardaremos mucho en tener que ponerlo en marcha. Tan solo un par de décadas. El tiempo que, según él, tardaremos en estar preparados para colonizar Marte. “Se supone que los primeros humanos estarán en Marte en 2035. Eso no está tan lejos”, afirma el investigador. "Dentro de 20 años, tendremos que plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué pasa si alguien va y se queda en Marte durante cinco años o más? Probablemente será alguien que tenga 10 años hoy quien sea seleccionado dentro de 20 o 30 años para ir a algunas de estas misiones realmente difíciles".

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