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CALENTAMIENTO LOCAL... Y HASTA BARRIAL

La España en la que vivimos se ha duplicado desde 1987: eso hace que pasemos más calor

El país tiene el mismo tamaño que hace 35 años, pero la superficie artificial que hemos construido es ahora el doble. Esto incrementa el efecto de isla térmica, ¿pero cuánto?

Dos grúas se alzan frente a varios edificios en Sopela. (Miguel Toña/EFE)

Esta semana hemos pasado bastante calor y también hemos hablado bastante de cambio climático. Sin embargo, esta no es la única causa de que los veranos contemporáneos nos parezcan más achicharrantes que los de nuestra infancia. Cuando hablamos sobre cambio climático es habitual escuchar predicciones como que en España la temperatura media aumentará 2,2 °C en 2040. Sin embargo, este tipo de datos siempre nos deja, con perdón, un poco fríos. La pregunta que hay que hacer a esas predicciones debería ser 'OK, 2,2 °C... ¿Pero en qué barrio de España?'

Es sabido que las variaciones de temperatura entre diferentes zonas de una ciudad pueden ser bastante dispares y, a corto plazo, tienen un efecto mucho más pronunciado del que tiene el cambio climático. Por ejemplo, en un estudio de la Universidad de Barcelona donde dividía los distritos de la ciudad por isotermas —zonas con la misma temperatura— descubrió diferencias en las temperaturas nocturnas de hasta 7,5 °C entre el centro de la capital y un barrio periférico un día de enero de 2015.

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Esto sucede porque los materiales con los que se edifica o se pavimenta acumulan el calor irradiado durante el día y lo liberan lentamente por la noche. Se conoce a este efecto como isla de calor o térmica. En invierno puede ser reconfortante, pero en verano es matador, mucho más en medio de olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas.

Pero dejemos de lado el cambio climático. Independientemente de cuál fuera la causa del aumento de calor, lo cierto es que nuestras ciudades lo están acumulando ahora más que nunca antes. Fíjense en los últimos diez años. En el conjunto de España la temperatura aumentó en 0,58 °C, pero en las ciudades este aumento fue mayor, hasta los 0,73 °C. Ese 'extra' es responsabilidad principalmente del efecto isla de calor, derivado del crecimiento de las superficies artificiales.

En los últimos 10 años la temperatura media subió 0,58 °C; en las ciudades fue 0,73 °C

Un informe del Observatorio de la Sostenibilidad al que ha tenido acceso El Confidencial recoge el dato de que, entre 1987 y 2018, la superficie artificial de las ciudades españolas casi se duplicó, pasando de 6.700 a 13.670 kilómetros cuadrados.

Este aumento estuvo liderado, apunta el informe, por las zonas industriales, comerciales y de transporte, cuya extensión en estas casi cuatro décadas se multiplicó por 3,5. Las zonas verdes dentro de las ciudades también se multiplicaron por más de cuatro: pasaron de 135 a 648 km², pero como apunta este trabajo, "no ha sido suficiente para detener el efecto isla de calor en las ciudades".

Los datos que maneja Eurostat para toda Europa también coinciden, aunque su margen de estudio es algo inferior: entre 2000 y 2018 —esto abarca los años de la burbuja inmobiliaria— la superficie artificial pasó de 11.276 a 13.599 kilómetros cuadrados. Para hacernos una idea observemos dos fotografías aéreas, cortesía del colectivo Nación Rotonda, de una misma zona, Fanadix, un suburbio residencial del municipio alicantino de Benissa, al norte de Calpe.

Arriba, Fanadix en 2002, abajo en 2020. (Nación Rotonda)

Por un lado, es esperable que todo esto sucediera: en 1987 vivíamos en España 38,6 millones de personas y recientemente hemos superado los 47 millones. Eso significa que para ocho millones de habitantes extra (un 21% más que hace 34 años) hemos demolido, asfaltado, construido, edificado y ampliado el doble de la superficie de la que disponíamos entonces.

Todo esto hay que ponerlo en un contexto. La superficie artificial de la que hablamos supone menos del 3% del territorio nacional. España está por debajo de la media europea (4,4%) a este respecto. Otros países más pequeños y concentrados como Holanda o Bélgica superan el 11% de superficies artificiales. Alemania o Francia, pese a su mayor extensión, también están bastante por encima de España. En resumen, en este aspecto tenemos una dicotomía muy marcada: por un lado somos un país muy naturalizado, pero por el otro tenemos mucha población concentrada en las ciudades más grandes, que además han crecido más de la cuenta atrapando más calor.

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Los datos de Eurostat muestran que nuestro país está entre los líderes en cuanto a crecimiento de esa superficie artificial en las últimas décadas. El extraño podio lo preside Albania, España es medalla de plata con un 20,6% de crecimiento entre 2000 y 2018, con Turquía un poquito por detrás.

Soria, despoblada pero urbanizada

Los datos no llegan tan desagregados como para establecer el motivo del crecimiento en superficie artificial, si es por la inauguración de una carretera comarcal o por una nueva urbanización, pero el caso es que la región que más tira de este carro es Soria, la provincia con menor densidad de población de España —incluso de Europa, con ocho habitantes por kilómetro cuadrado— aumentó su superficie artificial en un 60% en los últimos 20 años. En este caso no se puede justificar con un crecimiento demográfico, porque Soria lleva perdiendo población desde los años 40.

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Dado que casi la mitad de los sorianos viven en la capital, todo esto se traduce en una mayor isla de calor. En términos reales este caso puede ser poco apreciable, dado que hablamos de la capital de provincia menos poblada de España, pero abordarlo contribuiría a adaptarse mejor a un aumento general de las temperaturas que han llevado a Soria a que su media anual haya pasado de 10 a 12,5 °C entre 1975 y 2020.

Evolución del Parador de las Hortichuelas, junto a Roquetas de Mar, entre 2005 y 2020. (Nación Rotonda)

Además, nos sirve como ejemplo en miniatura de un país donde el asfalto o el hormigón siguen creciendo pese a que la población lleva tres años en decrecimiento vegetativo. Entre los que quedamos, cada vez más optan por trasladarse desde el entorno rural al urbano, incrementando el efecto de esas islas de calor, ya que existe consenso entre climatólogos urbanos como el estadounidense T. R. Oke o el catedrático de la UB Javier Martín Vide que el número de personas en una ciudad es "el parámetro más influyente de la intensidad de las islas de calor". Ya sea esta ciudad mesetaria, costera, con rascacielos o con edificios de dos plantas.

Pese a las peculiaridades de cada una, en Madrid se han identificado diferencias de más de 9 °C entre distintos barrios de la capital, un estudio señaló además el peligroso nexo entre las islas de calor y la población vulnerable, exponiendo la delicada situación de barrios como San Diego, Numancia o Almendrales. Pero no es algo exclusivo de la capital: en ciudades como Sevilla o Málaga se han llegado a registrar más de 7 °C entre el centro y la periferia.

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