Entrevista a Sonia Villapol
Las secuelas del covid: "Algunos pacientes sufrirán enfermedades como el alzhéimer"
La española Sonia Villapol coordina desde Houston (Texas, EEUU) un equipo internacional de neurocientíficos que analiza los efectos del coronavirus
Lleva una década en EEUU y desde hace poco más de dos años trabaja en el Texas Medical Center de Houston, donde es investigadora principal y profesora en el Center for Neuroregeneration en el Methodist Hospital Research Institute. La gallega Sonia Villapol forma parte del Equipo de Investigación Internacional de covid-19, tratando de compartir toda la información de cómo afecta el coronavirus al cerebro y al sistema nervioso.
Este año, ha pasado de estudiar las contusiones cerebrales que sufren los jugadores de la NFL a los problemas neurológicos de los pacientes de covid y, curiosamente, la extraña conexión entre las dos cosas está en los intestinos. Desde Houston, Villapol concede una entrevista a Teknautas en la que se atreve a poner fecha a la llegada de la vacuna contra el SARS-CoV-2 y al periodo que tendremos que seguir llevando mascarilla, además de anticipar cuáles son los tratamientos que considera más prometedores.
Sin embargo, esta visión relativamente optimista no evita su preocupación por los efectos a largo plazo de la pandemia, especialmente los que atañen a su campo del conocimiento, las secuelas neurológicas. Tampoco oculta su decepción con una sociedad excesivamente relajada ante el problema y con unas instituciones que no han sabido poner el énfasis en el problema de la transmisión del virus por el aire, que no han transmitido el mensaje adecuado ni han puesto los medios para atajarlo.
PREGUNTA. ¿Cuál es su misión en el Equipo de Investigación Internacional de covid-19?
RESPUESTA. Soy la coordinadora del equipo de neurología y cada semana discutimos sobre las novedades. Hay que compartir los datos para avanzar más rápido. Muchos ni siquiera están publicados, sino que son observaciones que proceden de hospitales de Francia, de Italia y sobre todo de aquí, de EEUU. Intentamos analizar similitudes y diferencias entre países, porque hay factores que dependen de geografía y la genética y son diferentes.
P. ¿Qué diferencias les llaman la atención?
R. Por ejemplo, no sabemos si los factores raciales influyen. Aquí, el covid afecta más a negros e hispanos y creemos que es por motivos socioeconómicos, pero también puede que haya motivos biológicos. Cuando llegaron los primeros datos de Italia, vimos que la respuesta inflamatoria era más fuerte en la población mediterránea que en la anglosajona debido a una serie de proteínas, y ese tipo de datos se pueden traducir en tratamientos diferentes. En general, hay que analizar datos demográficos con perspectiva, ver cómo afecta la pandemia a poblaciones más envejecidas o cómo puede afectar que aquí, en EEUU, haya mucha diabetes y obesidad, porque son factores que afectan a la gravedad. Además, es muy importante seguir los datos de secuenciación del virus por países para ver cómo va evolucionando y qué tipo de mutaciones va incorporando.
P. En su área, ¿qué se sabe de cómo afecta el covid al cerebro?
R. Estoy involucrada en el estudio del coronavirus porque desde hace años investigo unas moléculas muy ligadas a los receptores de entrada del virus en las células, los ACE2. Además de estar en el sistema respiratorio, los receptores ACE2 también están en el cerebro y esto asustó un poco al principio, cuando empezamos a ver cómo actuaba el virus. De hecho, los primeros síntomas son la pérdida de gusto y de olfato, y esto está relacionado con el sistema nervioso. Además, hay pérdidas de memoria y desorientación, sobre todo en los pacientes que están en la UCI, obviamente, pero existen evidencias de que el virus podría dañar el cerebro.
P. ¿De qué forma?
R. Independientemente de la gravedad del covid, hay efectos a corto plazo como el dolor de cabeza y la falta de concentración que son transitorios, pero no sabemos si puede acarrear algo más en el futuro. Otros son más preocupantes y pueden tener secuelas graves. A través del sistema circulatorio, se producen ictus debido a que se rompen vasos sanguíneos en el cerebro. Existe una asociación de las enfermedades infecciosas virales con problemas más a largo plazo, como las enfermedades neurodegenerativas, el alzhéimer o el párkinson, pero esto lo tendremos que analizar en un plazo de cinco o seis años y ver qué pacientes llegan a desarrollar estas enfermedades. Probablemente, algunos las sufrirán, pero no podemos estimar ahora de qué porcentaje se trata.
P. Ya se ha descrito un caso de párkinson.
R. Fue un caso muy prematuro, apenas tres o cuatro semanas después del covid, el paciente empezó a tener temblores. Era muy joven, 45 años, pero le encontraron la neuropatología del párkinson nada más salir del hospital y sin ningún tipo de antecedentes. Es un caso clínico que se publica y se analiza, no sabemos si es esporádico o hay más que no se conocen, pero lo asociaron directamente con el covid. Podría ser por múltiples razones, al haber inflamación sistémica en el cuerpo se producen más proteínas relacionadas con la patología del párkinson, así que es posible que se indujera por ese mecanismo. Otras infecciones virales también provocan enfermedades neurodegenerativas, sobre todo alzhéimer, y no es de extrañar.
P. Entonces, ¿cabe esperar que de aquí a unos años una consecuencia del covid sea la aparición de más enfermedades neurodegenerativas?
R. Sí, ocurre con otras enfermedades virales y hay indicios importantes que nos hacen pensar que puede haber efectos a largo plazo relacionados con neurodegeneración. En la mitad de las autopsias de pacientes de covid, se ha visto una 'neuroinvasión', es decir, se han encontrado partículas virales que habían invadido las neuronas. Además, también se produce una pérdida de mielina, una capa que rodea los axones de las neuronas y que sirve para proteger sus conexiones. Incluso se han visto áreas del cerebro en las que se redujo la materia gris en pacientes recuperados. Habrá personas que se recuperen al 100% y otras que vivan con secuelas. Ahora no lo podemos saber, pero imagino que un porcentaje de la población que ya es propensa a desarrollar enfermedades neurodegenerativas puede tener más problemas.
P. Llama la atención la inmensa cantidad de síntomas y secuelas del virus. ¿Es un caso excepcional?
R. El covid está teniendo mucha repercusión, pero otras enfermedades virales afectan a los mismos órganos. En el MERS y en el SARS también hubo casos de personas que desarrollaron epilepsia, ictus y alzhéimer. Todas estas patologías son de mi campo y he analizado lo que sucedió, hay trabajos que describen efectos muy parecidos a los que estamos viendo. Lo que pasa es que no llegaron a ser una pandemia que afectase a millones de personas.
P. Curiosamente, su trabajo también tiene que ver con la microbiota intestinal. ¿Qué tiene que ver este tema con el cerebro o con el covid?
R. La conexión está en el efecto inflamatorio. Nosotros estudiamos problemas relacionados con el daño cerebral y tenemos jugadores de fútbol americano que sufren golpes en la cabeza continuamente, por lo que tienen un alto riesgo de desarrollar párkinson y alzhéimer de forma precoz, a los 40 o 50 años. No hay tratamiento, pero analizamos cómo modular su microbiota intestinal para reducir la inflamación y ver cómo afecta al sistema inmune. Con el covid pasa lo mismo, hay una infección viral que provoca una respuesta inflamatoria muy fuerte. La teoría es que las bacterias de los intestinos agravan la inflamación y que el tipo de bacterias que tenemos influye en la recuperación del covid y en los daños cerebrales.
Por eso, analizamos qué tipo de bacterias varían en el covid y si esto puede ser un indicativo en la gravedad. Por ejemplo, es posible que si una persona está infectada y encontramos un tipo de bacteria en su intestino, podamos anticipar un pronóstico más grave o más leve de la enfermedad. A nivel de tratamiento, podríamos administrar probióticos como refuerzo del sistema inmunitario, para ayudar en la recuperación.
P. No estaría mal, porque parece que los tratamientos no están siendo muy exitosos. ¿Será mejor confiar en las vacunas?
R. Los tratamientos que fueron aprobados por la FDA no ofrecen una recuperación muy impresionante, pero si consiguen salvar un pequeño porcentaje de pacientes en estado crítico, ya es algo. Además, hay avances en las terapias con anticuerpos, y creo que esto va a ser más esperanzador porque está más dirigido a atacar al virus que la inflamación, así que tienen bastante futuro, pero necesitan más estudios. En cuanto a las vacunas, hay varias en fase 3 y con una producción muy avanzada, ya hay millones de dosis. Para la primavera del año que viene, podrá vacunarse un porcentaje importante de la población, y en los siguientes meses, el resto.
Mientras, hay que hacer la vacunación social: prevenir y evitar contagiarse. Habrá que llevar mascarillas un año y medio más, y pasar menos tiempo en interiores sin ventilación. Por cierto, esa es la asignatura pendiente de la OMS, mandar un mensaje más fuerte a la población acerca de la necesidad de evitar los espacios mal ventilados. Los aerosoles son la vía más importante de transmisión, pero no hay un mensaje muy contundente sobre ello, la gente se infecta fácilmente y no sabe cómo.
P. ¿Y por qué no les llega ese mensaje?
R. Los responsables de transmitirlo no lo hacen claramente. El mensaje es confuso, probablemente, por un factor económico. Si alertas de algo, la sociedad te va a pedir una solución y tiene que llegar con financiación. Es decir, que habría que poner filtros HEPA, medidores de CO2 y tomar otras medidas de prevención. Si no, tenemos aulas sin ventilación en las que hay niños pequeños sin mascarilla. Basta con que haya un caso sin síntomas para que contagie a todos, pero luego otro niño contagia a su abuelo y esa persona acaba en la UCI. Esto se evitaría controlando la ventilación y tomándose en serio el problema de los locales interiores donde hay mucha gente. Algunos países escucharon a los científicos, como Nueva Zelanda, y ahora Alemania, que se ha tomado muy en serio la ventilación en recintos cerrados.
P. ¿Qué más hemos hecho mal en España?
R. Bueno, en EEUU tampoco estamos nada bien. La sociedad se relajó y no creo que haya una conciencia real de lo que pasa como para tomarse en serio el problema. Hay gente que dice que se infectó y que se recuperó rápidamente. Y luego está el reclamo de la inmunidad de rebaño, que no tiene fundamento científico. Muchas personas no entienden por qué es importante protegerse, pero la realidad es que a muchos jóvenes que pasaron el covid de forma asintomática o con pocos síntomas, meses después se les descubren efectos secundarios. El 70% de la gente recuperada tiene secuelas a largo plazo. ¡El 70%! Este problema no se ha tenido en cuenta y mucha gente piensa que da igual contagiarse.
P. Se está demostrando que la ciencia tiene un papel muy relevante en la sociedad. ¿Cómo ve la investigación española desde fuera?
R. Presido la asociación de españoles científicos en Texas y todos los que estamos aquí es porque no tuvimos oportunidades en nuestro país. Dejar que la gente formada en España se marche sin opción a volver es una catástrofe. Entre los que sobrevivieron allí, hay grupos muy buenos que tienen financiación europea, pero hay pocos equipos grandes que puedan competir a nivel internacional. Falta mucha financiación, pero aun así están aportando mucho en la investigación contra el covid.