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"Un terremoto más catastrófico que el de lorca"

Alerta por riesgo sísmico en la ejecución y llenado de un embalse en Aragón

Desde la Universidad de Zaragoza advierten de que la construcción del embalse de Mularroya conlleva riesgos similares a los de la plataforma Castor, que en 2013 provocó una oleada de terremotos

Trabajos de construcción del embalse de Mularroya. (CHEbro)

La construcción y llenado del embalse de Mularroya, en la provincia de Zaragoza, podría provocar un terremoto "más catastrófico que el ocurrido en 2011 en la población de Lorca". Esa es la conclusión a la que han llegado siete profesores de la Universidad de Zaragoza y de Burgos tras inspeccionar el terreno sobre el que se asienta la obra de ingeniería, un estudio que han publicado en el último número de la 'Revista de la Sociedad Geológica de España'. En el caso de confirmarse su hipótesis, el temblor destrozaría además la pared de la presa, liberando así "una enorme masa de agua" que inundaría dos pueblos cercanos en apenas 15 minutos.

Aunque el proyecto para construir el embalse se puso en marcha a mediados de los noventa, las obras no comenzaron hasta 2008. Según explican ahora desde la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), institución de la que depende la infraestructura, el plazo fijado para su ejecución finaliza en noviembre de 2021 y su presupuesto asciende a 154 millones de euros. De todos modos, ambas cifras podrían verse afectadas tras la publicación del estudio, y es que en estos momentos los "técnicos de la Confederación lo están estudiando en detalle", explican a este diario.

Una falla activa y poco conocida

Aunque los responsables del proyecto aseguran que el informe se tendrá en cuenta, al mismo tiempo apuntan que el embalse se sitúa en "una de las zonas de menor peligrosidad sísmica del territorio nacional, como así lo atestigua la historia sísmica conocida del entorno". Los expertos reconocen dicha afirmación, pero insisten en que el terreno presenta fallas activas con un potencial sísmico a tener en cuenta. "La falla del río Grío, que es la principal, se mueve cada varios miles de años, y por tanto no tenemos un registro histórico de los terremotos que ha provocado. Obviamente, eso hace que para la población el riesgo sea totalmente ignorado, y también dificulta los estudios técnicos que se han realizado para planificar el embalse de Mularroyo", explica a El Confidencial José Luis Simón, catedrático de Geodinámica Interna en la Universidad de Zaragoza y uno de los expertos que firman el estudio.

Corte geológico del entorno del embalse de Mularroya. ('Revista de la Sociedad Geológica de España')

Dada la dificultad que conlleva predecir los posibles terremotos, los profesores han optado por analizar distintos afloramientos rocosos de la zona. "Lo que se hace es cavar zanjas para estudiar los sedimentos cortados por la falla y poder así datarlos. Esto siempre tiene un rango de error, pero con eso detectamos terremotos prehistóricos", explica Simón. Como en la zona del río Grío los afloramientos no son suficientes, los geólogos también han cruzado los resultados con los que presenta otra falla cercana. "Lo que hemos hecho ha sido citar por comparación la falla de Concud, también en la Cordillera Ibérica, que presenta un comportamiento y un potencial sísmico parecido. De esta falla sí tenemos una historia más detalla, y eso nos permite hacer una estimación de las probabilidades que tiene de moverse en los próximos 100 años".

Mediante este procedimiento, los profesores universitarios han llegado a la conclusión de que la falla del río Grío presenta "entre un 0,5 y un 5% de probabilidades de moverse a lo largo de este siglo, lo que daría lugar a un terremoto de magnitud entre 6,2 y 6,8​". De todos modos, se trata de una primera estimación que no tiene en cuenta los riesgos que entraña el llenado del embalse.

Itoiz y Castor: los antecedentes

A la hora de explicar la relación entre el llenado del embalse y un posible terremoto, el catedrático José Luis Simón apunta a la sismicidad inducida, un concepto que hace referencia al proceso en que "el aumento de la presión de los fluidos que hay en el subsuelo termina provocando la detonación de una falla activa que estaba latente". De esta manera, la falla rompe su ciclo sísmico, dando lugar a un temblor que no estaba previsto. "En esos casos no se da el terremoto máximo, porque no hemos llegado a acumular toda la energía, pero si por ejemplo estamos a un 80% del ciclo sísmico, eso significa que se puede desencadenar el 80% de la energía en el terremoto. Si estamos hablando de un terremoto de entre 6,2 y 6,8, podríamos encontrarnos entonces con uno de cinco y pico".

Para defender esta hipótesis, los geólogos se apoyan en lo ocurrido en el embalse de Itoiz, en Navarra, cuya construcción finalizó en 2002. "A los pocos días de su llenado, la zona comenzó a experimentar una actividad sísmica que se alargó durante meses", explica Simón. De todos modos, el caso más sonado que presentan en su estudio es el del proyecto Castor, una infraestructura situada frente a las costas de Castellón y Tarragona que permanece cerrada desde 2013, cuando una oleada de terremotos sacudió la región. Aunque durante años se cuestionó la relación del embalse con dichos seísmos, un informe del Massachusetts Institute of Technology (MIT) terminó por despejar toda duda en 2017. Según se defendía en el mismo, el proceso de inyección del gas colchón, que comenzó a introducirse en el antiguo yacimiento de petróleo en 2013, desencadenó los seísmos que llevaron al Gobierno a paralizar el proyecto.

El catedrático del área de Estratigrafía de la Universidad de Zaragoza Marcos Aurell, que también ha participado en el estudio, señala además "la elevada porosidad y permeabilidad" que presenta el terreno sobre el que se asienta el embalse de Mularroya, lo que también afectaría a la sismicidad inducida. "Se trata de un lugar en el que el agua con que llenemos el embalse va a entrar por las fisuras de la roca hasta encontrarse con el agua del acuífero, con lo cual la presión en la falla aumentaría más rápido que en otros embalses".

"Más catastrófico que el de Lorca"

Al margen de la longitud de la falla, "de la que depende en gran medida el terremoto máximo que se puede producir", otro aspecto a tener en cuenta es el lugar en que se sitúa el epicentro del seísmo, y es que cuanto más cerca de la superficie se encuentra, mayores son los daños que provoca. "Es un tema difícil de evaluar, pero en este caso sabemos que la falla corta hasta la superficie porque hemos encontrado depósitos del Cuaternario. Esto quiere decir que el terremoto podría tener el foco a cierta profundidad, pero como mucho a cinco o 10 kilómetros, que no tiene nada que ver con los terremotos del Pacífico, que se producen a 200 o incluso 400 kilómetros".

Partiendo de que los sedimentos analizados apuntan a que la falla del río Grío "tiene una longitud bastante considerable" y "corta hasta la superficie", el grupo de geólogos insiste en los daños que podría causar un terremoto en esta región. "A modo comparativo, es preciso tener en cuenta que un seísmo de magnitud entre 6,2 y 6,8 y muy superficial sería considerablemente más catastrófico que el ocurrido en 2011 en la población de Lorca, y en una zona con escasas medidas preventivas, a diferencia de lo que ocurre en el sur de España", explican en el estudio.

Preguntado sobre dicha comparación, el catedrático José Luis Simón señala que el terremoto de Lorca fue tan grave porque la falla pasaba justo por debajo del casco urbano de la ciudad, una situación similar a la que se da en el embalse de Mularroya: "La traza todavía es confusa, pero pasa relativamente cerca de Morata de Jalón, a un kilómetro o un kilómetro y medio". Asimismo, otros siete pueblos se encuentran también junto a la falla, aunque no tan cerca como el ya comentado: Chodes, Tobed, Codos, Santa Cruz de Grío, Nigüella, Arándiga y Mesones​.

En este sentido, los profesores universitarios advierten además de que el terremoto podría destrozar el embalse, por lo que han realizado una simulación considerando el vaciado total del embalse si este se encontrase a cota máxima. En el caso de confirmarse este escenario, los expertos destacan tres puntos críticos: el puente de la carretera A-2 y las localidades de Ricla y Calatorao, para las que se sitúa "el tiempo de llegada de la máxima inundación en torno a 15 minutos". Teniendo en cuenta la velocidad a la que avanzaría la masa de agua, los expertos consideran "previsible" que el puente se colapsara, además de los daños que causaría en los dos pueblos: "En Ricla se esperan calados de hasta 7,3 metros en la plaza de toros y su entorno", mientras que "Calatorao sufriría una afección mayor, produciéndose la inundación de buena parte del casco urbano".

El embalse cumple la normativa

"La presa de Mularroya cumple la normativa sísmica". Ese es el principal argumento que exponen desde la Confederación Hidrográfica del Ebro a la hora de valorar el estudio publicado. De hecho, la institución insiste en que "las presas son una de las construcciones más resistentes creadas por el ser humano", quitando así peso a los peligros que se subrayan en el artículo. A falta de que sus técnicos analicen "en detalle" el trabajo geológico en los próximos meses, la conclusión del CHE al respecto es clara: "Agradeciendo a los autores su preocupación, señalamos que los estudios indican que el embalse es viable".

Los catedráticos de la Universidad de Zaragoza, sin embargo, no están conformes con su valoración. "La probabilidad es pequeña, pero en una obra de esta envergadura lo mínimo es que todo esto se evalúe con rigor y no escudándose en la normativa, sino intentando buscar todo lo que el conocimiento científico nos proporciona", critica José Luis Simón. "La obra nunca debería haberse empezado. Las cosas hay que pensarlas antes de hacerlas", sentencia a su vez su colega Marcos Aurell.

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