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ESTE MIÉRCOLES SE CONOCEN LOS DETALLES

La filtración del estudio del año obliga a 'Nature' a hacer trampas para publicarlo

Sus reglas impiden publicar un trabajo si ya ha sido difundido, lo que no impedirá a la revista británica publicar mañana un estudio sobre CRISPR en humanos.

Portada de un ejemplar de Nature

No hará falta esperar al próximo 31 de diciembre para saber que el estudio dirigido por Shoukhrat Mitalipov, de la Oregon Health and Science University, será uno de los hitos científicos del año. Sin embargo, sí que habrá que esperar hasta el miércoles a las 18:00 (hora española) para conocer con exactitud los detalles del mismo. A esta hora es cuando se rompe el embargo de la revista 'Nature' y, simultáneamente, todos los medios -incluido El Confidencial- darán la noticia.

¿Pero qué noticia? Precisamente, aquella que ya pudimos leer la semana pasada, y que decía que, por primera vez en Estados Unidos, han logrado editar genéticamente embriones humanos gracias a la técnica CRISPR, aquella en la que fue pionero el español Francis Mojica. Este avance fue publicado en exclusiva por la revista especializada 'Technology Review' bastante antes de que el resto de medios de comunicación mundiales supieran siquiera acerca de la existencia del trabajo.

Steve Connor, el periodista freelance británico que firmó la exclusiva, ni siquiera rompió el embargo decretado por la revista británica, ya que publicó la historia antes incluso de que este artículo fuese facilitado a la prensa especializada. En su reportaje, casi ninguno de los científicos consultados daba su nombre, y los que lo daban, como Jun Wu, del Instituto Salk, rehusaban dar detalles del estudio.

El propio Mitalipov rechazó dar detalle alguno porque los resultados "estaban pendientes de publicación" en una importante revista científica.

El sistema de embargos, en entredicho

Los periodistas que acudimos a este tipo de fuentes suscribimos con revistas como 'Science' o 'Nature' un acuerdo de embargo que nos garantiza disponer con varios días de antelación de los estudios científicos que van a ser publicados. Además, las revistas proporcionan otros materiales como notas de prensa, fotos, vídeos o ilustraciones. A cambio de este privilegio, los periodistas nos comprometemos a aguardar escrupulosamente la fecha y hora a la que se desembargan los materiales (en España, 'Nature' lo tiene fijado los miércoles a las 18:00 y 'Science' los jueves a las 19:00).

Esta omertá afecta también a las conversaciones con los científicos implicados: nadie cuenta nunca a la prensa antes de tiempo lo que está haciendo en el laboratorio porque eso equivaldría a romper la regla que ha prevalecido en el sistema de publicación científica desde 1969: la llamada Regla Ingelfinger.

En aquel año, Franz J. Ingelfinger, editor del prestigioso 'New England Journal of Medicine' proclamó que su revista jamás publicaría algo que ya hubiese aparecido antes impreso en cualquier otra parte. El objetivo último de esta regla era salvaguardar el flujo de ingresos de esta publicación, aunque de cara a la galería la regla servía para evitar que los científicos inflaran su historial de artículos publicando un estudio, entero o por partes, en varias revistas.

Durante décadas, la revista que el miércoles publicará el estudio sobre CRISPR ha seguido esta regla: "Los autores de 'Nature' no discutirán sus contribuciones con los medios de comunicación (incluidas otras revistas científicas) antes de la fecha de publicación; revelar a la prensa los contenidos de cualquier contribución puede llevar al rechazo de la misma".

¿Qué ocurre ahora?

El estudio liderado por Mitalipov, en el que han participado algunos científicos españoles, ha sido ampliamente difundido por numerosos medios de comunicación: se sabe que eran embriones unicelulares, que el procedimiento se llevó a cabo con seguridad o que el desarrollo de los embriones modificados se interrumpió después de unos días. No se conocen, sin embargo, algunos detalles concretos como el gen al que se aplicó la técnica de "corta y pega genético" o la enfermedad hereditaria que los investigadores pretendían evitar mediante la manipulación del ADN embrionario. Es decir, las cosas que importan a los científicos del ramo aún son secretas, pero las que importan a la gran mayoría de la gente son totalmente accesibles desde hace una semana.

El artículo de Connor en 'Technology Review' incluso describe que se crearon decenas de embriones modificados, o cómo Mitalipov y sus compañeros procedieron para evitar una alteración genética conocida como mosaicismo, uno de los principales escollos a la hora de usar CRISPR con fines terapéuticos.

La enzima CRISPR en verde y rojo se une a una hebra doble de ADN en púrpura.

¿Es suficiente evidencia para que 'Nature' rechace la publicación del estudio? Al parecer, no.

A primera hora del lunes, los responsables de la revista facilitaron finalmente a la prensa especializada copias del artículo. "Somos conscientes de que ha habido información especulativa en los medios de comunicación acerca de esta investigación sin acceso al estudio", explica a Teknautas una portavoz de Springer Nature, editora de la revista. "Mientras que la cobertura mediática previa forma parte del dominio público y puede ser relatada, la información en la nota de prensa y el estudio permanecen bajo un estricto embargo", añade. La pregunta sobre la regla Ingelfinger fue específicamente formulada a la portavoz, pero no respondida.

¿Siguen teniendo sentido los embargos?

La polémica sobre el rol de guardianas de la información científica de este tipo de revistas no es nueva. En un mundo en el que muchos científicos suben a internet versiones preliminares de sus artículos ('preprints') en sitios como arXiv o bioRxiv y en el que el marketing lleva a las grandes revistas a organizar conferencias de prensa coincidiendo con la ruptura de un embargo para aumentar la repercusión de un estudio científico, cada vez son más las voces que instan a estas editoriales a reconsiderar sus estrategias de publicación.

En los últimos años, los fiascos derivados del sistema de embargos se han sucedido. En 2010 fue 'Science', que tras anunciar a bombo y platillo un estudio de la NASA sobre bacterias basadas en arsénico -algo que rompía las reglas de la biología- se vio obligado a adelantar el embargo ante el jaleo organizado por los científicos, que no se creían que algo así fuera posible. Y no lo era. En 2015, la propia 'Nature' trató de aprovecharse de la prensa científica para dar más relevancia mediática a un complejo trabajo sobre el hombre de Kennewick, unos enigmáticos restos arqueológicos encontrados cerca de Washington. Sin previo aviso, la revista anunció a la prensa que el estudio sería desembargado apenas un día más tarde.

"Es un asunto increíblemente complicado que comprende genética, arqueología, derecho y política", dijo entonces el corresponsal científico del 'New York Times', Carl Zimmer, "dar a los periodistas acceso al estudio sólo 29 horas antes de levantar el embargo es ridículo".

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