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La geoingeniería gana apoyos (y detractores)

La polémica 'solución' de Trump al cambio climático: lanzar productos químicos al aire

¿Es posible revertir parcialmente los efectos del calentamiento global alterando la composición química de la atmósfera? Trump y su equipo creen que sí

Donald Trump acaba de dar carpetazo a las medidas más importantes aprobadas durante la era Obama para luchar contra el cambio climático. La nueva orden ejecutiva firmada por el presidente de EEUU elimina, entre otras cosas, las restricciones a la extracción de carbón en suelo federal y revisa el Plan de Energía Limpia, una de las herramientas clave de la anterior administración contra el cambio climático. Es el primer paso de su estrategia 'negacionista', pero no acaba aquí. Trump y su equipo han sido grandes impulsores de la conocida como geoingeniería solar, una polémica práctica que se pondrá en marcha en EEUU en 2018.

¿Es posible imitar el efecto de la capa de ozono liberando en la atmósfera sustancias químicas que ayuden a reflejar parte del calor del Sol de vuelta hacia el espacio, y con ello revertir, al menos parcialmente, el cambio climático? Este es uno de los objetivos de la geoingeniería solar, una disciplina científica y tecnológica que busca alterar el clima y que apenas ha dado sus primeros pasos pero que ya está rodeada por una intensa polémica en la que participan científicos, ecologistas, políticos y empresas a las que afectan las reducciones de emisiones.

Uno de los protagonistas de esta historia es David Keith, científico climático de la Universidad de Harvard, especializado en las relaciones entre la ciencia del clima, la tecnología aplicada a la energía y las políticas públicas. Junto a su colega Frank Keutsh, Keith participó la semana pasada en un foro para impulsar la investigación en geoingeniería solar en Estados Unidos. Ambos científicos esperan poner pronto su propio proyecto en marcha.

Se trata de lanzar globos en la atmósfera que liberen determinadas sustancias, como dióxido de azufre, aluminio o carbonato cálcico con la intención de que sus partículas reflejen parte de la energía proveniente del Sol hacia el espacio, como hace la capa de ozono. Después, con una serie de sensores medirán cuánta energía reflejan esas partículas, si se dispersan o se agrupan y cómo interaccionan con los demás elementos presentes en la atmósfera.

Los experimentos, cuya preparación empezará esta primavera y esperan realizar en algún momento de 2018, serán de momento a pequeña escala y se llevarán a cabo cerca de Tucson, Arizona, pero los científicos creen que puede funcionar porque es algo que ya ocurre en la naturaleza: las grandes erupciones volcánicas del pasado emitieron a la atmósfera millones de toneladas de dióxido de azufre, y esto contribuyó a reducir las temperaturas globales en los meses siguientes.

Su intención es obtener información sobre sus posibilidades y riesgos, porque hay algunas cuestiones para las que los científicos aún no tienen respuestas: ¿con cuánta precisión podrán controlarse los cambios producidos en el clima?, ¿qué sustancias serían las más adecuadas?, ¿qué consecuencias imprevistas pueden ocurrir? Después de todo, aquellas enormes erupciones volcánicas también causaron grandes reducciones de las precipitaciones en otros lugares del mundo, y el dióxido de azufre ha demostrado ser perjudicial para la capa de ozono.

Un complemento, no una solución

La mera idea de tratar de manipular el clima tiene muchos detractores dentro de la propia comunidad científica, que señalan entre otros argumentos lo difícil, si no imposible, de controlar los efectos que puede desatar el introducir un cambio en un sistema tan complejo como el clima global, y utilizan el propio cambio climático como ejemplo. Sería, por resumir, tratar de resolver un problema creando otro.

Se comprometen a no seguir adelante si su empeño puede entorpecer el desarrollo de un programa de experimentación con un mayor apoyo público

El propio David Keith está de acuerdo con estas medidas de precaución y reconoce las limitaciones de la disciplina en la que trabaja: "Es completamente imposible controlar el clima del todo, y en el mejor de estos casos, estos métodos deberían ser un complemento a las reducciones absolutas de emisiones contaminantes", ha reconocido a Teknautas. Además, desde su equipo reconocen que hace falta mejorar la gestión y control de este tipo de experimentos, y se comprometen a no seguir adelante si consideran que su empeño puede entorpecer el desarrollo de un programa de experimentación en geoingeniería con un mayor apoyo público.

Argumentos políticos y económicos

Y eso puede complicarse porque es una cuestión en la que los argumentos científicos y medioambientales se mezclan con los políticos y económicos. Jonathan Gómez Cantero, geógrafo-climatólogo, explica que apostar por la geoingeniería es una decisión poco ética con el medio ambiente, dejando la puerta abierta a seguir produciendo emisiones contaminantes "porque ya vendrá después la tecnología a salvarnos".

"Algunos países e industrias parecen interesados en potenciar la geoingeniería para mantener el statu quo", señala, y son precisamente aquellos que más tienen que perder si se impone la que considera la única vía para detener y revertir el cambio climático: pasar de una economía basada en los combustibles fósiles a las energías renovables. "No me cabe en la cabeza que teniendo a mano la opción lógica y alcanzable, alguien piense que es mejor impulsar la geoingeniería".

A quien sí parece caberle en la cabeza es al presidente de Estados Unidos, Donald Trump y a varios miembros de su administración que llevan mucho tiempo defendiendo las posibilidades de la geoingeniería para manipular el clima a gran escala, tal y como recoge The Guardian.

David Schnare, miembro del equipo de transición de la EPA (Agencia de Protección Ambiental), ha hecho lobby ante el gobierno y ha testificado en el senado a favor de que la investigación en geoingeniería reciba fondos federales; Newt Gingrich, asesor de Trump, fue uno de los primeros políticos que defendió públicamente la geoingeniería: "La geoingeniería contiene la promesa de solucionar las preocupaciones del cambio climático por solo unos miles de dólares al año", dijo en 2008. Cuando Rex Tillerson, actual Secretario de Estado, dirigía ExxonMobile, la compañía era líder mundial en el desarrollo de técnicas de geoingeniería.

Existe otro problema que inquieta a Gómez Cantero, y es el de los potenciales problemas geopolíticos que estas técnicas podrían producir. Si el sistema climático de la Tierra es tremendamente complejo, manipular uno de sus componentes en un lugar concreto puede tener efectos inesperados en otro que serán muy difíciles de predecir de antemano, y una vez puesto en marcha, no se podrá detener ni revertir. "Es abrir la puerta a otro problema a nivel mundial".

"Cuanto más sepamos, mejor"

Pero otras voces defienden la necesidad de llevar a cabo experimentos como los que planean los climatólogos de Harvard. Uno de ellos es Xavier Giménez, profesor del departamento de Ciencia de Materiales y Química Física de la Universidad de Barcelona. "No es lo mismo experimentar para saber que intentar controlar".

No es lo mismo experimentar para saber que intentar controlar

En su opinión, no hay debate en torno a que el cambio climático debe combatirse reduciendo las emisiones contaminantes, y ahí nada tiene que ver la geoingeniería, pero "cuanto más sepamos sobre el funcionamiento de la atmósfera, mejor. Tenemos que saber qué impactos tiene un determinado fenómeno sobre una masa de aire, y eso solo podemos saberlo haciendo esos experimentos", defiende. El error, continúa, es concluir que de ahí saldrá inmediatamente el intento de controlar el clima mundial.

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