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  1. Sociedad

graves efectos sobre la salud pública

Del 'Great Smog' al 'Airpocalypse': los riesgos fatales de obviar la contaminación

El Ayuntamiento de Madrid aprueba un nuevo protocolo de actuación para aliviar la polución. Otras ciudades como Los Ángeles o Londres sufrieron graves consecuencias por no prevenir sus efectos

Un grupo de muejres pasean con máscara frente a la Oriental Pearl TV Tower de Shanghai, China. (Reuters)

La atmósfera madrileña aún preocupa en Cibeles. Los umbrales de contaminación para actuar se intentan reducen con el nuevo protocolo, siguiendo la estela de otras capitales europeas que ya han implementado regulaciones más severas. “Esperemos que sí resuelva el problema. Las medidas que se proponen sirven para reducir los niveles, pero será difícil de determinar cuánto de efectivas serán porque hay pocos datos históricos”, advirtió el pasado mes de noviembre Esteban García, miembro del colectivo Nación Rotonda, especializado en urbanismo, ordenación del territorio y burbuja inmobiliaria.

[Siga en directo la información sobre las restricciones al tráfico en Madrid a causa de la contaminación]

El experto alerta sobre el riesgo de continuar con altos valores de polución, no solo por los efectos sobre la salud, sino por las potenciales sanciones de la Unión Europea en caso de superar los límites: “el 7,5% del presupuesto del ayuntamiento es mucho dinero”.

Las regulaciones comienzan a ganarle terreno a los malos humos, aunque lo hace años después de que se considerasen en otros países. Grandes desastres ecológicos como el ‘Great Smog’ de Londres, en 1952, o los recientes 'Airpocalypse' vividos en Pekín, urgieron a los gobiernos a emprender medidas contra la polución por sus efectos fatales sobre la población.

Remolcador atracado en un muelle del Támesis durante los días del 'Great Smog', en 1952. (Getty images)

Los londinenses comenzaron a tomar conciencia mediado el siglo XIX. La exhibición de ganado de Smithfield, en 1873, fue el escenario de uno de los primeros episodios relacionados con la polución luego de que los animales murieran asfixiados en medio de la neblina contaminante. La suma de un anticiclón sobre la capital y las chimeneas para protegerse del frío resultaron en el 'Great Smog' de Londres de 1952, una de las primeras alarmas ambientales de la historia moderna. Los cielos claros del 5 de diciembre dieron paso a una visibilidad casi nula apenas dos días después.

La capa anticiclónica impidió que mil toneladas de partículas de humo abandonasen la atmósfera londinense aquellos días. Hombres con farolas acompañaban a las ambulancias para guiarlas en medio de la neblina, mientras los hospitales recibían a pacientes con los ojos enrojecidos y faltos de aire. Las autoridades británicas cifran en al menos 4.000 las personas que fallecieron aquella semana a causa del 'smog'. A partir de entonces, se crearon nuevas normativas para prevenir episodios de esta magnitud, incluidas las leyes de Aire Limpio de 1956 y 1968, que obligaron a las fábricas urbanas a reconvertirse en industrias sin humo.

Desde febrero de 2003, los londinenses pagan 11,5 libras al día de lunes a viernes si deciden circular por la Congestion Charge Zone, en el centro de la ciudad. Aún así, la contaminación se mantiene en niveles preocupantes. En la primera semana del año se superaron los límites anuales planeados por el Gobierno, algo que no preocupó en exceso al entonces alcalde Boris Johnson, que meses atrás habíta utilizado la red social Twitter para negar la polución como un problema prioritario para Londres.

El conservador aplazó el plan ULEZ (Ultra Low Emissions Zone) hasta septiembre de 2020, cuando los vehículos deberán someterse a exhaustivos estándares de emisiones. La nueva normativa vigilará con cámaras los coches, motos y buses que circulen por el centro de Londres y reserva sanciones que alcanzan las mil libras en caso de no cumplir con los requisitos recogidos.

Sin recreo por contaminación

La ciudad de Los Ángeles, en California, recibió a principios de los setenta el dudoso honor de ser bautizada como la capital mundial del 'smog'. Lo hacía un texto académico que advertía de la necesidad de implementar medidas a largo plazo para prevenir los efectos de la contaminación, adelantándose varios años al debate sobre el cambio climático.

Además de la situación geográfica de la ciudad, rodeada por montañas que impiden la salida de aire sucio, los humos de las fábricas químicas, refinerías y el tráfico, convirtieron a Los Ángeles en una trampa contaminante ya en los años cincuenta. Los medios de la época recogían sugerencias para paliar la contaminación, como la instalación de ventiladores gigantes en las colinas de la metrópolis que fueron descartados por su alto coste y riesgo para los habitantes.

La irritación de ojos y los problemas respiratorios se habían convertido en problemas cotidianos. El Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales denunció en la década de los setenta que los niveles de contaminación insalubres se habían superado más de 200 días al año. La situación llevó a que el presidente Nixon firmase en diciembre de 1970 el Clean Air Act (Ley sobre Aire Limpio), que supuso un punto de inflexión para la calidad del aire en el país.

La norma impuso umbrales en la emisión de gases y permitió la regulación de químicos perjudiciales para la salud, además de fomentar la creación de agencias locales que supervisaban la aplicación de la ley. Las actualizaciones de 1977 y 1990 contribuyeron a limpiar el aire tras años de emisiones nocivas.

Las regulaciones tuvieron resultados sin precedentes en la población, especialmente entre los menores de edad. Tras años en los que la salida de los estudiantes a los patios se prohibió en los días de alta polución como medida preventiva, un estudio publicado el año pasado por la universidad de Southern California descubrió que los niños de la región respiraban mejor que en 1994. El porcentaje de niños con disfunciones en el crecimiento de sus pulmones se había reducido a la mitad. "Es uno de los mayores hallazgos que he visto en mi vida", destacaba entonces W. James Gauderman, líder de la investigación.

El fin del mundo en Pekín

"El aire en China apesta. También lo odiamos. Por eso inventamos una app para ayudarte a sobrevivir entre la polución". Así se vende una aplicación para móvil que ofrece información en directo sobre el estado del aire en varias ciudades del gigante asiático. En enero de 2013, una enorme bruma amarilla se instaló en el norte del país en uno de los fenómenos ambientales más peligrosos jamás registrados. El episodio se conoció a partir de entonces como 'Airpocalypse', luego del pánico causado por los indicadores de contaminación, que se salieron literalmente de las gráficas.

Las PM10, unas partículas diminutas decenas de veces inferiores al diámetro de un cabello, se colaron en los pulmones de los pekineses. La primera vez que se produjo el fenómeno, los niveles de estas sustancias superaron cuarenta veces el umbral recomendado. El que fuera ministro de Sanidad hasta enero de 2014, Chen Zhu, reveló que entre 350.000 y 500.000 personas mueren cada año en China de forma prematura debido a la contaminación en el aire.

Las alertas del 'Airpocalypse' siguieron sucediéndose ante los lasos esfuerzos del Gobierno por frenar la polución. En diciembre de 2015 se produjo la mayor intervención de las entidades locales. La primera alerta roja de la historia supuso el cierre de escuelas, fábricas y lugares de construcción, además de limitar la circulación de la mitad de los vehículos privados. "La regulación no es aún lo suficientemente buena, ha mejorado pero está lejos de dónde debería estar", reconocía a la BBC Hongjuan Zhan, antiguo autor de las leyes sobre contaminación en el país.

La desaceleración de la economía china puede suponer un nuevo retroceso en la normalización del aire de ciudades como Pekín. Así lo entiende el economista de la universidad de Harvard Mun Ho: "la inesperada recesión está complicando los esfuerzos por convencer a la gente de la necesidad de pensar en energías de bajo consumo".

Expandir

Los mismos dilemas que hoy tiene China se los planteaba Japón hace medio siglo. El país sorprendía al mundo tras la Segunda Guerra Mundial al situarse entre las diez primeras potencias económicas mundiales. El precio a pagar era la alta contaminación en varias ciudades, que contaron con sus enfermedades autóctonas:como el asma de Yokkaichi o el mal de Minamata (relacionado con la contaminación de mercurio). Los movimientos ciudadanos de rechazo a la alta polución desembocaron en la aprobación de una avalancha de regulaciones en 1970. La contaminación cayó drásticamente en los años siguientes.

Contaminación lejos del foco

"Es una sentencia de muerte para los niños", lamenta Gen Prasad, doctor personal del presidente hindú. Los niveles de contaminación en Nueva Delhi llegan a superar hasta 35 veces los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Las autoridades locales ya regulan el número de vehículos que circulan cada día y advierten a la población de no abandonar sus hogares en días en los que los límites de las emisiones se ven rebasados. Pese a considerarse muchas veces como la ciudad con peor aire del planeta, la OMS no llega a situarla entre las veinte primeras.

El estudio realizado entre 2009 y 2015 revela que el 98% de las ciudades con más de 100.000 habitantes en países con bajos niveles de ingresos incumplen las recomendaciones de la organización. De las 3.000 ciudades analizadas, la urbe nigeriana de Onitsha ocupa el primer lugar. La localidad pasó de contar con medio millón de habitantes en 2005 a tener un área metropolitana de más de 7 millones de personas. La presencia de partículas PM10 es treinta veces superior a los establecida por la OMS.

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La mayoría de ciudades copando los primeros puestos se encuentran en economías en vías de desarrollo, con cuatro urbes nigerianas entre las veinte primeras y cinco en Oriente Medio. Los primeros municipios españoles son Puerto Real (en el puesto 906), Avilés (922) y La Línea de la Concepción (989). Madrid y Barcelona se encuentran en los puestos 1.976 y 1.321, respectivamente.

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