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La variante delta complica el verano

"Nos tratan como a niños": el certificado covid para entrar al bar se extiende por Europa

La medida, que tiene un sentido epidemiológico, contrasta con las promesas de una vida 'normal' una vez las vacunas estuvieran a disposición de los ciudadanos europeos

Protestas contra el pasaporte covid en París. (Reuters)

Una nueva ola de restricciones (y protestas) recorre Europa. A pesar de que más de la mitad de la población adulta de la Unión Europea ha recibido la pauta completa de vacunación contra el covid-19, con el repunte veraniego de contagios por la variante delta son cada vez más los países que están coqueteando (cuando no amenazando) con el cierre de los interiores en hostelería y ocio a quienes no se hayan vacunado o no presenten un test negativo. Aunque el certificado digital de la UE estaba pensado para facilitar los viajes internacionales, puede convertirse en una suerte de 'carné covid' que divida la sociedad entre los que pueden disfrutar de una cena en un restaurante y los que no.

Ya sea como método de reavivar la campaña de vacunación para los más escépticos, intentar mantener un turismo 'seguro' en medio de la quinta ola europea o reabrir la economía sin exponerse a nuevas restricciones de semiconfinamiento, más de la mitad de los gobiernos europeos (de Francia a Alemania, Italia o Austria) han contemplado o están estudiando implementar este tipo de limitaciones entre protestas ciudadanas y dudas sobre la 'justicia' de su aplicación.

¿Hasta dónde llega la libertad individual en este momento de la pandemia? Ese es el debate que durante cuatro días y cuatro noches mantuvieron los diputados y senadores franceses y resultó en la aprobación el pasado domingo del proyecto de ley que ampliará el uso del certificado covid a partir de agosto una vez haya pasado por el Consejo Constitucional. En Francia, el ritmo de vacunación se había estancado, pero cuando el Gobierno anunció que haría obligatoria la vacunación para el personal sanitario y que limitaría el acceso a la restauración, ocio y autobuses de larga distancia a los vacunados o quienes pudieran presentar un test negativo, hubo récord de vacunaciones en el país durante toda la semana.

En mayo, Austria fue el país pionero de la UE en limitar el acceso al interior de los bares a las personas vacunadas, que hubieran pasado la enfermedad o mostraran un test negativo. Desde entonces y además de Francia, Chipre, Dinamarca, Eslovenia, Grecia, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania y República Checa han cerrado o anunciado restricciones a la hostelería en interiores. Los bares de los municipios portugueses más afectados por el virus tienen restricciones al acceso solo el fin de semana y en Alemania el debate comenzó la semana pasada después de que el ministro de la cancillería, Helge Braun, declarara que "los vacunados tendrán más libertades que los no vacunados".

Fuera de las fronteras de la UE, el nuevo Gobierno de Israel ha anunciado que a partir del 8 de agosto será necesario un pasaporte covid para entrar a lugares públicos como sinagogas, cines o estadios. En Estados Unidos, Google, Facebook y más de 400 universidades requerirán prueba de vacunación a sus empleados y alumnos el próximo curso. En Reino Unido, Boris Johnson planea requerir la pauta completa para entrar en discotecas y clubes a partir de septiembre. El guitarrista Eric Clapton respondió negándose a tocar en lugares donde se exija la vacuna para entrar.

Vacunar, restringir, protestar

Este tipo de restricciones no ha sido recibido con buenos ojos por parte de la sociedad francesa, que se resiste a aceptar la vacuna como moneda de cambio para recuperar las terrazas de los bares. Mientras se debatía la medida en la Asamblea, más de 160.000 manifestantes —entre los que se encontraban ‘chalecos amarillos’ y algunos líderes de la extrema derecha— clamaron contra la “dictadura sanitaria” en todo el país, con consignas como "toman a los franceses por niños [obligando a vacunarse]". El presidente, Emmanuel Macron, respondió a la pregunta del momento: “No existe una libertad en la que no debo nada a nadie. ¿Qué vale tu libertad si me dices que no te quieres vacunar?”.

En los últimos días, las calles de Atenas, Roma o Milán han vivido protestas similares, y los diputados de Fratelli d'Italia interrumpieron ayer la sesión del parlamento italiano con una protesta contra el certificado covid. Miembros del partido de extrema derecha —el único gran partido que no forma parte del gobierno de Mario Draghi y que lidera por primera vez las encuestas en el país transalpino— tomaron el centro de la sala mientras mostraban carteles contrarios a la medida.

Protestas contra el certificado covid en Roma. (Reuters)

Para María Miyar, profesora de sociología en la UNED e investigadora del 'think tank' Funcas, estas protestas muestran que “en realidad obligar es contraproducente, o por lo menos arriesgado. Al final acabas generando una respuesta negativa. Si la gente se siente obligada, va a desconfiar más de las instituciones”.

“No puedes generar un problema y luego culpar a la población y restringir sus derechos”

Además, en muchos casos “la desconfianza en las vacunas la han generado las propias instituciones que ahora fuerzan a la población a vacunarse”, recuerda la socióloga. El pasado enero, en medio del rifirrafe de la UE con AstraZeneca, Macron declaró que la vacuna británica era “casi inefectiva” entre la población mayor de 65 años, horas después de que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) aprobara su uso. “No puedes generar un problema y luego culpar a la población y restringir sus derechos”, resume Miyar.

El pasado miércoles, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba que el 70% de la población adulta de la UE había recibido al menos una dosis de vacuna (el porcentaje de europeos con pauta completa es del 56,1%). Sin embargo, aún quedan grandes bolsas de ciudadanos sin vacunar dentro del territorio comunitario. Países del este como Bulgaria (16%) o Rumanía (30%) ni siquiera se acercan al 55% de adultos vacunados, una marca que apenas acaban de superar Francia, Italia o Grecia.

Líderes en vacunación y en acatar las restricciones

España se ha colocado en cabeza de la vacunación europea, gracias, entre otras razones, a que no hay grandes segmentos de la población reacios a inyectarse la vacuna. Pese a todo, los contagios siguen al alza, por lo que el Consejo Interterritorial de Salud ha debatido sobre la aplicación de este tipo de 'pasaporte verde' para que solo los vacunados puedan acceder a diferentes espacios.

El Ministerio de Sanidad ha descartado su uso generalizado, y por el momento quedaría a discreción de las comunidades autónomas. Solo Galicia ha limitado a las personas vacunadas (o con test negativo) la entrada en el interior de bares, después de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) haya suspendido cautelarmente la medida del Gobierno de Canarias que exigía el certificado covid en la hostelería en Tenerife. Es previsible que se multipliquen las acciones judiciales en otros puntos de Europa sobre este tipo de medidas.

Desde el punto de vista epidemiológico, dado el aumento de casos de las últimas semanas y la alta incidencia acumulada ahora mismo en nuestro país, “son medidas que ayudan a contener la pandemia y aceleran el proceso de prevención”, explica Estanislao Nistal-Villán, virólogo y profesor en la Universidad CEU San Pablo. No obstante, añade que “en un contexto en el que no sobran vacunas, como en España, obligar a una persona a vacunarse es hasta cierto punto injusto”.

Además, señala, es necesario tener en cuenta que “la gran mayoría de grupos vulnerables en España se ha vacunado”. Nistal-Villán apunta a un posible uso del certificado digital covid menos invasivo y más dirigido a prevenir situaciones concretas: “Una residencia de ancianos, donde hay personas vacunadas que aún pueden infectarse e incluso morir. Ahí sí que se está poniendo la vida de una persona en riesgo, podría ser que se exigiera el certificado”.

Mientras nuestros vecinos protestan, aquí seguimos llevando la mascarilla en exteriores aunque no sea obligatorio y no hemos mostrado hasta ahora ese rechazo a las medidas: según la encuesta de junio del CIS, el 56% de los españoles cree que las medidas para contener la pandemia deberían haber sido más duras. ¿Por qué? “Los países que han sufrido un 'shock' tan grande como España responden de una forma más radical, a favor de más restricciones y en contra de debatir si las restricciones son efectivas o no”, concluye por su parte Miyar.

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