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La lista negra de la triple crisis: estos son los países más en riesgo de estallar

Según un último informe de la agencia de la ONU para el comercio y el desarrollo, UNCTAD, 69 países (con 1.200 millones de habitantes) se enfrentan a esas tres dimensiones de la crisis financiera, alimentaria y energética simultáneamente

Trabajadores levantan un saco de arroz en Chandigarh, India. (Reuters/Ajay Verma)

Sri Lanka ha sido el canario en la mina, y el final del verano y el próximo otoño se presentan calientes. Las protestas civiles que hicieron caer al Gobierno del país asiático pueden ser solo las primeras de una larga serie de crisis exacerbadas por los efectos internacionales de la guerra en Ucrania. Cada vez más países se enfrentan a un triple ‘shock’ que alimenta una tormenta perfecta: un aumento de los precios de los alimentos (o incluso problemas de abastecimiento), aumento de los precios de la energía y una crisis financiera con cada vez peores condiciones para hacer frente a los pagos de su deuda.

Según un último informe de la agencia de la ONU para el comercio y el desarrollo, UNCTAD, 69 países (con 1.200 millones de habitantes) se enfrentan a esas tres dimensiones de la crisis financiera, alimentaria y energética simultáneamente. 25 están en África, 25 en Asia y 19 en Latinoamérica. Hay más elementos para preocuparse: el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el 30% de los mercados emergentes y el 60% de los países de bajos ingresos están ahora en (o en riesgo de) sobreendeudamiento, frente al 20% de hace una década.

“Las restricciones financieras, dado que la economía mundial se está desacelerando, las tasas de interés que continúan aumentando, dado que el dólar ha subido… Esta es una combinación muy siniestra para muchos países”, sostiene el director de la división de Globalización y Estrategia de Desarrollo en UNCTAD, Richard Kozul-Wright, en entrevista con El Confidencial.

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Muchos países en vías de desarrollo se endeudaron fuertemente durante la anterior crisis financiera global, en un momento en que las tasas de interés eran muy bajas. Pero, ahora, la crisis producida primero por el coronavirus diezmó los ingresos en moneda extranjera de muchos de estos países, fuertemente endeudados con base al dólar, por la caída tanto del turismo como de las reservas. Las monedas locales se depreciaron y el coste de hacer frente a su deuda externa se hizo cada vez más alto.

Entonces ha llegado el 'shock' de la guerra en Ucrania y, con ella, una crisis de inflación que no solo se está cebando con las economías en desarrollo, sino también está afectando a Europa y Estados Unidos. Con la inflación alta, EEUU está subiendo sus tasas de interés y el dólar se está fortaleciendo cada vez más, frente a la caída en picado de las monedas locales, que están gastando los pocos dólares en reservas que les quedan para hacer frente a la importación —cada vez más cara— de alimentos y energía. La mayor crisis del costo de vida del siglo XXI se produce así cuando los países tienen una capacidad limitada para hacerle frente.

Protestas en las calles

El problema se amplía cuando a esa crisis económica se suman la alimentaria y la energética. Según la FAO, el índice de los precios de los alimentos está en niveles casi récord, un 20,8% más que en 2021. La misma organización cifra el número de personas afectadas por las hambrunas en todo el mundo en 828 millones en 2021, un aumento de 46 millones con respecto al año anterior. Y eso sin contar todavía los efectos de la inflación provocada por la invasión rusa de Ucrania, el bloqueo durante meses del grano ucraniano y las medidas proteccionistas de otros grandes mercados exportadores de trigo o arroz, así como las cicatrices de una crisis paralela, la de los fertilizantes, limitados primero por China durante el coronavirus y ahora por las sanciones contra Rusia. Los precios de los fertilizantes son de más del doble que el promedio de 2000-2020, y los costes de transporte marítimo, por ejemplo, se han multiplicado más del triple por los aumentos del coste del combustible.

“En un entorno de niveles ya de estrés socioeconómico debido a los impactos del covid-19, el aumento de los precios de los alimentos amenaza con los efectos colaterales del malestar social. Datos históricos revelan que, en general, los disturbios civiles y los aumentos en los precios de los productos básicos agroalimentarios están altamente correlacionados”, advierte ominosamente el informe de UNCTAD. En la misma línea opina George Gray Molina, economista del UNDP: “Cuando la política sale de los parlamentos, del Gobierno, a las calles, estamos en una situación fundamentalmente diferente. Somos muy vulnerables en este momento [y podríamos] ver este tipo de desarrollos [como lo sucedido en Sri Lanka] en muchos más países”.

¿Cuáles serán los próximos países donde una crisis económica se traducirá en disturbios civiles y, quizás, en la caída del Gobierno?

El mapa de las crisis

En Ghana, una de las mayores economías de África subsahariana y el segundo mayor productor de oro del mundo, en la última semana ya se han producido protestas antigubernamentales y disturbios. Como en Sri Lanka, la espita ha estallado por un detalle nimio, la subida del precio de los autobuses (relacionada con el aumento de los precios del combustible), pero eso es solo el síntoma de un problema económico más profundo. La inflación del país saltó al 29,8% en junio, el nivel más alto en los últimos 19 años, y la moneda local, el cedi, se ha desplomado un 25% desde enero. El precipicio de la suspensión de pagos de la deuda era tan real que el país, que hasta el momento había seguido durante años una política de negarse en redondo a pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), ha dado un giro de 180 grados y mantendrá discusiones formales para un posible rescate con la institución.

“Hemos visto disturbios en Ghana y otros países de África subsahariana [Kenia], pero también en otras zonas geográficas [menos obvias] de América Central, como Panamá, donde se han vivido tensiones”, enumera Kozul-Wright.

En Latinoamérica, la conjunción de los tres factores de la tormenta perfecta apunta sobre todo a El Salvador, que cuenta con un bono que vence a principios de 2023, pero que, sin embargo, quizás esté más a salvo de que esas crisis económicas se traduzcan en protestas sociales, gracias a la enorme popularidad que cuenta el presidente del país, Nayib Bukele. Más fácil puede ser que se registre un estallido social en Perú, donde el descontento puede unirse a la continua campaña de la oposición al izquierdista Pedro Castillo.

Otros países que cotizaban alto en la lista están buscando, a duras penas, una mano amiga que los aparte, aunque sea temporalmente, del precipicio. El Gobierno del exmilitar Abdelfatah Al Sisi, en Egipto, uno de los países más dependientes de la importación de trigo ruso y ucraniano, recuerda todavía bien cómo una subida de los precios de los alimentos acabó siendo uno de los detonantes de las primaveras árabes (uno de los lemas de la revolución de Tahrir fue 'Pan, libertad, justicia social'), por lo que pese a la inflación alimentaria ha mantenido los subsidios al pan, que alimentan a 70 millones de personas. En el contexto de cada vez menos reservas de moneda extranjera por la larga crisis del turismo, para evitar la suspensión de pagos, Egipto ha buscado el apoyo del IMF para un nuevo préstamo, al tiempo que, según apuntan los analistas de la región, podría contar con el apoyo económico de las monarquías del Golfo, que ya han donado 13.000 millones de dólares y prometido otros 10.000 millones más en préstamos y participaciones en empresas gubernamentales egipcias.

Con 220 millones de habitantes —y armas nucleares—, otro gigante al borde del colapso financiero es Pakistán. En Pakistán, la tormenta perfecta incluye una carísima factura de la luz y carburantes por la subida de los precios globales (las importaciones alcanzaron un máximo de cuatro años en julio) en medio de una ola de calor que impulsa la demanda energética, aumentos de los precios de los alimentos, la depreciación de su moneda, un 24% con respecto al dólar, y la agónica falta de reservas de moneda extranjera para sostener sus importaciones.

Pese a todo, se ve cuán atadas tiene las manos el Gobierno cuando, pese a los récords en el precio de la energía y del malestar social, la semana pasada volvió a subir los precios de la electricidad para cuadrar los crecientes costes de generarla.

Pakistán ya logró evitar una suspensión de pagos el pasado junio, cuando las reservas apenas cubrían menos de dos meses de exportaciones, gracias a un préstamo de última hora de China de 2.300 millones de dólares, y en junio el Gobierno logró un acuerdo con el FMI para revivir un acuerdo de rescate que le permitirá hacer frente a varios miles de millones en deuda extranjera a cumplir el próximo año. También se ha dirigido a China Zambia (que se enfrenta a escasez de suministros médicos y farmacéuticos, además de cereales), que ha logrado un acuerdo de reestructuración de su deuda con Pekín.

"Vamos a ver todo un nuevo conjunto de crisis de deuda que la arquitectura internacional no está realmente en posición de manejar"

El problema, apunta, sin embargo, Kozul-Wright, es que los altísimos costes a los préstamos en los mercados internacionales a los que se están enfrentando estos países en desarrollo, que pueden llegar incluso a 10 puntos porcentuales por encima de los bonos de EEUU, están afectando "sorprendentemente, en lo que es un cambio en las últimas semanas", incluso a países que no están realmente en peligro de 'default' y que son de hecho grandes economías, como Brasil.

"Si el dólar sigue subiendo y la economía china se ralentiza más rápido de lo que se estimaba [por su política de covid cero], vamos a ver todo un nuevo conjunto de crisis de deuda en el mundo en desarrollo, que la arquitectura internacional no está realmente en posición de manejar. Y esa es la preocupación real", concluye el experto.

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