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"estar preso, estar muerto o la victoria"

¿Autogolpe o farol? Brasil, en vilo ante las manifestaciones del Día de la Independencia

La razón de tanto revuelo son las manifestaciones convocadas por seguidores del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro para este martes en Brasilia y en São Paulo

Bolsonaro con sus seguidores en Brasilia. (Reuters)

Nunca antes en la historia reciente de Brasil se había hablado tan abiertamente del riesgo de un golpe. Tampoco el festivo de la Independencia había generado tantas expectativas entre los brasileños como el que se celebra este 7 de septiembre. Ni se recuerda en tiempos modernos a tantos magistrados, políticos, empresarios e incluso banqueros sintiendo la necesidad de rechazar públicamente la posibilidad de una ruptura del orden democrático en la mayor economía de Latinoamérica.

La razón de tanto revuelo son las manifestaciones convocadas por seguidores del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro para este martes en Brasilia y en São Paulo. Quieren dar una muestra pública y mediática del respaldo sin fisuras a su líder y el rechazo a la Corte Suprema, que investiga a blogueros y políticos que propagan noticias falsas para sufragar las políticas del mandatario. Los manifestantes se han comprometido a defender en las calles “libertad de expresión” y a pedir “una nueva independencia”.

“Podéis estar seguros de que tendremos una fotografía para el mundo de lo que vosotros queréis. Yo solo puedo hacer 'algo' si vosotros lo deseáis”, prometió Bolsonaro a sus acólitos, camuflando sus mensajes en un lenguaje intencionalmente enigmático.

El acto pretende reunir a dos millones de personas en la Avenida Paulista, en el centro de São Paulo, la megalópolis financiera del país, y a otras tantas en Brasilia, la capital política. Algunos analistas y observadores avisan que están presentes todos los ingredientes para que se pueda producir una escalada de la violencia en varios frentes. Las autoridades de Brasilia temen que los manifestantes invadan el edificio de la Corte Suprema y vandalicen otros edificios institucionales. Algunos incluso creen que este día pueda convertirse en una versión carioca del 6 de enero estadounidense, cuando los seguidores de Donald Trump invadieron el Capitolio para desafiar la victoria de Joe Biden poniendo a todo el país norteamericano en vilo.

'Cosplay' ultra

Para evitar este escenario, la Cámara de los Diputados y el Tribunal Supremo han pedido al Gobierno federal que refuerce la seguridad en el corazón político de Brasil. Cerca de 5.000 agentes intentarán contener a los manifestantes más radicales, que habrían amenazado incluso con ocupar la Embajada de China, país considerado baluarte del comunismo por los correligionarios de Bolsonaro.

La adhesión a los postulados de Bolsonaro aumentó un 29% entre las policías militares, según el Foro Brasileño de Seguridad Pública

Estos agentes dependen del Gobierno de cada Estado federado y, por su condición de militares, no pueden expresar posiciones políticas. A pesar de esto, en las últimas semanas muchos policías están convocando a sus colegas a participar en las protestas desde las redes sociales y a través de los grupos de WhatsApp. La adhesión a los postulados extremos del actual Gobierno aumentó un 29% entre las policías militares, según un estudio realizado por el Foro Brasileño de Seguridad Pública.

Otra preocupación es que se produzcan enfrentamientos entre los seguidores y los detractores de Bolsonaro, que en São Paulo desfilarán a tan solo siete kilómetros del lugar donde tendrán lugar los actos a favor del presidente. La alarma ante un potencial desenlace violento tiene mucho que ver con el hecho de que podría haber bastantes personas armadas en las manifestaciones, especialmente los policías militares que apoyan al presidente.

Otro detalle inquietante es que se ha disparado la búsqueda de uniformes militares en internet. La idea es que muchos manifestantes acudan el 7 de septiembre vestidos de camuflaje, en una especie de 'cosplay' distópico de ultranacionalistas. Esta fiebre por los uniformes es la respuesta del núcleo duro de Bolsonaro, quien intenta recuperar en las calles la popularidad que perdió en los sondeos. El rechazo hacia el mandatario oscila entre el 58% y el 64%, según diferentes encuestas, que dan al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva como ganador en las elecciones previstas para 2022.

Algunos, el director del Foro Brasileño de Seguridad Pública, Renato Sérgio Lima, creen que esto forma parte de una estrategia orquestada para simular una falsa adhesión de los militares a las protestas, algo que ha sido desmentido por el propio comandante del Ejército en un discurso oficial realizado el Día del Soldado. “Seamos inspiradores de paz, unión, libertad, democracia, justicia, orden y progreso que nuestro pueblo tanto desea y merece, dedicándonos enteramente a la defensa de la soberanía nacional y al bien de nuestro amado país”, dijo el general Paulo Sérgio Nogueira el pasado 25 de agosto.

Un choque pandémico

Estas manifestaciones son el resultado del choque de Bolsonaro con la Corte Suprema y el Parlamento, una confrontación que comenzó en los primeros meses de la pandemia por el aval que ambas instituciones dieron a la decisión de gobernadores y alcaldes de imponer medidas de confinamiento y distanciamiento social para contener los contagios. El presidente de ultraderecha, que se ha mostrado negacionista del covid-19 desde el inicio de la emergencia sanitaria, siempre se opuso a cualquier forma de ‘lockdown’ nacional.

A lo largo del último año, Bolsonaro, muchas veces de forma indirecta a través de sus seguidores, ha promovido protestas de corte antidemocrático en las que se exigía explícitamente el cierre del Supremo y la vuelta de la dictadura militar. Bolsonaro participó en casi todas sin usar mascarilla y provocando aglomeraciones en auténticos baños de masas. Los ataques a periodistas brasileños y extranjeros fueron el 'leit motiv' de los últimos meses. La autora de este reportaje tuvo que ser defendida por policías durante una protesta en Río de Janeiro, a mediados de 2020.

Con miedo a perder la reelección en 2022, Bolsonaro ha optado por otra estrategia: poner en entredicho la validez el sistema de voto electrónico, que Brasil adoptó en 1996. “Las elecciones del año que viene serán limpias. O hacemos elecciones limpias en Brasil o no tendremos elecciones”, anunció con énfasis el 8 de julio. Y eso a pesar de haber sido elegido diputado siete veces y de haber alcanzado la presidencia con este mismo sistema electoral. A través de un intenso trabajo de articulación política, Bolsonaro consiguió que el Parlamento votase dos veces una posible vuelta al sufragio con papeletas y fue derrotado en ambas.

Mientras tanto, la Corte Suprema ha intentado frenar los ataques del mandatario brasileño contra el sistema. Luís Roberto Barroso, miembro del Supremo y presidente del Tribunal Superior Electoral, ha defendido el actual sistema electoral, recordando que nunca hubo registros y ni siquiera sospechas de fraude. Bolsonaro llegó a llamarlo “hijo de puta” en un acto público por no ceder a sus presiones y lo acusó (sin pruebas) de pedofilia.

Por su parte, el magistrado del Supremo Alexandre de Moraes está llevando a cabo una investigación sobre la difusión de noticias falsas y los “ataques a la democracia” a través de internet. Recientemente, ordenó allanar las residencias de 10 seguidores de Bolsonaro, entre ellos un diputado y un cantante de música ‘sertaneja’, una suerte de 'country' brasileño. Ambos son acusados de “conspirar” contra las instituciones.

Sacarlos a la fuerza

La actuación estelar del cantante Sérgio Reis ha sido quizás uno de los capítulos más patéticos de la telenovela política brasileña. En audios que han circulado en los grupos bolsonaristas de WhatsApp, el artista de 81 años instaba a “sitiar” Brasilia con camiones el 7 de septiembre, a “invadir” el Supremo y a “romper todo y sacar a esos tipos a la fuerza”, en referencia a los magistrados.

La Policía Federal no tardó en reaccionar. A finales de agosto, Reis tuvo que comparecer para declarar sobre las amenazas proferidas contra los jueces del Supremo. El artista aseguró que nunca tuvo la intención de propagar un discurso de odio y que está profundamente arrepentido. La imagen del cantante postrado en la cama, susurrando al lado de su esposa que se equivocó y disculpándose ante los brasileños, es una metáfora de la fragilidad de este movimiento antidemocrático. Reis ha desistido de participar en los actos de Brasilia.

Ante el cerco judicial, Bolsonaro ha decidido lanzar otro órdago. A finales de agosto, presentó en el Senado una petición de 'impeachment' contra los dos magistrados, que ha sido rechazada. “Me gusta creer que esta decisión pueda constituir un marco de pacificación y de unión nacional, que tanto pedimos, y es fundamental para el bienestar de la población y para la posibilidad de progreso y orden en nuestro país”, alegó el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco.

En estos momentos hay cinco investigaciones abiertas contra el presidente, tanto en el Supremo como en Tribunal Supremo Electoral, entre ellas, una por la propagación de noticias falsas y otra por sus ataques sin pruebas contra las urnas electrónicas. Según los magistrados del máximo tribunal, fue un intento de deslegitimizar el sistema electoral brasileño.

“La petición de 'impeachment' contra los jueces del Supremo es el ropaje de una amenaza contra un juez debido a sus opiniones”, replicó Luiz Fux, presidente del Tribunal Supremo. "No es posible que, en una democracia, las decisiones judiciales sean criminalizadas. Aquellos que no acepten las decisiones de los magistrados deben utilizar recursos propios para recurrir por la vía judicial, y no a través del 'impeachment", agregó.

Desde 2019, el mandato de Bolsonaro ha sido avalado por los evangélicos y los empresarios del llamado agronegocio. Una parte de ellos estaría financiando el viaje a Brasilia e incluso tres comidas por día para los seguidores del presidente, según una investigación de la revista 'The Intercept'. Sin embargo, no hay unanimidad entre los integrantes de la bancada agraria, que a finales de agosto divulgó un manifiesto en el que defendía enfáticamente la democracia y en el que mostraba preocupación por “los actuales desafíos a la harmonía político-institucional y, como consecuencia, a la estabilidad económica y social” de Brasil.

¿Ensayo general para 2022?

Siete entidades de este sector, incluida la Asociación Brasileña del Agronegocio (Abag), defienden que Brasil no puede presentarse al mundo como “una sociedad permanentemente crispada y con crisis interminables o riesgo de retrocesos y rupturas institucionales”. Con el PIB brasileño estancado en el segundo trimestre de 2021 y una inflación galopante, parte de los empresarios y de los banqueros parecen haberse cansado de la conflictividad de Bolsonaro.

La Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), que hace cinco años apoyó el 'impeachment' de la expresidenta Dilma Rousseff, también elaboró un manifiesto a favor de la democracia y del diálogo institucional junto a la Federación Brasileña de los Bancos (Febraban). Sin embargo, su publicación fue suspendida ante la perspectiva de que el Gobierno corte el grifo a las entidades que se posicionan abiertamente contra Bolsonaro.

Desde hace un mes, Brasil parece haberse congelado ante la expectativa de lo que puede ocurrir el 7 de septiembre. Puede ser todo o nada, un autogolpe o un farol. Pero nunca se había hablado tanto de golpe en Brasil como en los últimos días. Para algunos analistas, el peor escenario podría producirse el 7 de septiembre de 2022, en vísperas de las elecciones presidenciales de octubre. En este sentido, los actos de este año no pasarían de un gigantesco ensayo general.

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El mandatario no está lidiando bien con la pérdida de popularidad y parece decidido a no reconocer una eventual derrota en los comicios del año que viene. Otra posibilidad es que no llegue a presentarse a las elecciones de 2022 si no hay voto impreso, como el mismo Bolsonaro sugirió recientemente. Para más de un politólogo, esta sería la forma más astuta de evitar un fracaso humillante en las urnas.

Mientras, Bolsonaro parece haber apostado por llevar la confrontación hasta sus últimas consecuencias. En sus comparecencias públicas ha mencionado más de una vez la palabra “guerra”. También ha suscitado fuertes reacciones dentro y fuera de Brasil con frases como esta: “Tengo tres alternativas para mi futuro: estar preso, estar muerto o la victoria. Pueden estar seguros de que la primera alternativa no existe; estoy haciendo lo correcto y no le debo nada a nadie”.

Sin embargo, el escenario de un golpe clásico todavía queda lejos para la mayoría de políticos y analistas que, desde hace semanas, han vertido ríos de tinta en los principales periódicos del país. Pero la letanía que repite a diario que “las instituciones democráticas de Brasil son sólidas” parece por momentos remitir a aquel dicho popular: “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”.

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