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GRACIAS A PEGASUS

Cómo "el ectoplasma de la Moncloa" acabó siendo blanco del espionaje de Marruecos

Doy por seguro que no soy el único, que habrá otros muchos españoles vigilados por los servicios secretos marroquíes. Así actúa el vecino meridional que puso en riesgo a su población civil en mayo para desestabilizar Ceuta

Mohamed VI, en una imagen de archivo. (Reuters)

"Ignacio Cembrero: el ectoplasma de la Moncloa". Cuando un colega marroquí me envió el enlace de este artículo firmado por Hassan Alaoui, director de 'Maroc-Diplomatique', no le presté una especial atención. 'Maroc-Diplomattique' es uno de esos diarios digitales que nadie lee en Marruecos, pero que sirven a los servicios secretos para mandar mensajes.

Este periodista, afirmaba Alaoui refiriéndose a mí, "nunca trabaja gratis y está acostumbrado a operar entre bastidores en cada crisis marroquí-española, siendo siempre pagado por los fondos ministeriales secretos españoles". Fondos reservados españoles o a sueldo de los generales que gobiernan Argelia eran dos acusaciones que la prensa oficialista marroquí llevaba profiriendo contra mí desde que se desató la reciente crisis diplomática entre Madrid y Rabat. Las embestidas iban, a veces, acompañadas de caricaturas en las que se me veía escribiendo artículos al dictado de la Moncloa. Me describían como "el Rasputín de Pedro Sánchez".

Pensé para mis adentros que ese artículo era más de lo mismo hasta que, al llegar al penúltimo párrafo, me sobresalté. Recogía una idea que solo había esbozado en una de mis conversaciones vía WhatsApp a propósito de la crisis con España que desencadenó Marruecos el 10 de diciembre, después de que el presidente Donald Trump reconociese la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Traté entonces de recordar si había abordado ese tema con familiares o amigos, pero llegué a la conclusión de que solo lo saqué a relucir en la mensajería instantánea. Conclusión: los servicios secretos marroquíes me habían leído los wasaps y el periodista alauí había cometido un error al hacerse eco de ellos.

"Conclusión: los servicios secretos marroquíes me habían leído los wasaps"

En esos días, andaba indignado por la cobertura sesgada que la prensa oficialista marroquí había dado de la acogida que dieron las fuerzas de seguridad, el Ejército y la Cruz Roja a los más de 10.000 inmigrantes que entraron en Ceuta entre el 17 y el 19 de mayo. Que si se les disparó con pelotas de goma, incluso con fuego real; que la foto del guardia civil salvando a un bebé a punto de ahogarse era 'fake'; que si los uniformados abusaban sexualmente de las mujeres. Recordé por WhatsApp a mi interlocutor español el vídeo que, el 27 de abril, distribuyó la Guardia Civil mostrando el rescate de muchos de los 135 marroquíes que nadaron, la víspera, hasta las playas de la ciudad autónoma. Pasé el enlace a algunos colegas marroquíes que se quedaron sorprendidos de los esfuerzos que hicieron los agentes por evitar que sus compatriotas en apuros se ahogaran.

Mi sospecha quedó confirmada la semana pasada cuando recibí dos llamadas, efectuadas a un teléfono considerado como seguro, por el equipo de investigación de Forbidden Stories, la asociación que reagrupa a 17 influyentes periódicos, desde 'The Washington Post' hasta 'Le Monde' pasando por 'The Guardian'. Me anunciaron que mi móvil estaba en la lista de los contaminados por Pegasus, un 'software' prácticamente indetectable fabricado por NSO, una empresa israelí. La noticia, precisaron, sería publicada el domingo por la tarde.

No tuve entonces más remedio que advertir a algunos de mis contactos profesionales más habituales de que mi móvil podía estar infectado por un virus. Aparecen entonces multitud de amigos, súbitamente expertos en ciberseguridad, que te explican cómo sortear el virus enviando pantallazos o audios en lugar de textos, apagando el móvil cada media hora o instalándote una VPN cuando, en realidad, Pegasus ha tomado posesión de tu dispositivo. Registra en tiempo real lo que haces con él. No hay que darle muchas vueltas. Solo hay una solución, tirarlo todo y, antes de conectarse a la red con los nuevos dispositivos, intentar blindarlos con la ayuda de un verdadero experto.

"Me anunciaron que mi móvil estaba en la lista de los contaminados por Pegasus, un 'software' prácticamente indetectable fabricado por NSO"

Un desagradable 'déjà vu'

El anuncio que Forbidden Stories me hizo por teléfono me retrotrajo a ese año 2014 en el que gentes que me tienen poco aprecio convencieron a Facebook de que cerrara mi página y mi grupo, en buena medida dedicado a Marruecos. La red social se dejó engañar y esos mismos malotes usurparon mi identidad abriendo una nueva página y grupo a mi nombre. Ese año, hubo también otros muchos episodios desagradables, incluidas unas amenazas de muerte a través de Facebook, y más tarde los seguimientos en Madrid para tratar de fotografiarme con Moulay Hicham, el primo díscolo de Mohamed VI que había venido a presentar su libro. Se equivocaron de restaurante en Madrid. Acabaron después haciendo un burdo fotomontaje sentándonos juntos en una cafetería de París en la que compartimos mesa, con mucha más gente, sin llegar nunca a rozarnos.

Todo esto sería casi anecdótico si el Gobierno de Marruecos no me hubiese puesto, en enero de 2014, una denuncia ante la Fiscalía General del Estado por enaltecimiento del terrorismo. Fue uno de los factores, junto con las presiones del Gobierno de Mariano Rajoy, que incitaron a la dirección de 'El País' a darme 72 horas para dejar de escribir del Magreb. El periódico me dejó a los pies de los caballos y opté entonces por poner fin a mis más de 30 años de carrera en el que fue el diario líder de la prensa española. Cuando la Fiscalía archivó la denuncia, el jefe del Ejecutivo marroquí, Abdelilá Benkiran, inasequible al desaliento, me puso una querella en la Audiencia Nacional. También fue archivada, como las que me puso Ahmed Charai, el gran relaciones públicas de la Inteligencia marroquí, como quedó acreditado en una sentencia de 2016.

"Soy uno de tantos periodistas espiados por regímenes autoritarios, pero, como mis colegas franceses (...), soy un privilegiado"

Soy uno de tantos periodistas espiados por regímenes autoritarios. Pero, como mis colegas franceses cuyos nombres afloraron el domingo, soy un privilegiado. Vivo en un Estado de derecho en el que la Justicia archiva las falsas querellas. En Marruecos, hay cuatro periodistas de peso encarcelados por supuestos delitos sexuales porque ya no se atreven a condenarles por sus escritos. Omar Radi fue condenado el lunes 19 a seis años de cárcel e Imad Stitou a un año; a Souleiman Raissouni le cayeron cinco el pasado 9 de julio. Taoufik Bouachrine, exdirector del diario 'Akhbar al Yaoum', cumple una condena de 15 años. Les conozco a todos, quizá más a Taoufik. Pasamos, hace años, un largo fin de semana de trabajo juntos en Argel. Recuerdo las risas que hacíamos sobre la mentalidad cuartelera de los funcionarios argelinos que nos atendían.

Envidio, como ciudadano español, a la diplomacia de EEUU, cuyo portavoz, Ned Price, no dijo el lunes 12 de julio que Marruecos era una dictadura —es innecesario—, pero sí recalcó su “preocupación” por la libertad de prensa y de expresión en el vecino del sur. Lamento no haber escuchado nunca nada parecido, en público, en boca de ningún gobernante español. Recuerdo cómo, cuando era pequeño, las autoridades de la Europa democrática en la que tuve la suerte de criarme sí criticaban a veces la dictadura de Franco cuando encarcelaba o asesinaba. ¿Por qué la España democrática, empezando por el PSOE, no puede hoy en día lamentar que disidentes y periodistas acaben detrás de los barrotes al sur del Estrecho?

Y, para cuando escriba mis memorias, agradecería que cuando algún agente secreto marroquí se jubile o sea expulsado del servicio —ha pasado alguna vez— me llame y me cuente si me espió la DGST, es decir, la policía política dirigida por Abdellatif Hammouchi, tantas veces decorado por el Ministerio del Interior español pese a haber sido reclamado por la Justicia francesa por ser sospechoso de torturas, o la DGED, el servicio secreto exterior que encabeza Yassin Mansouri, un señor muy fino y educado al menos en apariencia. No es lo mismo. Para mi CV, prefiero que sean estos últimos.

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