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RESPUESTA CORTA: INCERTIDUMBRE Y CAOS

¿Qué pasa si Donald Trump pierde las elecciones y no acepta el resultado?

Quedan dos meses para las elecciones "más importantes de la historia" de EEUU, según sus protagonistas. Y Trump deja caer que no aceptará los resultados si pierde. ¿Qué ocurrirá si lo hace?

Donald Trump, en una reunión de la OTAN en 2018. (Reuters)

3 de noviembre de 2020, día de elecciones en Estados Unidos. Cierran los colegios en la Costa Oeste y la pelea entre Biden y Trump sigue demasiado ajustada como para declarar un ganador. Trump logra Ohio, clave para su reelección, pero poco después de medianoche la CNN dice que Biden se ha llevado Pensilvania y, con ello, las elecciones. Todos los canales televisivos declaran que Biden será el próximo presidente de EEUU. ¿Todos? No. La Fox conecta con el hotel Trump en Washington. Allí, el presidente de EEUU le dice a una masa enfervorecida que los demócratas y el Estado profundo están tratando de arrebatarle la presidencia y advierte: no lo van a conseguir.

Este es el escenario ficticio con el que arranca ‘Will he go? Trump and the Looming Election Meltdown in 2020’ ('¿Se irá? Trump y el inminente colapso electoral en 2020'), el nuevo y aclamado libro de Lawrence Douglas, un profesor de derecho que asegura que no es posible o probable sino “inevitable” que Trump se niegue a aceptar la derrota. El autor, además, lanza una pregunta que, hasta la fecha, pocos en EEUU se han atrevido a hacer: ¿Qué pasará si Trump asegura el 4 de noviembre que las elecciones han sido un fraude y no acepta los resultados?

Pero antes de buscar una respuesta, volvamos por un momento con Trump y sus seguidores en el relato de Douglas:

“Sabíamos que no se detendrían ante nada, ¿no?” vocifera Trump. “Los radicales y los socialistas que controlan el Partido Demócrata no pueden ganarme justamente y ellos lo saben. Y ahora están tratando de robarnos nuestra victoria. Esta gente es muy mala. Es escoria. No me gusta decirlo… pero es cierto. Pero algo me dice que no lo van a conseguir, ¿no?”, se pregunta Trump con una sonrisa. La multitud le vitorea y empieza a cantar: “Lucha, lucha, lucha”. Al día siguiente, Trump escribe a sus 90 millones de seguidores en Twitter:

“¡El mayor ESCÁNDALO en la historia ESTADOUNIDENSE! Los corruptos demócratas trataron de robarme la presidencia con la FRACASADA CAZA DE BRUJAS de Mueller. Trataron de robarme la presidencia con la fallida CAZA DE BRUJAS del ‘impeachment’. Ahora SLEEPY JOE y los demócratas CORRUPTOS intentan ROBARME estas elecciones del pueblo americano”.

'Will he go? Trump and the Looming Election Meltdown in 2020', por Lawrence Douglas.

Este relato, que puede sonar dramático y tremendista para un lector europeo, no lo es cuando repasamos las últimas declaraciones de Trump o la opinión de los votantes. En incontables ocasiones, el magnate se ha negado a decir si aceptaría su derrota, ha hablado de "fraude" y ha aireado teorías de la conspiración de un supuesto complot del “Estado Profundo” para sacarle de la Casa Blanca. “La única forma de que perdamos estas elecciones es que estén amañadas”, dijo Trump en agosto. Este mismo martes, tuiteó: “¡Elecciones amañadas!”.

Pero no estamos hablando solo de la verborrea de Trump. Los expertos constitucionales también tiemblan con lo que pueda venir después de los comicios. El 31 de agosto de 2019, un grupo de expertos en leyes electorales se reunió en Washington para debatir sobre las elecciones estadounidenses de 2020. Douglas les preguntó que, del 1 al 10, valoraran el riesgo que presentaba una sucesión tras una supuesta derrota de Trump. La respuesta más repetida fue un “9”. Un antiguo asesor del presidente Barack Obama se lo pensó un momento y dijo: “¿Puedo decir 11?”.

Por si fuera poco, el pueblo también está nervioso: tres de cada cuatro votantes demócratas temen que el actual presidente de EEUU no acepte los resultados si pierde, según una reciente encuesta para 'The Guardian'. Si incluimos a los votantes republicanos, ese porcentaje es del 47%. Es decir, casi la mitad de la población cree que el escenario descrito anteriormente es plausible. Por el lado contrario, Fox ha sugerido que Biden no aceptará su derrota contra Trump y dos de cada cinco votantes republicanos así lo creen.

Entonces, ¿qué pasa si este escenario ficticio acaba haciéndose realidad y tanto Biden como Trump se declaran ganadores? Bienvenidos a la posible mayor crisis constitucional de Estados Unidos de su historia moderna.

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“Quise escribir este libro para averiguar cómo de preparado está nuestro sistema constitucional para enfrentarse a un presidente que se niegue a aceptar que ha perdido”, explica Lawrence Douglas en conversación telefónica con El Confidencial. “¿La respuesta corta? No tenemos los procedimientos necesarios para enfrentarnos a esta amenaza. Y esto es muy alarmante”, afirma este profesor de Derecho en la universidad de Amherst, en Massachussets.

En los últimos meses la reelección se le ha complicado a Trump: han muerto casi 200.000 personas por la pandemia, millones de personas se han quedado sin empleo y el caos reina en diversas ciudades por las protestas raciales y su contrarréplica. Para unos, es la prueba de que Trump incita al odio; para otros, la evidencia de que los líderes Demócratas no saben mantener el orden en sus ciudades. Milicias armadas de extrema derecha campan a sus anchas y se enfrentan contra radicales de izquierdas. En las últimas semanas han muerto personas de un bando y otro. Mientras tanto, las encuestas dan ganador a Biden, que goza de amplias ventajas en estados clave como Wisconsin, Pensilvania o Michigan, también llamados ‘swing states’ porque pueden caer de un lado u otro.

Mientras el 66% de los republicanos se acercará a un colegio a votar, tan solo un 26% de los demócratas lo hará en persona

Por eso, Trump necesita desesperadamente un giro de guion. Su campaña de "ley y orden" y su insistencia en la recuperación económica van por ese camino. Pero mientras trata de alcanzar a su rival, el presidente más heterodoxo de la historia moderna de EEUU se dedica a atacar al Servicio Postal, que tendrá un papel clave en las elecciones ya que, por la pandemia, decenas de millones de personas votarán por primera vez por correo. Pero no todos votan igual: mientras el 66% de los republicanos se acercará a un colegio a ejercer su derecho constitucional, tan solo un 26% de los demócratas lo hará en persona. La explicación es sencilla: la gente que vive en áreas urbanas más pobladas suele votar Demócrata y, al vivir rodeado de más gente, están más preocupados por el efecto del coronavirus.

Otro factor clave del voto por correo es que se podría tardar días en contar las papeletas en algunos estados clave, sobre todo si la diferencia es pequeña. Según un grupo de analistas del grupo Bloomberg, es probable que parezca que Trump haya ganado el 3 de noviembre pese a que, cuando se terminen de contar todos los votos por correo días después, haya perdido.

De un espejismo rojo a una ola azul

“Estamos haciendo sonar la alarma: es una posibilidad muy real que haya una victoria espectacular de Donald Trump la noche de las elecciones”, dijo hace unos días Josh Mendelshon, CEO de Hawkfish, un grupo fundado por Michael Bloomberg que trabaja para el Comité Demócrata Nacional, a ‘Axios en HBO’. Según estos analistas, si en la noche electoral solo se ha contado un 15% del voto por correo, Trump podría arrasar con una victoria electoral de 408 vs. 130. Pero esto no sería más que un "espejismo rojo" porque, conforme vayan pasando los días y se vayan añadiendo el resto de votos, el mapa electoral se irá tiñendo de azul. Aunque quizá Trump y la Fox hayan declarado ya quién es el ganador.

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Otros analistas se han mostrado escépticos ante un cambio tan brusco. Al fin y al cabo, es muy probable que en la noche electoral sepamos rápidamente si gran parte de los estados son Republicanos o Demócratas, por lo que es difícil que haya un “espejismo rojo” a gran escala. Sin embargo, Trump ganó las elecciones en 2016 al arrebatar Pensilvania, Michigan y Wisconsin a los demócratas por un total de 70.000 votos. Y un margen tan pequeño de votos podría obligar a recontar las papeletas. Lo explica Douglas:

Lawrence Douglas. (Fotografía cedida)

“Si los márgenes son muy pequeños, hay muchas posibilidades de que las elecciones se conviertan en un fenómeno muy caótico y se abra un periodo de mucha incertidumbre. Trump insistirá una y otra vez que ha sido reelegido, repetirá que el conteo de los votos por correo es un fraude y mandará a sus abogados a los estados clave —apoyado probablemente por el propio Departamento de Justicia— con el objetivo de retrasar el conteo o asegurarse de que algunos votos queden invalidados”.

¿Y qué significa esto? Pues que podrían pasar semanas sin saber exactamente quién es el nuevo presidente de Estados Unidos. El país se vería sumergido en una batalla legal sin precedentes por dilucidar quién se merece ocupar la Casa Blanca. En ese caso, escribe Douglas en su libro, los legisladores republicanos de los estados decisivos proclamarían vencedor a Trump y dirían que ha habido problemas e irregularidades en el voto por correo. Por su parte, los gobernadores demócratas de estos estados dirían que Biden ha sido el ganador. De nuevo, Douglas:

“Estos estados entregarían informes contradictorios al Congreso de EEUU sobre quién ha ganado. Pero el Congreso, que se divide en la Cámara de los Representantes y en el Senado y es responsable de contar los votos electorales y anunciar el ganador el 6 de enero, también está dividido por mayoría demócrata y mayoría republicana respectivamente. En resumen, si estos estados son incapaces de decidir quién ha ganado el estado, tienes una receta perfecta para el gran desastre: no puedes elegir a nadie como presidente”.

En tal caso, la 20ª enmienda dice que el presidente anterior deja de serlo el 20 de enero. Y si no hay uno electo respaldado por el Congreso, la Ley de Sucesión Presidencial dicta que la presidenta de la Cámara de Representantes (en este caso Nancy Pelosi) se convertiría en presidente en funciones.

Pero, ¿y el Tribunal Supremo?

En su editorial de este martes, 'The Wall Street Journal' se preguntaba si serán los tribunales quienes elijan al próximo presidente, en caso de que las elecciones se decidan por un pelo y que los votos por correo acumulen tantas irregularidades que haya que ir caso por caso. En tal situación, en donde cada voto cuenta, dichas jurisdicciones se llenarían de abogados republicanos y demócratas. El propio Douglas reconoce que se podría dar una situación similar al recuento de Florida del año 2000. En aquellas elecciones, George W. Bush ganó la presidencia a Al Gore gracias a los 25 votos electorales de Florida, después de que se paralizara el recuento de votos en el estado pese a la solicitud del equipo de Al Gore y el Tribunal Supremo fallara en favor de Bush.

Opinión

Pese al posible rol del Supremo en este hipotético escenario, hay una pequeña diferencia: Al Gore no es Donald Trump. Ni tampoco está claro que Biden lo vaya a ser. "Joe Biden no debería ceder bajo ninguna circunstancia, porque creo que esto se va a alargar", dijo este verano Hillary Clinton. “Lo único que salvó al país de una crisis de verdad fue que Al Gore puso el interés de la nación por encima de su propio interés personal.”, señala Douglas.

La solución para evitarlo

Una de las principales reflexiones del libro es que, a menudo, los presidentes salientes aceptan su derrota en los sistemas democráticos porque no les queda otra opción. La presión pública y de su propio partido les obliga a dirigirse a la puerta de salida. Pero con una base de fieles trumpistas que ronda el 40% y con un Partido Republicano entregado a su líder, no parece que este vaya a ser el caso. Pocos confían ahora en que nadie del GOP se levante contra Trump si este decide no acatar el resultado.

Un periodista de 'The New York Times' describía 'Will He Go' como una herramienta fundamental “para romper el cristal de alarma" para estas elecciones. Preguntado por una solución para evitar este caos político, jurídico y social, Lawrence Douglas reconoce que solo ve una forma: que haya una victoria tan aplastante de uno de los dos candidatos que obligue al otro a ceder.

Sin embargo, si el resultado es muy ajustado, será como haber hecho saltar la alarma de un edificio por un incendio para darse cuenta, minutos después, de que ni hay extintores ni se se puede salir de allí. "¿Sabes lo más triste de todo? Que podemos hacer muy poco para evitar que ocurra esta crisis constitucional”, concluye Douglas. “Da miedo. Sé que es un cliché, pero nos vamos a enfrentar a la tormenta perfecta”.

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