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MASCARILLAS, DIMISIONES Y REAL MADRID

Los españoles ya somos como un hongkonés en 2003: qué pasó tras la última pandemia

Una epidemia mucho más benigna provocó grandes cambios en la sociedad de Hong Kong. Hoy, nos encontramos ya en el punto en que ellos estaban cuando todo acabó

Foto: Reuters.

El 21 de febrero de 2003, un profesor de 64 años que había tratado en un hospital de Guanzhou a pacientes que sufrían una extraña neumonía se registró en la habitación 911 del Hotel Metropole de Hong Kong, donde iba a acudir a una boda. Se había sentido mal durante el viaje, y al día siguiente ingresó voluntariamente en el hospital, del que nunca saldría. Cuatro meses después, el 23 de junio, Hong Kong es retirado por la OMS de la lista de países con transmisión local de SARS. En esos 120 días, la ciudad-estado cambió para siempre.

A estas alturas, cualquier comparación con la epidemia de SARS resulta ya inútil. 774 personas murieron en todo el mundo, una cifra inferior a la de fallecidos en España en un solo día durante los peores momentos de la pandemia de coronavirus. Pero sí es posible entender el proceso que vivió la población como una reproducción a pequeña escala de lo que nos está ocurriendo. En Hong Kong hubo 1.755 infectados y 299 muertos (alrededor de un 40% de todas las muertes globales causadas por la enfermedad) y barrios enteros fueron cerrados. Amoy Gardens, un distrito de 19 bloques donde vivían 10.000 vecinos (321 de ellos afectados) fue cerrado totalmente y sus vecinos eran "los infectados". La utilización de mascarillas o la desconfianza hacia el discurso oficial son dos de los efectos más claros de aquel crack de 2003.

Nunca más volveremos a ver un brote “como una fantasía televisiva”, como hacía Hong Kong antes de la epidemia de SARS

Imágenes en blanco y negro de un hombre caminando por una calle desierta mientras cae la nieve. Una joven con mascarilla sola en un restaurante. Una familia confinada en su casa, oficinistas mirando por la ventana, un grupo de enfermeros trasportando a un paciente grave en mitad de la calle. Entonces, el hielo comienza a romperse, la luz lo inunda todo, las mascarillas desaparecen y la gente camina por la calle. Si las imágenes del corto ‘Memories of Spring’ resultan extrañas hoy —y generan cierta envidia— es porque retratan el confinamiento de Hong Kong 'a posteriori', cuando ya todo ha terminado. Como si todo hubiese sido un mal sueño.

Esos meses dejaron un claro impacto social en la mente de los hongkoneses. Como explicaba este febrero a ‘The Atlantic’ Keiji Fukuda, director de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Hong Kong, “mientras en muchos lugares el público tiende a ver los brotes como una fantasía televisiva o una noticia de relleno, en Hong Kong la gente se los toma, así como las recomendaciones de lo que hacer, seriamente”. Desde entonces, si algo ha aprendido todo el planeta, es a no volver a tomarse una situación así con ligereza. Todos somos ya hongkoneses.

'Memories of Spring'

En el Hong Kong pos-SARS, los médicos se convirtieron en héroes. Uno de los legados más visibles en la ciudad-estado es el monumento a los facultativos caídos formado por ocho bustos de bronce que se pueden encontrar en el jardín memorial. También el presupuesto de Sanidad aumentó, la población aumentó sus precauciones para evitar contagios (una vez más, la famosa mascarilla) y nació un nuevo espíritu nacional en el que, como mostraba el corto, la unión del pueblo había permitido salir adelante. Que el covid-19 sea un problema global y no local cambia mucho las cosas respecto a este último aspecto.

“El estallido favoreció el desarrollo de la salud pública, pero también ha provocado que la población sea consciente de la importancia de la higiene personal y de la prevención de las infecciones a nivel comunitario”, explicaba un profesor de la Politécnica de Hong Kong en un trabajo publicado en 2016. La máscara significa muchas cosas: no solo sirve para evitar contagiar o ser contagiado, sino también para “obtener un sentido de control y seguridad, cumplir las nuevas normas sociales y mostrar responsabilidad cívica y apoyo a los trabajadores”. La máscara era el símbolo de un nuevo de estado de las cosas. A medida que dejó de ser necesaria, empezó a perder todos esos significados, si bien siguió usándose.

Durante el año siguiente, hasta tres ministros del jefe ejecutivo Tung Chee-hwa dimitieron. Entre ellos, el de Sanidad, tras un demoledor informe

Es natural que tras una crisis de salud, la preocupación se oriente hacia el cuidado personal. Uno de los efectos más llamativos de la crisis de SARS de 2003 es que la gente comenzó a comportarse de forma más saludable. No solo acudieron en masa al médico en junio (muchos de ellos habían sorteado los centros médicos para evitar ser contagiados), sino que adoptaron hábitos de vida positivos, se pusieron a dieta, pero también reconocían que limpiaban su casa o se lavaban las manos con mayor frecuencia. El coronavirus nos hará más limpios.

Cobrarse las deudas políticas

Más allá del discurso heroico, la crisis del SARS también dejó cadáveres políticos a medio plazo. El secretario de Sanidad, Yeoh Eng-kiong, dimitió en abril de 2004 tras la publicación de un informe que revelaba sus errores de gestión durante la crisis del SARS. Sus pecados, según el trabajo de 434 páginas, fueron una mala comunicación, incapacidad a la hora de supervisar a la directora de la división de salud Margaret Chan Fhung Fu-Chun y mala monitorización de la autoridad hospitalaria. Fue el tercer ministro de Tung Chee-hwa en dimitir en el año posterior a la epidemia: en julio del año anterior, hicieron lo propio el de seguridad y el financiero.

Los Rolling Stones, durante su actuación en Hong Kong el 7 de noviembre de 2003. (Reuters)

Quizá más importante políticamente fuese la redefinición de las relaciones con la China continental que provocó la epidemia. La opacidad del gigante a la hora de proporcionar información sobre la enfermedad en un primer momento impidió que Hong Kong pudiese prepararse lo suficiente, y por lo tanto, dado que este fue uno de los puertos de salida hacia el resto del mundo, facilitó su expansión global. Una desconfianza que sería mucho más aguda 17 años después, después de que meses se protestas masivas culminaran con la primera muerte por covid-19.

Entonces, llegó el Real Madrid

Un artículo de la consultora The Government & Public Sector Practice utiliza el retorno a la normalidad en Hong Kong como un caso de éxito. “La mayoría de congresos y conciertos siguieron adelante y los Rolling Stones reubicaron su concierto de abril a octubre”, señala el texto. “40.000 personas se presentaron en un amistoso entre el Real Madrid y un combinado de jugadores chinos y de hongkoneses que hicieron mucho para cambiar su imagen internacional y contribuir a mejorar la moral de la comunidad”. En agosto de ese año Figo, Ronaldo o Raúl jugaron en una ciudad aterrorizada apenas unos meses antes, un partido recordado por el debut de Raúl Bravo en el primer equipo.

Hong Kong se encontraba en un proceso de recuperación tras una crisis sin precedentes, lo que probablemente atenuó el efecto del SARS

Es al mismo tiempo fácil y complejo contabilizar el verdadero impacto de la cuarentena en la economía hongkonesa. Fácil, porque los datos a corto plazo hablan por sí mismos y han sido repetidos hasta la saciedad; complicado porque no es tan fácil establecer un relato totalizador ni calcular el impacto a largo plazo. A simple vista, la ciudad-estado siguió un proceso semejante al que en un primer momento se decía que iba a producirse con el coronavirus. Una caída sin precedentes a corto plazo y una rápida recuperación que, cada día que pasa, se pone más en duda.

Uno de los ‘papers’ más citados al respecto, ‘Economic impact of SARS: The Case of Hong Kong’, de Alan Siu y Y.C. Richard Wong, muestra el repentino 'shock' de demanda que supuso la enfermedad, y cómo la escasa duración del mismo no afectó a la oferta. Las industrias más afectadas fueron el consumo local, el turismo y los viajes en avión; sin embargo, las previsiones más negativas que se publicaron durante el período no llegaron a cumplirse. “El miedo y el pánico desaparecieron rápidamente una vez el brote estaba bajo control, y la economía se recuperó rápidamente”, concluyen. De una caída de un 3,7% en el segundo cuarto del año a una recuperación de 6,44% desde julio hasta septiembre.

Foto: Reuters.

Las aerolíneas tardaron poco en recuperarse, si bien prácticamente perdieron todo el mercado verano. Para otoño, habían vuelto a sus cifras habituales. En octubre, la revista ‘Time’ publicó un artículo en el que recordaba que “tras una primavera de pesadilla y un verano en el que fue la zona cero del SARS, Hong Kong está reclamando poco a poco su posición como uno de los grandes atractivos turísticos de Asia”. La inversión económica en la ciudad-estado aumentó a final de año un 21% comparado al año anterior. El empleo ya había comenzado a recuperarse en julio.

Esta lectura, no obstante, puede ser engañosa, porque como recuerdan Siu y Wong, el SARS golpeó Hong Kong en mitad de una crisis de liquidez que afectaba a Asia desde hacía alrededor de un lustro y que había provocado el colapso del mercado inmobiliario, deflación y unos niveles históricos de paro del 7%. Cuando el SARS llegó, la ciudad-estado estaba comenzando a despegar de nuevo (en el último cuarto de 2002, un 5,1% de crecimiento), y probablemente por eso no se hundió aún más. Fue un 'shock' negativo en una tendencia positiva y de recuperación. El trabajo de los economistas tiene otro problema: fue publicado a finales de 2003, por lo que solo recoge el corto plazo.

Las medidas se endurecieron. En 2009, 286 personas fueron confinadas en un hotel de Hong Kong por un turista que sufría gripe porcina

En una conferencia pronunciada en 2006 en la Comisión Europea por Roderick B. Woo, experto en privacidad y datos, este recordaba que había sido un severo revés para la economía local, especialmente en el sector de la restauración y del ocio, así como en el comercio mayorista y minorista. Más difícil es establecer la influencia en el descenso el PIB a largo plazo del SARS. En ‘Statista,’ Erin Duffin calcula que pudo ser de un 2,63% en el primer año (de largo, la región más afectada, seguida por China con un 1,05%) y de un 3,21% a lo largo de los 10 años siguientes (China, un 2,34%), lo que relativizaría la hipótesis de la influencia a corto plazo.

La ironía final: estamos más preparados

Los efectos de la pandemia en la sociedad y, sobre todo, en la reacción cotidiana a cualquier posible contagio, son aún más visibles. En 2009, 286 personas fueron confinadas en un hotel de Hong Kong después de que un turista mexicano fuese diagnosticado con fiebre porcina. No iban a permitirse que el caso de la habitación 911 se repitiese.

Medidas de precaución que se extienden a otros ámbitos. Las mascarillas son obligatorias si estás constipado, en todos los edificios hay expendedores de gel desinfectante y algunas guarderías piden a los padres que apunten la temperatura de sus hijos en un cuaderno cada mañana. Como recordaba un artículo de la ‘BBC’ publicado por el décimo aniversario de la crisis del SARS, “Hong Kong ha aprendido la lección de memoria, tanto en su enfoque ante las nuevas enfermedades escomo en higiene”.

Foto: Reuters.

Un artículo publicado en el ‘Journal of the Royal Society of Medicine’ por el doctor hongkonés Lee Shiu Hung resumía las lecciones aprendidas: la inacción del Departamento de Salud en una primera fase; la mala comunicación entre las autoridades políticas y de gestión; los defectos del sistema de salud Hong Kong; problemas de construcción como la mala ventilación de algunos hospitales o los desagües de Amoy Gardens, que facilitaron la expansión del virus; o el desproporcionadamente alto impacto que la epidemia tuvo en la carga de trabajo de intensivos y enfermeras. La buena noticia, el sentido de unidad que se despertó en la sociedad y entre los agentes políticos, y que fue esencial para doblegar la pandemia.

El SARS provocó que se aprobase el Reglamento Sanitario Internacional de 2005 con el objetivo de hacer frente con mayor eficiencia una pandemia semejante. “El SARS fue una llamada de atención. Se propagó más rápido de lo que habíamos previsto y solo pudo controlarse mediante una gran cooperación entre países", dijo Margaret Chan, Directora General de la OMS en aquel momento. “Hoy en día, la mayor amenaza a la seguridad de la salud pública mundial sería una pandemia de gripe. La amenaza de una pandemia no ha cesado, pero la aplicación del RSI ayudará a que el mundo esté mejor preparado”.

Hong Kong ha tenido 1.038 casos confirmados y tan solo 4 muertos, según los datos recogidos por la Universidad John Hopkins

Una sensación de seguridad que se ha desvanecido poco a poco en las últimas semanas. La epidemióloga Anne W. Rimoin, de UCLA, recordaba en un reciente artículo en ‘History’ que la respuesta global ante la gripe aviar, el ébola o el zika muestra que estábamos más preparados que nunca para detener una pandemia. No obstante, el artículo incluyó hace un par de meses un párrafo final que recordaba la aparición de un virus misterioso en China. “Espero que el gobierno haya aprendido alguna lección de lo que ocurrió hace 17 años”, declaraba un hongkonés a la ‘CNN’ en enero. “Parece que nos lo estamos tomando en serio, pero no sé si es muy tarde”.

Hong Kong ha tenido 1.038 casos confirmados y tan solo cuatro muertos, según los datos recogidos por la Universidad John Hopkins. La epidemia del SARS ha sido su tabla de salvación. Muchos cambios se han producido desde entonces. Entre ellos, la habitación 911 del Metropole ha desaparecido. ¿Quién querría registrarse en el epicentro de la primera gran pandemia del siglo XXI?

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