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ITALIA EMPIEZA A DOBLEGAR AL CORONAVIRUS

Las cuarentenas funcionan: Italia empieza a ver la luz al final del túnel del coronavirus

Justo cuando se cumplen las dos semanas de cuarentena general que pidió Conte, los resultados invitan a un moderado optimismo. La cuarentena parece funcionar

Un hospital-campamento en Italia. (EFE)

Cuanto más silencio, más vida. Italia ha ido aprendiendo eso durante dos semanas de vigilia. Funciona. La regla se rompe solo a las 18:00, cuando desde una ventana suena música, el himno y algunas otras canciones populares a gusto del Dj de cada barriada, que se apagan poco a poco, la gente cierra sus ventanas y retorna el silencio. La vida. Se perdieron brío y efusividad en la cita musical y se ganaron calma y responsabilidad el resto del día. ¿Quién iba a pensar que la ausencia de ruido y la imagen de las calles vacías serían un día una esperanza? ¿Quién iba a pensar nada de lo que hoy es rutina?

Pero las enfermedades se vencen. O quizá se empiezan a vencer, que aún queda mucho por hacer. Pasó el pasado domingo, de pronto, que al regresar de la cita del himno en las ventanas se supo que bajaba la curva de contagios y de fallecidos. En Italia coincide el horario en el que las autoridades dan los datos, que durante días han caído como un mazazo, con las canciones de los balcones. Practicidad del país de la 'dolce vita' que maquilla con rimas de Romina y Albano el dolor de una profunda dolencia. Hasta que los números de pronto dejaron de ser un martillo. Las matemáticas y las estadísticas aportan hoy más calor que la psicología y la sociología.

¿Cuántos hubo hoy? Esa es la pregunta que desde hace dos semanas se hacen aquí todos. Hubo un momento en que la respuesta dolía. No este miércoles, de nuevo, que el resultado fue positivo. Hubo 683 fallecidos, por los 743 del día anterior, y hubo 3.491 nuevos enfermos, por los 3.612 del día anterior. Se suma y se resta como si se leyera el horóscopo. El martes fue regular, porque bajaron los contagios pero subieron los fallecidos.

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Por fin hablan los números

La primera cifra es clave para doblegar la curva, llevamos cuatro días en los que se ralentiza el ritmo de infecciones, pero los muertos son lágrimas al contado y 7.503 fallecidos son una lápida sobre todo el país. Pero también ahí hay luz, porque el lunes fueron 601, el domingo 651 y el sábado 793 los decesos. Bajaba todo hasta el pico del martes y su repunte de 743 que nos devolvía a una cumbre ya descendida. Se baja, se está bajando, aunque nos devuelvan allí. “El pico de la enfermedad creemos que se alcanzará esta semana”, dice la OMS.

Ya hablan los números, no los deseos, y se empieza a creer que acabará la pandemia médica y asoman los miedos de la otra pandemia, la económica, que nadie sabe aún cuántos dejará en el camino. Paso a paso, primero habrá que sanarse y ahí aún queda mucho. Ya se evaluarán los daños y se pegarán los trozos.

Giuseppe Conte. (EFE)

“En dos semanas, empezaremos a ver resultados”, dijo el 11 de marzo el primer ministro, Giuseppe Conte, cuando anunció que se cerraba un país entero por una enfermedad que era responsabilidad de todos. Acertó en su palabra, su deseo, e Italia parece haber llegado puntual a la cita. El político sin carisma se ha hecho con el timón del país.

Este miércoles, compareció ante el Parlamento e hizo un discurso sereno, de estadista. Usó una frase de Allessando Manzoni, de su libro 'I promessi Sposi', en la que habla de la peste de Milán, y dijo: “Del senno di poi ne son piene le fosse” ("Es muy fácil hablar 'a posteriori” es su significado no literal). No rehúye el mandatario su responsabilidad y el futuro juicio que vendrá cuando esto acabe: “Mañana la historia nos juzgará (…) Ninguno puede huir de la responsabilidad y la mayor responsabilidad compete al Gobierno, pero es también de todos los ciudadanos y de vosotros, miembros del Parlamento”. La calle por ahora parece que le apoya y sube en las encuestas de popularidad.

En todo caso, el panorama aún es grave y puede girar con velocidad. Lo era hace algo más de un mes —parece que fue hace dos siglos—, cuando la lucha era buscar un paciente cero; hoy ya vamos por 74.485 pacientes oficiales con nombres y apellidos (la cifra real parece estar muy por encima). El cambio en las ciudades desde el pasado lunes es significativo. La policía ha empezado a multar a todo ciudadano que camina por la calle sin un motivo que no sea laboral o ir a comprar en una tienda cercana. “No se pueden alejar más de 500 metros de su domicilio”, decía un agente el lunes a una persona que iba a ser multada en la plaza de San Pedro.

"Yo no hablo ni contagio a nadie"

El Vaticano sigue ahí, vacío, rodeado de policías y decenas de 'sin techo' que se acumulan cerca de los baños públicos. Ellos sí se mantienen juntos, sin máscaras, esperando la llegada de varias asociaciones cristianas que cada día van allí a llevarles comida. “Señora, no puede estar ahí. Debe marcharse”, le dicen unos agentes a una mujer mayor que está tirada en la calle con una manta encima. “No hago nada, no tengo por qué irme. Yo no hablo con nadie, no contagio a nadie. Mire, lavo mi vaso”, responde ella. Y se queda ahí, sobre una manta y unos cartones.

Italia podría prolongar el confinamiento hasta el 31 de julio

Si hace dos semanas la presencia de 'sin techo' era una sombra en las calles, hoy son casi lo único humano vivo que queda en ellas salvo los eventuales paseadores de perros y los clientes de los supermercados. Ahora se vigila lo que pasa en el sur. El país, por ahora, ha contenido el contagio en el norte, pero el presidente del Instituto Superior de Sanidad (ISS), Silvio Brusaferro, mostraba hace dos días preocupación antes de irse a la cuarentena obligada. “He visto algunas imágenes de plazas llenas y lugares con gente en el sur que me preocupan”, declaró.

Cada anuncio de las autoridades de que se aprieta el cierre conlleva una especie de huida a ninguna parte, porque el virus viaja con las personas y no sabe de brújulas. Lo hace, incluso, sin que el portador lo sepa. Los estudios realizados por el Instituto Superior de Salud cifran en un 33% los asintomáticos o casi asintomáticos. Ahí las autoridades están concentrando ahora la atención. Los sanos pueden portar la enfermedad. Complicado de gestionar un virus en el que en términos de malaria descubrimos que nuestro principal papel es el de mosquitos.

El punto álgido de esta crisis se vivió el lunes por la noche, cuando el alcalde de Messina, Cateno Di Luca, se fue al puerto a pedir que se cerraran las instalaciones que traen los ferris que comunican la península con Sicilia. “Aquí no pasan extranjeros”, dijo, y extranjero es todo lo que queda al otro lado del mar a cinco kilómetros.

La guardia sigue alta. El cierre se estrecha. Italia tiene la esperanza contenida de que empieza a doblegar el coronavirus y eso es una gran noticia para este país y para todos los países que llevan una o dos semanas de retraso. Sí se puede, pero queda mucho por hacer. Recuerden que dicen que esto comenzó con una persona que parece comió un animal a 10.000 kilómetros. Empiezan a abrirse las nubes, y eso hay que contarlo. Que siga pasando depende de cómo nos comportemos nosotros, los mosquitos.

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