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¿Vuelco en Malasia? Las minorías acarician el poder tras décadas de subordinación

Tras seis décadas de gobierno de la Barisan Nasional, por primera vez una coalición opositora puede ganar las elecciones, poniendo fin a las políticas que favorecen a la mayoría malaya

Partidarios de la Alianza de la Esperanza durante un mítin en Kuala Lumpur, el 6 de mayo de 2018. (Reuters)

Los contendientes, en último término, son dos: a un lado, la llamada Barisan Nasional (Coalición Nacional), la agrupación que lleva gobernando Malasia desde la independencia del Imperio Británico hace más de seis décadas. Al otro, la coalición Pakatan Harapan (Alianza de la Esperanza), que, por primera vez, puede derrotar al partido en el poder. Los sondeos dan la mayoría del voto popular al Pakatan Harapan, un 43,7% frente al 40,3% del Barisan Nasional, que a pesar de ello podría permanecer en el poder una legislatura más. De modo que no es de extrañar que la calle y los medios locales malasios definan a los comicios de hoy como "la madre de todas las elecciones", que aguardan con una mezcla de esperanza y miedo.

La coalición Pakatan Harapan engloba cuatro partidos donde todas las etnias están representadas en mayor o menor medida. El Democratic Action Party (DAP) está formado por representantes chinos e indios; el Malaysian United Indigenous Party (PPBM) incluye a los pueblos indígenas; el Democratic Action Party (DAP) defiende una idea renovadora de nación multirracial y el National Trust Party propone un islam progresista.

Aunque el 68,8% de habitantes de Malasia son de etnia malaya y profesan la religión musulmana, estos conviven cada día con malasios de origen chino (23,2%) y malasios de origen indio (7%), además de los 'orang asli', miembros de pueblos indígenas. Tradicionalmente, el Gobierno ha concedido privilegios a los Bumiputera ("hijos de la tierra"), un término que engloba a la mayoría malaya y las comunidades indígenas sobre los demás grupos étnicos, amparados por la Constitución y por la “Nueva Política Económica” promulgada en 1971. Esta les garantiza una entrada más fácil a las universidades públicas, préstamos más favorables para abrir un negocio, obtención de becas, empleos en el sector público y cuotas favorables en el sector privado. La justificación de este sistema radica en la percepción de que durante la época colonial, los británicos favorecieron a los inmigrantes chinos e indios sobre los Bumiputera.

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Laura Villadiego. Bangkok / Kuala Lumpur

En la práctica, esto se traduce en estudiantes que no pueden plantearse estudiar en universidades públicas, títulos universitarios inaccesibles o la imposibilidad de obtener una beca de estudios. “Evidentemente, no todos los no-malayos son ricos y esto se traduce en una pérdida de oportunidades y un desperdicio de talento. Cada vez más jóvenes abandonan el país y no es fácil que vuelvan por la falta de oportunidades que encuentran aquí”, afirma Zaharom Nain, profesor universitario y miembro de la organización Aliran, que se define como “un movimiento de reforma nacional”.

Una profesora universitaria que prefiere no revelar su nombre explica cómo hay ciertas licenciaturas que sólo pueden cursarse en la universidad pública UiTM (Universidad Tecnológica MARA) que no acepta a estudiantes no bumiputeras. “Hay 34 campus de la UiTM en Malasia e irónicamente los estudiantes extranjeros son aceptados pero no así los no-malayos. El porqué de esta discriminación nunca ha sido abordado por el gobierno actual”. “Creo firmemente que las políticas de la coalición de la oposición tendrán un menor sesgo racial por las dinámicas de equilibrio de poder entre los representantes de los diferentes partidos”, continúa.

En los últimos años, la intolerancia en cuestiones de religión y etnia es cada vez más evidente. El pasado mes de febrero, las autoridades requisaron miles de pinceles en tiendas de todo el país ante la acusación por parte de consumidores musulmanes de que contenían pelos de cerdo. “Queremos proteger a nuestros compradores y que los vendedores sean conscientes de la sensibilidad religiosa. Esto es una grave ofensa” declaró Zarif Anwar, representante del Ministerio de Comercio Interior y Asuntos del Consumidor. Los vendedores que incumplan las normas en torno a la clasificación halal de los productos se enfrentan a tres años de cárcel y multas de más de 100.000 ringgits, el equivalente a 21.000 euros.

El primer ministro Najib Razak, en el centro, ora con otros fieles en una mezquita en Pekan un día antes de los comicios, el 8 de mayo de 2018. (Reuters)

"La raza ya no es el factor determinante"

En el Festival de Cine de Malasia de 2016, dos películas locales, “Ola bola” -inspirada en el equipo multirracial de Malasia que se clasificó para los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980- y “Jagat”, -que mostraba las duras condiciones de vida de los malasios indios- fueron descalificadas de las nominaciones por no estar enteramente en Bahasa Malayo, la lengua de la mayoría malaya. En esta ocasión, la Asociación de Productores de Películas de Malasia defendió la decisión, afirmando que era una medida para defender el idioma en las películas locales.

El pasado mes de enero se añadió a la lista de templos hindús demolidos el de Sri Sakthi Sri Sinna Karuppar Alayam, en el estado de Johor, de 80 años de antigüedad. En este caso, el gobierno les ha facilitado un terreno en la misma zona para que edifiquen un nuevo templo, lo cual no es habitual. La razón de estas demoliciones radica en que estos templos fueron construidos junto a las plantaciones donde trabajaba la mayoría de población india, en terrenos propiedad del Gobierno y posteriormente de inversores privados.

A pesar de las desigualdades, “la raza ya no es el primer factor determinante para los votantes”, afirma Nain. “Es cierto que el gobierno basa todo su discurso en ello porque precisamente ahí reside su poder, en favorecer a la población malaya. Es el tema del que hablan continuamente porque tienen miedo de que las demás comunidades amenacen su supervivencia”.

Fue en las anteriores elecciones de 2013 cuando por primera vez el gobierno no consiguió la mayoría del voto popular (48% frente al 51% de la oposición), pero aun así consiguió asegurarse 133 escaños de los 222 que componen el parlamento malasio. Esto se debe a la manipulación de los distritos electorales en su favor para obtener el mayor número de votos posible, separando de forma arbitraria a las minorías, potenciales votantes de la oposición. En el momento de la independencia, en 1957, había 104 distritos en comparación con los actuales 222. También se da una desproporción entre los tamaños de estos, de manera que el voto de una persona puede llegar a valer cuatro veces más que el de otra según la zona, a pesar de la constitución dicta que el número de votantes en cada distrito electoral debe ser “aproximadamente igual”.

Es habitual escuchar a miembros del gobierno declarar comentarios racistas contra diferentes minorías como los malasios indios, chinos o cristianos. En noviembre de 2016, el viceconsejero de Juventud de Umno, Khairul Azwan Harun, afirmó que en caso de que el apoyo popular al “anti-musulmán” Democratic Action Party (partido multirracial miembro de la Alianza de la Esperanza) continuara, “habrá una fuerte presión para que el Gobierno preste menos ayudas a las escuelas vernáculas chinas. El dinero se distribuiría mejor así a fondos para los Bumiputera o a las escuelas religiosas”.

El profesor Zaharom Nain lo tiene claro: “Si ganara la oposición sería algo muy positivo porque estaríamos ante la posibilidad de ver un cambio real. Pero si no lo consigue, es el fin de todas las elecciones, el control será cada vez mayor y se aprobarán nuevas leyes para dar más poder al ejecutivo. Lo que pase el miércoles determinará si giramos la esquina o si seguimos por el mismo camino”.

Chong es una empresaria de 35 años, malasia china, que confía en las posibilidades de cambio de la oposición: “Las elecciones ya no son un partido y una raza. Queremos ver mejoras y quizás no sea ahora, pero a medida que el apoyo vaya creciendo de unas elecciones a otras, algún día veremos el cambio”.

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