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polonia, 50.000 muertes al año

El nuevo 'Telón de Acero' que divide Europa: la contaminación atmosférica

Desde Eslovaquia a Bulgaria, pasando por Serbia, Macedonia y Grecia, las mediciones de muestran una línea que divide a Europa por la misma falla que antes representaba el Pacto de Varsovia

Protesta en Varsovia para exigir leyes contra la contaminación, el 24 de enero de 2017. (Reuters)

Gerardo, expatriado en Cracovia por motivos de trabajo, se levanta cada mañana a las seis. Ducha, café y una emisora española para escuchar las noticias de su país. Con el teléfono móvil en la mano mira el tiempo. Frío, como era de esperar en Cracovia. Desliza el dedo hacia otra app de aspecto desenfadado que le indica los niveles de contaminación que tendrán hoy en la ciudad. Una rutina como las demás. Van a ser unos niveles muy altos, como era también previsible: el ozono y las particulas PM 2,5 y PM 10 por las nubes.

Para los polacos, y para los extranjeros que llegan en busca de oportunidades a este país del Este, es “una conversación de ascensor” hablar del "smog", explica Javier, otro español afincado en la ciudad. "Smog" es como se refieren coloquialmente a ese aire pesado y olor metálico que invade la ciudad a determinadas horas, sobre todo en los días fríos y faltos de viento, habituales en invierno. También es una conversación casual preguntar “cuál es el color del aire” en su barrio.

En un barrio no lejos del centro histórico, un establecimiento de alquiler de bicicletas rodeado de edificios de estilo soviético luce un flamante anuncio de máscaras para los ciclistas. Diferentes modelos, colores y diseños para no perderse en la monotonía de las decenas de 'compañeros' que se protegen de los altos niveles de micropartículas. El mercado cubriendo una necesidad imperiosa. Gerardo nos muestra una foto con su pareja y el hijo de ambos, de humor inmejorable saliendo a dar una vuelta en bicicleta, los tres con su máscara, la del niño de aspecto desenfadado, mientra dice, entre resignado y divertido, que tampoco se va a privar de una de sus aficiones.

Cracovia, una ciudad encerrada en un valle en la que los barrios industriales en proceso de gentrificación gracias al 'boom' económico aparecen desdibujados por esta niebla sospechosa, no es una excepción en Polonia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), 33 de las 50 ciudades más contaminadas de Europa se encuentran en el país. La zona más afectada es el sur y suroeste, donde se encuentra Cracovia, y también Skala, 20 kilómetros al norte, donde las mediciones han llegado hasta los 979 microgramos de NO2, 20 veces los límites europeos y superando ampliamente los 737 que puede registrar una ciudad famosa por ello como es Pekín.

Ese área coincide 'grosso modo' con Silesia, la región de industria pesada y minería de Polonia, cuna de movimientos sindicales y que tiene ahora el dudoso honor de marcar un telón de acero que divide al Este y al Oeste, aunque esta vez no con militares y minas, sino con una niebla tóxica. Desde Eslovaquia a Bulgaria, pasando por Serbia, Macedonia y Grecia, las mediciones de organizaciones sin ánimo de lucro como Berkeley Earth muestran una línea que divide a Europa por la misma falla que antes representaba el Pacto de Varsovia.

Polonia, cada vez más la China de Europa

La montaña de datos es contundente: cerca de 50.000 polacos mueren al año por causa de la contaminación y los hospitales registran cada vez más casos de problemas respiratorios, sobre todo en niños. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea condenó recientemente a Polonia por superar los límites de PM10 repetidamente entre 2007 y 2015. Varsovia se enfrenta a una multa de 900 millones de euros. La Comisión Europea se ha puesto seria y advertido de que volvería a llevar a Varsovia a los tribunales si no tomaba medidas al respecto. Otros nueve países de la UE están bajo vigilancia.

El Gobierno del populista Ley y Justicia (PiS) está preso, no obstante, en su propia retórica: hay que favorecer la industria y, sobre todo, extraer carbón, el gran orgullo nacional. Especialmente cuando la mayor fuente de contaminación en el país, según explica a El Confidencial Malgonzata Smolak, experta de la ONG de defensa del medioambiente ClientEarth, es, además del transporte, la calefacción. Una calefacción basada en el carbón polaco, de baja calidad, y pendiente de evolución por los altos precios que pone Rusia a su alternativa más popular, el gas.

Solamente Varsovia, debido a que fue reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial, tiene una infraestructura más moderna y menos dependiente del carbón, añade Smolak. “El Gobierno tiene detrás al lobby industrial y está contra la limitación del uso del carbón”, zanja.

Mientras las agencias de salud pública como HEAL mantienen una postura abiertamente de alarma ante los altos niveles de polución, los políticos del PiS no cesan en sus bravatas a lo Trump en defensa del carbón. “No nos dejemos llevar por la demagogia, la contaminación es algunas veces más alta debido a temas climáticos, pero no es ni mucho menos la razón de que alguien viva menos”, afirmó en febrero el ministro de Energía, Krzysztof Tchorzewski. En enero el ministro de Salud nada menos había dicho que las quejas sobre el "smog" eran poco convincentes (sic) en un país en el que “muchos fuman”.

Smolak mantiene sin embargo que la población sí “está bastante concienciada con la contaminación” y que demanda “medidas” para contrarrestarla. ClientEarth, explica, colabora y asesora a comunidades locales, que en ocasiones se animan a ir a los tribunales y se apuntan importantes victorias contra empresas contaminantes del aire y el agua. Su organización, destaca Smolak, tiene un ánimo constructivo y está dispuesta a “colaborar con autoridades locales y con el Gobierno central”.

La mina de carbón de Belchatow, Polonia, la mayor planta de energía a carbón de Europa. (Reuters)

La industria del carbón, que emplea a 900.000 polacos, y el primer ministro Mateusz Morawiecki, la definió en diciembre como “la base” del sector energético del país. Muchos miembros de su gabinete presentan el quemar carbón como algo “patriótico”. En un ejemplo paradigmático de esta trampa que lleva al inmovilismo, Morawiecki, que tomó posesión a finales del año pasado como un supuesto recambio “europeísta” para relajar las tensiones con Bruselas, declaró la “lucha contra el smog” como una de las prioridades de su Gobierno, que ha anunciado medidas como imponer estándares a los calefactores, incluir en el parque de transporte público autobuses eléctricos o regular el precio de la electricidad para aumentar el consumo en calefactor eléctrico. Las ONG piden medidas más contundentes al estilo de la propia Cracovia, que ha aceptado que se prohíba de aquí a 2019 el uso del carbón y la madera en las estufas individuales.

El aire limpio como símbolo de estatus

Tras pasar por Rotterdam, Ámsterdam y Pekín, los siete metros de alto de la Smog Free Tower se erigen ahora como un enorme purificador de aire en el parque Jordana, no lejos del centro. Con ella el artista holandés Dan Roosegaarde denuncia por el mundo la contaminación que invade las ciudades. La particularidad de esta pieza es que, de hecho, funciona: los científicos de la Universidad de Eindoven dicen que, con un uso de electricidad parecido al de un calentador de agua puede eliminar hasta un 70% de partículas PM10 y un 50% de PM 2,5.

Cuando se marche esta escultura itinerante permanecerán sus “hermanos pequeños”, los purificadores de aire que tienen muchos como Gerardo en sus propias casas, que preside su salón como la torre el parque cracoviano.

Vivir sin ella es un privilegio de los que viven peligrosamente o de los ricos que, como explica con sorna Javi, se construyen casas a las afueras de la ciudad, casi en medio de ninguna parte, para escapar de esta niebla que todo lo invade.

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