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"en miraflores lo que hay es cocaína"

¿Es Venezuela realmente un narcoestado?

Disidentes y críticos acusan a altos cargos del chavismo de implicación en el tráfico de drogas. Los expertos debaten si se dan o no las condiciones para aplicar al país esa polémica etiqueta

El ministro de Defensa, Vladimir Padrino, habla durante una operación militar para destruir laboratorios clandestinos en Zulia, en la frontera con Colombia, en 2014. (Reuters)

“No hay arroz, no hay harina. Y en Miraflores lo que hay es cocaína”. Era uno de los cantos que los estudiantes de la Universidad Central de Venezuela entonaban ayer en uno de los centros de votación del plebiscito popular organizado por la oposición. La letra alude de modo indirecto a los sobrinos de Cilia Flores, Efraín Campos Flores y Franqui Flores de Freitas, acusados de narcotráfico en Estados Unidos. “Narcosobrinos” se les llamó en la jerga popular. Y hace unas semanas, la fiscal general Luisa Ortega Díaz mencionó el caso con ese apelativo. Muchos, dentro y fuera de las fronteras del país, dicen que Venezuela es un narcoestado. ¿Lo es?

Recientemente, el Gobierno de Estados Unidos incluyó al vicepresidente venezolano, Tareck El Aissami, en su lista de personas relacionadas con el narcotráfico. Es el personaje con más rango político en el país al que se le investiga por estos asuntos. Según el comunicado de la Oficina para el Control de Bienes Extranjeros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (OFAC, por sus siglas en inglés), “juega un papel importante en el narcotráfico internacional”, le acusan de haber facilitado el envío de grandes cargamentos de droga por diversas vías y de haber dado protección a otros traficantes. Pero no tiene aún acusación formal, como en el caso de los Flores. Estos afrontan cargos de conspiración para importar cocaína, fabricarla y distribuirla con la intención de llevarla a Estados Unidos.

La lista de acusados no queda ahí. La engrosan distintas personalidades del Gobierno, militares, compañeros de Hugo Chávez. Entre ellos, el ministro de Interior, Néstor Reverol, Hugo Armando Carvajal, militar retirado, exjefe de Dirección de Inteligencia Militar, Ramón Rodríguez Chacín, exministro del Interior con Hugo Chávez, o Henry Rangel Silva, exministro de Defensa y gobernador del estado de Trujillo.

El vicepresidente Tareck El Aissami, junto a Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores, el 1 de junio de 2017. (Reuters)

Aun así, para Alejandro Rebolledo, abogado penalista especialista en crimen organizado, Venezuela no es un narcoestado. “Para que se dé esa figura, deben existir cuatro escalafones, que son el escaso poder de las autoridades, que lo tenemos, un territorio débil, que también lo tenemos, unos funcionarios permeables a la corrupción y una deficiencia legal. Esto no lo tenemos, porque en el país hay mucha legislación, solo que no hay contundencia y firmeza para ejercerla”.

Sostiene que el principal problema del país es la “ceguera voluntaria del problema para tomar medidas contundentes contra el delito organizado”, pero aun así insiste en su negativa. Lo compara con Colombia: “Se veía como un narcoestado, había atentados diarios, semanales, se volaron aviones. El poder de los traficantes de la droga estaba en los poderes del Estado. Aquí hay individualidades”.

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Luis Cedeño, del Observatorio Venezolano de Delito Organizado, opina que Venezuela “de alguna manera no es un narcoestado pero es parte de la cleptocracia, la corrupción a gran escala y el latrocinio. Es un Estado mafioso donde todo se maneja como la Cosa Nostra”. Matiza que el tráfico de droga es un tercio de todo el dinero de lo que se mueve en el delito organizado y pone de ejemplo el contrabando de gasolina, que mueve cifras astronómicas al año, “y es más lucrativo que el de la droga, porque aquí la gasolina es regalada y es menos riesgoso, hasta el presidente Maduro lo dice”.

La tripulación de un helicóptero vigila durante una operación militar antidroga en Zulia, en diciembre de 2014. (Reuters)En ese “Estado de latrocinio” que señala Cedeño, se genera la delincuencia. “Hay oportunidad. Cómo no me voy a corromper cuando el Estado genera todas las condiciones para desviarse. Aquí todos somos tío Conejo [personaje de cuento venezolano similar a nuestro Lazarillo], el que no va a ser pendejo y perder la oportunidad. Y encima hay un Gobierno que pone todos los incentivos”.

En el Informe de Estrategia Internacional para el Control de Narcóticos del Departamento de Estado de Estados Unidos, si bien el principal país productor de cocaína del mundo es Colombia, con 442 toneladas al año, una cuarta parte (110 toneladas) pasa por territorio venezolano cada año. Rebolledo señala que el país siempre ha sido una ruta para el tráfico de drogas, “pero en estos años ha sido más grave. Se han agarrado a varios capos, pero ¿dónde están las relaciones y conexiones que dejaron al paso a estos sujetos? ¿Había una estructura? ¿Funcionarios involucrados? ¿De qué organismos? ¿Siguen trabajando? Hay que investigarlo en profundidad y no hay interés en hacerlo”.

¿Por qué? Cedeño opina que esto “pasa en las grandes esferas del poder. Todos tienen rabo de paja”, es decir, que tienen algo que ocultar. Añade Rebolledo: “La corrupción no tiene color político, tiene aliados de turno”.

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