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camboya, en guerra contra los falsos centros

¿Orfanatos o máquinas de hacer dinero? "Llaman agencias de viaje para traer turistas"

Los orfanatos se han convertido en una atracción turística en Camboya. Un tercio de los niños en centros tienen padres o familiares que pueden ocuparse de ellos

Niños camboyanos esperan que llegue ayuda humanitaria a la School for Vulnerable Child Garbage Workers, en las afueras de Phnom Penh. (Reuters)

Lidia Linde tiene fama de ‘hueso’. En Siem Reap, una turística ciudad en el norte de Camboya que sirve de trampolín a unos dos millones de viajeros que cada año visitan los milenarios templos de Angkor, pocos piden tantos requisitos para ver el centro de acogida para menores que dirige. Para siquiera franquear la puerta de su organización ‘Juntos por Camboya’, hay que pedir cita previa. Las fotografías están prohibidas y solo se puede ver el centro desde el balcón de su oficina. No se puede interactuar con los niños ni convertirse en voluntario ocasional por un par de días, como sí ocurre en la mayoría de centros.

El centro de Linde es una rareza en un país que incluye la visita a estos establecimientos, generalmente ofertados como orfanatos, entre sus principales atracciones turísticas. “Hay una red montada que empieza con el conductor que te ofrece visitar el orfanato”, explica Linde. “A mí me han llegado a contactar agencias de viaje para incluir el centro en sus circuitos”, dice.

La mayoría de estos centros, sin embargo, dista mucho de ser reales orfanatos y tres de cada cuatro de los menores que viven en ellos no son huérfanos o tienen familiares que pueden ocuparse de ellos, según datos de UNICEF. Suelen proceder de comunidades rurales pobres, donde las posibilidades de escolarización son escasas o las que hay disponibles son de poca calidad, por lo que las familias envían a los menores a estos centros con la esperanza de darles una mejor educación. Sin embargo, a menudo el resultado es el opuesto. “Numerosos estudios y evidencias científicas cada vez mayores demuestran que vivir en instituciones de atención residencial puede dañar el desarrollo social, físico e intelectual del niño [...] y que tiene impactos a largo plazo en su vida adulta”, asegura Bunly Meas, responsable de comunicación en UNICEF en Camboya.

“He perdido donantes por no dejarles hacer fotos. ¿Dejarías a alguien en España hacer fotos a niños en un orfanato?"

El Gobierno camboyano se ha propuesto ahora reforzar el control sobre estos centros, muchos de los cuales ni siquiera estaban registrados oficialmente, y devolver a un 30% de los niños a sus familias o comunidades de procedencia. “La atención residencial debería ser la última opción y una solución temporal.[...] El papel principal de protección y cuidado de los niños recae en la familia”, aseguró el Ministro de Asuntos Sociales de Camboya, Voung Sauth, durante la presentación de un estudio sobre estos centros, según un comunicado oficial.

Los centros de atención residencial, como se les conoce oficialmente, empezaron a proliferar en 2005, cuando el país estaba en pleno boom turístico. En 2004,Camboya, que empezaba a recuperarse de los largos años de guerra y conflicto que habían afectado a ciertas partes del país hasta 1998, había superado por primera vez el millón de visitantes. En 2016 se alcanzaron los 5 millones.

Durante esos años, el número de niños que viven en esos centros se ha cuadriplicado, de unos 6.000 a más de 26.000, según los datos que durante estos años han recogido el Ministerio de Asuntos Sociales de Camboya y UNICEF. “Los orfanatos han proliferado tanto porque son una máquina de hacer dinero”, asegura Linde.

Su conexión al turismo de masas queda patente cuando se ve en un mapa la distribución de los centros, la mayoría concentrados en zonas turísticas, como la misma Siem Reap, pero también la capital Phnom Penh y la ciudad costera de Sihanoukville u otros destinos alternativos como Battambang o Kampot. “El apoyo financiero de donantes extranjeros es una de las razones que han contribuido al gran número de instituciones de atención residencial en Camboya”, explica Bunly Meas. “Incluso con sus mejores intenciones, este tipo de apoyo en realidad daña a los niños porque los aleja de sus familias”.

Huérfanos cenan en el centro War Norea, en Battambang, Camboya. (Reuters)

Explotación sexual e infantil

Lidia Linde no terminó dirigiendo ‘Juntos por Camboya’ ni por casualidad ni por iniciativa propia. Durante años, el trabajo de azafata de Linde le permitió pasar temporadas en el país asiático, durante las que, como muchos otros turistas, fue voluntaria de uno de los orfanatos de la ciudad, el Cambodia Orphan Fund. El centro estaba dirigido por el británico Nicholas Griffin, quien encubría bajo su supuesta voluntad de ayudar a los niños sus verdaderas razones para querer estar tan cerca de los menores. En 2010, Griffin fue acusado de abusar sexualmente de varios de los niños y condenado a dos años de prisión.

El Cambodia Orphan Fund era el ejemplo perfecto de los peligros derivados de la falta de control de estos centros y de los que, como muchos otros voluntarios en cientos de orfanatos, Linde no fue consciente hasta que el director fue arrestado. “Un niño que vive en una institución de atención residencial puede estar expuesto a toda clase de riesgos y posibles daños [para el menor]”, asegura Bunly Meas. “Hemos visto instituciones que se han convertido en atracciones turísticas y en muchos casos no se comprueba de forma rigurosa los antecedentes de las personas a las que se da acceso a la institución. Esto pone a los niños en riesgo de explotación y de abuso sexual”, continúa.

En muchos otros centros, los niños son utilizados como arma directa de captación de fondos y adiestrados para realizar espectáculos diarios, generalmente de danza clásica camboyana, o para pedir directamente dinero a los visitantes. “Entrenan al niño para que te haga la llaga y como ya vas con cierta culpa, te dices, voy a ser buena”, dice Linde.

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Tras el cierre del Cambodia Orphan Fund, las autoridades camboyanas pidieron a Linde que abriera una nueva organización y que se hiciera cargo de los niños desamparados. Como en tantos otros centros, muchos no eran huérfanos y Linde reintegró a todos aquellos que no vivían en entornos de riesgo, en un procedimiento similar al que está siguiendo ahora el Gobierno con varios miles de niños. “El niño tiene que tener un seguimiento que compruebe que no está en peligro en su comunidad de origen y que se adapta bien”, dice Linde. “Pero en Camboya no hay un sistema de trabajadores sociales”. Bunly Meas de UNICEF coincide: “La reintegración es un proceso a largo plazo, y se debe considerar a cada niño individualmente y la situación específica de cada familia [...] Sin embargo, en Camboya aún hay una gran falta de trabajadores sociales”, explica.

Dentro de su lucha contra los falsos orfanatos, el Gobierno ha comenzado ya a inspeccionar los centros que no están registrados o que no tienen acuerdos con el Ministerio y a cerrar aquellos en los que hay sospechas de abusos. La lucha para que los turistas y los donantes se informen del tipo de institución a la que están financiando, en un país en el que apenas hay recursos destinados a centros públicos y en el que los centros privados siguen siendo clave para los niños en dificultades, promete ser incluso más laboriosa. “Yo he perdido donantes por no dejarles hacer fotos”, dice Linde. “¿Tú dejarías a alguien en España hacer fotos a niños en un orfanato? ¿Entonces por qué en Camboya sí?”.

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