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Le Pen, la mejor 'hacker' contra Macron

¿Puede Rusia influir en las elecciones de Francia?

Putin calculó que sería el dinero, unido al ascenso del populismo en Europa, lo que auparía a ‘su’ candidata al Elíseo. Una Francia dirigida por la ultraderechista resquebrajaría la UE

El presidente ruso Vladimir Putin con Marine Le Pen durante una reunión en Moscú, el 24 de marzo de 2017. (Reuters)

Marine Le Pen parece incapaz de reducir la ventaja en las encuestas de su rival, Emmanuel Macron, y se insinúa que ha tocado techo electoral: hay algunos fillonistas que se suman, algunos melenchonistas… pero nada realmente impactante. La candidata del Frente Nacional necesita un golpe de efecto. Que a Macron le aparezca una cuenta en las Bahamas sería ideal… o que alguien se la invente de la manera suficientemente creíble.

Le vendría muy bien ‘hackers’ externos que denuncia En Marche han atacado sus sistemas encontraran algo, porque hasta ahora la mejor 'hacker' contra Macron había resultado ser ella misma, pero ha perdido su toque. La ultraderechista infligió golpes muy poderosos tras la primera vuelta que le sirvieron para arañar puntos –ganando votantes o haciendo que los antilepen pensaran en quedarse en casa– sin acercarse a un ordenador. Unas acciones en el cuerpo a cuerpo que se amplificaron en las redes sociales.

Por ejemplo, su visita a la fábrica de Whirlpool en Amiens, una estocada de verdadero maestro. Mientras Macron se reunía con los sindicatos, a puerta cerrada, de esta factoría que va a ser deslocalizada a Polonia, Marine aparecía por sorpresa para apoyar a los trabajadores en huelga, muchos de los cuales la aclamaron. Cuando el exbanquero quiso ir al mismo lugar, poco después, fue abucheado.

Moscú: menos ordenadores y más dinero

Hasta ahora el pirateo informático en las elecciones francesas había sido residual. Pero en la noche del viernes, a poco más de 24 horas de la apertura de las urnas, el equipo de Macron levantaba la voz de alarma. En un comunicado, En Marche!, el movimiento de base del candidato Macron, denunciaba haber sido víctima de "un pirateo masivo y coordinado" que había desembocado en la "difusión en las redes sociales de informaciones internas de diversa naturaleza". Correos electrónicos, documentos contables y contratos obtenidos semanas antes veían la luz, siempre según los macronistas, entre una cantidad indeterminada de otros archivos falsos.

Este ataque seguía a la tentativa de ciberataque denunciada por la misma campaña días antes. Los responsables del protopartido habían confirmado la semana pasada que alguien intentó acceder a sus cuentas y páginas privadas a través de 'phishing' –suplantación de identidad, por ejemplo creando páginas idénticas a las de la campaña para conseguir las contraseñas– aunque, aseguran ellos mismos, ninguna información ha quedado comprometida.

Como entonces, ahora todos los ojos se posan en Moscú. No obstante, el intento de ataque a un movimiento con inexistente representación parlamentaria o institucional –y con pocos cargos que no sean voluntarios– supuso, en principio, un intento de encontrar trapos sucios más para probar suerte que para hacer daño al candidato. Todo el mundo apuntó a Moscú, pero se olvidó rápido porque no hubo consecuencias. Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, saluda a simpatizantes durante una visita de campaña a Grau-du-Roi, Francia. (Reuters)

Pero ¿por qué Rusia atacaría por la vía informática cuando ya estaba influenciando las elecciones a través de mecanismos clásicos? Después de que los bancos e instituciones francesas le cerraran el grifo al Frente Nacional asqueados por su programa, el Kremlin se convirtió en su principal apoyo financiero, o al menos eso sospecha Washington y el FN niega con la boca pequeña.

Muestra de esto fue la visita de Le Pen a Putin en marzo de 2017, cuando la estrella ultraderechista estaba en la cresta de la ola. Putin calculó que sería el dinero, unido al ascenso del populismo en toda Europa, las que auparían a ‘su’ candidata al Elíseo. Una Francia dirigida por la ultraderechista haría desaparecer las sanciones y resquebrajaría sin duda la Unión Europea, dejando las manos de Moscú desatadas y sin contrapoder en el continente.

No faltaron (no faltan) noticias laudatorias de Le Pen en medios como Russia Today y la agencia Sputnik, y el esparcimiento de sospechas sobre su oponente, pero nada comparable a la intensidad contra Hillary Clinton. Ni siquiera ha habido grandes campañas de 'fake news' desde Rusia excepto el intento de asegurar que Macron es homosexual y mantiene una relación extraconyugal con el presidente de Radio France.

El pirateo tras el ‘affaire Clinton’

Que Hillary Clinton pagara la novatada del ‘hacking’ puso en alerta a muchos países, entre ellos Francia, sobre todo ante la inminencia de las presidenciales. El Ministerio de Defensa galo estimó que las elecciones al Elíseo podían ser una tentación muy suculenta para los hackers extranjeros y publicó en febrero de 2017 una guía sucinta aunque completa sobre la seguridad informática para los partidos en la que destaca que “la ciberseguridad es un asunto a tratar inevitable para la democracia”. Las recomendaciones dadas, si bien son bastante básicas, sirven para evitar casos de 'phishing' masivo como el que podría haber sufrido En Marche!

A este fenómeno de vacunación que se supone que ha evitado males mayores en la campaña de Macron se une la proliferación en los últimos años de programas y webs especializadas en desmontar noticias falsas, como el espacio de la cadena Arte “Desintox” donde en unos minutos le dan la vuelta a argumentos falsos vertidos sobre colectivos, como los musulmanes, o políticos como el propio Macron; o la página de Le Monde “Les Décodeurs” especializada en lo mismo.

Los franceses, que se precian de ser grandes consumidores de información, han respaldado estas webs. Aún así incluso los chequeos de noticias tienen su límite: los propios ‘décodeurs’ admitieron durante el debate que las mentiras de Le Pen eran tantas que no podían comprobarlas en directo por falta de tiempo.

Las 'fake news' tienen sus límites

La limitación del alcance de las 'fake news' en las elecciones francesas también tiene una razón sociológica. Los tres grupos de los que el socioliberal recogerá fundamentalmente votos en esta segunda vuelta –casi todos los socialistas, gran parte de los conservadores y una buena parte de los izquierdistas de Mélenchon–, que integran el llamado en Francia “frente republicano” contra la extrema derecha, tienen una cosa en común: votarían cualquier cosa excepto a Le Pen.

Votarán con nariz tapada, sabiendo que Macron no les convence o incluso que detestan su perfil de exbanquero amigo del capital… pero mejor eso que Marine Le Pen. La sombra del padre, abiertamente antisemita y negacionista, es muy alargada, y si bien la hija ha conseguido con el trabajo de años difuminar o tapar con cierto éxito este estigma, para los que se acuerdan del año 2002, cuando Jean-Marie Le Pen pasó a la segunda vuelta, ese apellido lleva la palabra ‘fascista’ –o más bien petainista– en el reverso, y casi nada que se pueda decir de Macron les hará cambiar de idea.

Una eventual campaña –de último minuto– contra Macron tendría que lograr convencer a un número ingente de votantes de que es mejor quedarse en casa y dejar gobernar al Frente Nacional, algo que se antoja imposible desde esa perspectiva.

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