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han participado los 11 candidatos

El maratoniano debate presidencial de Francia se salda sin vencedor claro

El encuentro de casi cuatro horas estaba diseñado para que todos los candidatos pudiesen expresarse en igualdad de condiciones. El resultado: pocos momentos de verdadera discusión

Los candidatos presidenciales participan en el debate. (Reuters)

Las investigaciones por corrupción de que son objeto el conservador François Fillon y la ultraderechista Marine Le Pen, pero también el pasado de banquero de negocios del socioliberal Emmanuel Macron, marcaron los momentos de mayor fricción en el debate de los candidatos presidenciales en Francia. Durante casi cuatro horas, los once pretendientes del Elíseo que se disputarán el voto de los electores en la primera vuelta del día 23 se sometieron esta noche ante las cámaras a un ejercicio inédito y muy pautado para respetar la igualdad de todos, que dio pie a pocos momentos de verdadera discusión.

El de mayor temperatura fue, como se preveía, cuando se abordó la moralización de la política por el trasfondo de los procedimientos judiciales abiertos contra Fillon, que ha sido imputado por los empleos supuestamente ficticios que otorgó a su mujer y a dos de sus hijos, y a Le Pen, que hasta ahora se ha negado a presentarse para no ser acusada, amparándose en su impunidad parlamentaria. El trostkista Philippe Poutou (las encuestas le dan una intención de voto inferior al 1 % de los sufragios) fue el que desencadenó las hostilidades al referirse al escándalo que persigue al ex primer ministro conservador: "Cuanto más se profundiza, más huele a corrupción", dijo.

Poutou acusó a Fillon y a Le Pen de "meter la mano en la caja" de los fondos públicos, a lo que esta última replicó con la que ha sido su argumentación en las últimas semanas: "Soy perseguida políticamente por unos asuntos en los que no hay la menor sombra de enriquecimiento personal". Fillon se negó a responder a las preguntas que le hizo una de las periodistas moderadoras del debate sobre su inculpación, y también a reconocer que había cometido errores al contratar a su mujer y a sus hijos como asistentes parlamentarios con dinero público, algo -dijo- que han hecho cientos de parlamentarios franceses.

Ataques al euroescepticismo de Le Pen

También se vio atacado por el candidato soberanista Nicolas Dupont Aignan el socioliberal Emmanuel Macron, al que reprochó un posible conflicto de intereses por haber gestionado como ministro de Economía (2014-2016) casos de empresas con las que había tratado anteriormente cuando fue banquero de negocios. Macron, favorito de las encuestas, salió al paso asegurando que su actuación en el Gobierno del actual presidente, el socialista François Hollande, estuvo dominada por una "total independencia", y lanzó una puya a Fillon y a Le Pen al señalar que cuando se aspira a ser jefe del Estado "hay que empezar por respetar la justicia". Dijo apoyar una de las principales propuestas para favorecer la ética en la política defendida también por Dupont Aignan y por los dos grandes candidatos de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon y Benoît Hamon: impedir que se presente a un cargo electo una persona que haya sido condenada.

Otro de los momentos álgidos de un debate que en términos generales no permitió que ninguno de los grandes candidatos descollara -y en el que tampoco cometieron traspiés mayúsculos- fue el dedicado a la política europea, con una atención particular a la directiva sobre los trabajadores desplazados. Macron y Fillon cargaron por separado contra los planes de Le Pen de sacar a Francia del euro y establecer barreras proteccionistas, y advirtieron de que todo eso tendría graves consecuencias para el país.

El primero alertó de que lo que propone la presidenta del Frente Nacional (FN) causaría un bajón del poder adquisitivo, pero sobre todo "la guerra económica". Más adelante, dramatizó al subrayar que Le Pen apuesta por "el nacionalismo", que "el nacionalismo es la guerra". Y recordó que su región de procedencia, Picardía, "está llena" de cementerios con víctimas de los conflictos bélicos europeos. La líder ultraderechista se reafirmó en su voluntad de imponer un impuesto a las empresas que contraten a extranjeros -incluidos los ciudadanos de otros países europeos residentes en Francia- y en establecer lo que llama un "proteccionismo inteligente", para lo que dio como ejemplo las barreras aduaneras que Suiza o Corea del Sur ponen a la entrada de productos agrícolas.

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