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Primer golpe de Wikileaks en la era Trump: el presidente guarda silencio

“No comentamos la autenticidad o contenido de supuestos documentos de inteligencia”, ha dicho a su vez el portavoz de la CIA, Jonathan Liu

El fundador de Wikileaks, Julian Assange. (REUTERS)

La Casa Blanca esquiva por ahora la que puede ser la primera filtración masiva de la era Trump. La revelación de Wikileaks, 8.761 documentos entre portales y archivos que detallarían el ciberarsenal de la CIA para hackear dispositivos personales, se ha dado contra el caparazón de un Gobierno que ya capea sus propias filtraciones y escándalos.

No comentamos la autenticidad o contenido de supuestos documentos de inteligencia”, ha dicho en un comunicado el portavoz de la CIA, Jonathan Liu. El vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, hizo lo propio: “Todavía no ha sido completamente evaluada”, declaró. Expertos consultados por los mayores diarios de EEUU confirman el aspecto “genuino” de los documentos; The Wall Street Journal lo confirma.

¡Adoro Wikileaks!”, declaró Donald Trump. Fue un mes antes de las elecciones presidenciales y el entonces candidato republicano usaba cualquier piedra disponible para arrojársela a Hillary Clinton. Wikileaks había filtrado miles de emails de la campaña demócrata obtenidos, según las agencias de EEUU, por el Kremlin.

Este mismo lunes, el exasesor y aliado de Trump, Roger Stone, presumió en Twitter de mantener un canal abierto con Julian Assange, el fundador de Wikileaks que sigue refugiado en la embajada ecuatoriana de Londres. Stone dijo que nunca negó tener un canal de comunicación “perfectamente legal” con el australiano, “quien tenía los bienes [los correos electrónicos] de #CorruptaHillary”. Poco después, borró el tuit.

La filtración coge al Gobierno con varios frentes abiertos, uno de ellos la revisión de los propios servicios de inteligencia. El presidente Trump ha criticado públicamente a las agencias, a quienes comparó con la “Alemania nazi” por filtrar información a la prensa y nutrir la trama rusa que se expande cada semana y que ya ha dejado despidos.

Esta será también la primera prueba pública del nuevo director de la CIA, Mike Pompeo, exrepresentante de Kansas, exmilitar y conocido defensor de la recolección de datos privados en la lucha contra el terrorismo. Pompeo reconoció durante su proceso de confirmación que la CIA tiene “muchísimo trabajo que hacer” respecto a la ciberseguridad.

El senador de Arizona, el republicano John McCain, expresó su preocupación. Si Wikileaks “puede piratear la CIA, puede piratear a cualquiera”, declaró. McCain pidió “mayor énfasis” a la Casa Blanca en el tratamiento de la supuesta revelación.

Los documentos podría comprometer la fiabilidad de los espías americanos ante los aliados y agriar aún más las relaciones del Gobierno con la industria tecnológica. Gigantes como Apple se niegan a dar al gobierno una herramienta con la que espiar a los ciudadanos en el nombre de la seguridad nacional. El Pentágono abrió en 2015 una oficina en Silicon Valley para acercarse al sector y limar las asperezas. Las compañías más grandes, Apple, Google y Microsoft, todavía no han comentado la revelación.

Wikileaks da así su primer golpe de la era Trump. El portal que publicó los cables diplomáticos de EEUU sobre el espionaje a líderes extranjeros en 2010 y los archivos del Pentágono sobre Iraq, filtrados por el analista Chelsea Manning, se caracteriza por su sentido del espectáculo y ha dicho que esta es la primera remesa de una serie de siete.

Las 7.818 páginas web y 943 archivos, bautizados como “Año Cero”, datan de 2013 a 2016. Según Wikileaks, la información ha sido obtenida de “una red aislada y de alta seguridad” en el cuartel general de la CIA y suma cientos de millones de líneas de códigos. El portal dice que es “la mayor publicación de documentos confidenciales de la agencia”; una revelación superior, en su opinión, al programa de espionaje de la NSA que filtró a la prensa el contratista Edward Snowden hace cuatro años.

La información habría estado circulando por contratistas y hackers del Gobierno “de manera no autorizada” hasta que uno de ellos facilitó porciones a Wikileaks. La fuente, que no ha sido identificada, habría dicho en un email que su intención es provocar un “debate público sobre la seguridad, creación, uso, proliferación y control democrático de cirberarmas” y examinar si “las capacidades de pirateo informático de la CIA exceden su mandato de poderes y el problema del escrutinio público de la agencia”.

Las presuntas ciberarmas destapadas podrían obtener audio y texto de los teléfonos Android, en las aplicaciones de Whatsapp, Telegram o Signal, antes de que fuesen encriptadas. El sistema operativo de Microsoft también sería vulnerable a través de virus inseminados por CD o USB, y los sistemas informáticos de coches y caminos: una manera de ejecutar “asesinatos casi indetectables”, en palabras de Wikileaks.

La CIA tendría un equipo especialmente dedicado a romper la seguridad de los productos de Apple. Aunque el iPhone sólo representa el 14,5% de los móviles del mundo, dice el portal, es muy popular “entre las élites sociales, políticas, diplomáticas y empresariales”.

La técnica más llamativa afectaría a los televisores smart de Samsung, conectados a internet y dotados de un micrófono que recibe órdenes de voz. La CIA, junto con el MI5 británico, habría transformado el micro en un pequeño espía. Incluso cuando parece apagado, captaría conversaciones que serían remitidas a un servidor de la CIA. Este programa se llamaría “Weeping Angel”, o “ángel lloroso”.

El portal asegura que no revelará las ciberarmas en sí “hasta que emerja un consenso sobre la naturaleza política y técnica del programa de la CIA cómo dichas ‘armas’ deben ser analizadas, desarmadas y publicadas”.

Está por ver cómo encaja la Administración Trump las filtraciones de su Gobierno, que en esta época son masivas y exprés. Nada que ver con los microfilms de la guerra fría, sacados al exterior de las maneras más ingeniosas, o con la paciente fotocopia de documentos top secret. Su antecesor, Barack Obama, fue duro. Procesó a más filtradores que todas las administraciones anteriores juntas.

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