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¿Quién apoyó a los yihadistas?

Así usa el Estado Islámico a los civiles de Mosul: el otro frente de la gran ofensiva

Una procesión de mujeres deambula por la carretera, la vía de salida del "Califato", con los rostros cubiertos de lágrimas. Han logrado sobrevivir a dos años de dominio yihadista

Una procesión de mujeres deambula por la carretera iraquí número 2, la vía de salida del "Califato", con las manos alzadas, los rostros cubiertos de lágrimas y las ropas rasgadas. Todavía tapadas con la parte inferior del 'niqab' (velo que cubre rostro y cuerpo), atraviesan la periferia de Mosul seguidas por sus hijos que juegan con los restos de metralla y con una cisterna metálica. “¡Daesh tiene cautivos a mis dos hijos!”, grita desesperada una de las señoras desde un camión militar. En el arcén de la calzada, tres hombres acarrean un herido cuya pierna y cabeza están vendadas. Son los civiles de Mosul, quienes han logrado sobrevivir a dos años de dominio yihadista y que también han conseguido escapar de la reciente ofensiva.

Esta es la tétrica escena que se vive cada día en el pueblo fantasma de Gogjali, miles de hombres, mujeres y niños recorren este camino para abandonar la ciudad de Mosul. Aquí esperan los autobuses que trasladan a los moslauis a una zona segura. Las calles están cortadas por restos de neumáticos quemados, las viviendas están derruídas y aún se puede ver la chatarra de vehículos explosionados. Hasta ahora, 72.990 iraquíes se han desplazado de sus ciudades para buscar refugio en otra parte del país, según IOM (Organización Internacional para las Migraciones). Casi el 90% huyen de Mosul, aunque también hay desplazados de otras ciudades como al Hamdaniya, Tal Kaif, Makhmur y Tal Afar.

Esta es una de las batallas más difíciles que se recuerdan, dicen los efectivos de las Fuerzas Antiterroristas Iraquíes (CTS), no solo por la complejidad del escenario: miles de viviendas, edificios y túneles subterráneos; sino por la presencia de un millón y medio de civiles que están siendo utilizados como escudos humanos. Son ellos quienes están pagando el precio más alto de la reconquista de Mosul, han sido atacados por los yihadistas, pero también por las fuerzas iraquíes y los bombardeos de la Coalición Internacional. El pasado 17 de octubre se lanzó la operación militar, pero no se estableció ningún plan de evacuación para ellos y solo se les invitó a “quedarse en sus casas e izar banderas blancas”, comunicó el ejército iraquí. De momento ninguna ONG provee a quienes se quedan dentro y dependen exclusivamente de la ayuda de los militares.

“Mi casa será mi tumba”

A pesar de la nueva oleada migratoria, también hay miles de civiles que prefieren quedarse en su casa y resistir hasta el final de la batalla. Amer, padre de seis hijos, asegura que no quiere mudarse a los campos de desplazados, “mis familiares me han dicho que no hay suficientes suministros y que se arrepienten de haberse marchado. (…) En la televisión he visto niños durmiendo en el suelo, no hay alimentos, ni medicinas, no hay nada”, revela a El Confidencial. “Mi casa será mi tumba”, repite, “mis hijos están asustados pero nos hemos acostumbrado. Cuando hay disparos, nos metemos dentro de casa”.

'Daesh controló la educación y solo recibían clases sobre manejo de armas en campos de entrenamiento para niños. Por eso decidí que mis hijos no acudieran más al colegio'

El mes y medio de asalto a la ciudad ha interrumpido la entrada de víveres y el suministro de electricidad. El agua corriente no funciona debido al corte de la corriente. Los que se quedan tienen que alimentarse con sus provisiones,“cuando se terminen tomaremos las de la casa de mis familiares”, dice Amer que solo quiere que Mosul recupere la normalidad. Los seis hijos no han asistido a la escuela en los últimos dos años, “Daesh controló la educación y solo recibían clases sobre manejo de RPGs (lanzagranadas) y armas en campos de entrenamiento para niños. Por eso decidí que no acudieran más al colegio”, lamenta.

El caos de la lucha calle por calle

En Arbajiyah, uno de los barrios orientales de Mosul, las CTS han establecido una posición de inteligencia, uno de los operators interroga a un prisionero de Daesh en una de las habitaciones. De fondo, puede escucharse la explosión de un coche bomba, el estruendo del mortero y los disparos de rifle Kalashnikov. Los vecinos aprovechan una pausa para moverse en silencio y buscar refugio en casas de los familiares. Izando banderas blancas, piden permiso para pasar el puesto de control. Los soldados les piden que se levanten las camisas y efectuar el cacheo. Pero pronto se reanuda el tiroteo y los civiles corren espantados en distintas direcciones a través del pequeño check-point.

El capitán Hamsa de la brigada 2 de las ISOF (Fuerzas de Operaciones Especiales Iraquíes) reconoce que proteger a los civiles es una prioridad pero que temen que Daesh pueda infiltrarse entre ellos para contraatacar dentro de la ciudad. “El tema de los residentes de Mosul es un serio problema, es un tema confuso…”, afirma a El Confidencial, “el otro día un hombre intentó cruzar este checkpoint. Debajo de la camisa llevaba un bulto, pensé que era un chaelco suicida, pero solo eran unos pañales y leche para bebé… podría haberle matado”. “A las mujeres no podemos ni cachearlas”, continúa, “y no sería la primera vez que Daesh las usan para atacarnos”. Sin embargo, a día de hoy, “son ellos quienes ofrecen la información de quienes han pertenecido al grupo terrorista”.

¿Quién apoyó a los yihadistas?

Ante la avalancha de desplazados hacia los campamentos de la región del Kurdistán, las fuerzas se seguridad han establecido unos controles para filtrar a aquellos que formaron parte de Daesh. El primer control tiene lugar en Gogjali, donde los soldados iraquíes comprueban la identidad de todos los hombres de 16 años. “Aquí contrastamos la información que hemos recogido”, afirma uno de los efectivos mientras introduce un nombre facilitado por otro soldado. Si el ejército no encuentra ningún vínculo con la organización, las familias suben a los autobuses que se dirigen a los campos de desplazados. Sin embargo, estos filtros pueden permitir cierto abusos contra la población suní que huye de Mosul, ya que será complicado distinguir entre los inocentes que asumieron el control de Daesh y quienes verdaderamente tenían vínculos con los yihadistas.

'En algunas zonas del campamento hemos visto papeles escritos a mano firmados por Daesh en los que podía leerse: estamos aquí y vamos a llevar a cabo nuestros objetivos'

“Nos preguntan que de dónde venimos, cuál era nuestra relación con Daesh y si algún miembro de nuestra familia luchó con ellos”, explica Mohamed Assad desde la zona de tránsito del campamento Debaga (sur de Erbil). En el recinto cercado, cientos de hombres esperan a ser investigados por los Assayish, las fuerzas de seguridad del PYD el partido en el gobierno del Kurdistán. Según explican, necesitan un sponsor' kurdo que garantice su identidad, “Si conoces a un soldado Peshmerga o un Assayish lo tienes más fácil”, afirma otro joven. Todos ellos son despojados de sus teléfonos móviles y separados de su familia. Aquellos de los feudos del "Califato", como Mosul o Hawiya, centro estratégico del ISIS, son los que pasan períodos más largos en la filtración.

“Para nosotros los chequeos son cruciales”, asegura Ahmed Abdo, el director del campamento Debaga que trabaja para la Fundación Caritativa Barzani. Su compañero Sadiq Muhamad Saleh afirma que dos tercios de las 33.405 personas que han entrado en este y el campamento de Khazir han sido investigados. “Los desplazados necesitan estar a salvo”, insiste Ahmed, “no queremos que (en el Kurdistán) ocurra lo mismo que pasó en Kirkuk”, dice, al referirse a las células durmientes que se infiltraron en la ciudad antes del ataque contra las fuerzas de seguridad el pasado 21 de octubre. “En algunas zonas del campamento hemos visto papeles escritos a mano firmados por Daesh en los que podía leerse: estamos aquí y vamos a llevar a cabo nuestros objetivos”.

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