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LA MAYORÍA DE LAS VÍCTIMAS NO PIDE AYUDA

Violencia contra las mujeres: las mil caras de una epidemia mundial

Una de cada tres mujeres en el mundo ha sido agredida física o sexualmente. Una lacra que no conoce fronteras geográficas, sociales o económicas y que nos afecta a todos

Laila, la madre de Rola Yacoub, abraza el retrato de su hija, apaleada hasta la muerte por su marido delante de sus hijos en Beirut, en 2013 (Reuters)

“Pensé que iba a morir”, recordaba la traumatizada adolescente brasileña, drogada y violada en una favela de Río de Janeiro por al menos 33 hombres, que además grabaron la agresión sexual y la colgaron en internet. Cuando la muchacha de 17 años intentó denunciar el caso a la policía, los agentes -hombres- intentaron culparla de lo sucedido, preguntándole “si había tenido sexo en grupo antes”. La asunción: que su comportamiento sexual, considerado inapropiado, era lo que había provocado el ataque.

Es solo uno de los múltiples casos de violencia contra las mujeres que ha saltado a los titulares este año. Como el de Lucía Pérez, la joven argentina a la que sus agresores, tras drogarla, empalaron con un objeto duro hasta que acabó muriendo. O la de Geeta, una mujer india de 40 años que acabó suicidándose cuando la grabación de su violación empezó a difundirse en las redes sociales. O la de la chica de India que este año volvió a ser violada por el mismo grupo de personas que la habían agredido sexualmente tres años antes. Casos que ponen de manifiesto la problemática de la violencia de género: la indefensión, la humillación de las supervivientes, la desprotección legal y la complicidad de una sociedad que mira para otro lado, cuando no participa abiertamente de la cultura de la agresión.

Los datos de Naciones Unidas son contundentes: un 35% por ciento de las mujeres en el mundo ha sufrido algún tipo de violencia física o sexual a manos de un desconocido. Pero según algunos estudios nacionales recogidos por la ONU, la cifra se dispara hasta un 70% entre aquellas que han sido agredidas por una persona cercana. En el caso del maltrato psicológico, el panorama es aún más confuso: “Aunque existen pocos datos disponibles -y hay una gran variación en cómo la violencia psicológica se evalúa en diferentes países y culturas-, la evidencia existente muestra una alta tasa de prevalencia”, indica la ONU. “El 43% de las mujeres de los 18 estados miembros de la Unión Europea ha experimentado algún tipo de violencia psicológica a manos de un compañero íntimo a lo largo de su vida”, señala la institución.

La violencia contra las mujeres puede adoptar muchas formas, y todas ellas ocurren de forma masiva en el mundo, como muestran las estadísticas. Más de 700 millones de “niñas-novia”, mujeres casadas antes de llegar a la edad adulta. Al menos 200 millones de víctimas de mutilación genital femenina o ablación. 120 millones de mujeres violadas en algún momento de su existencia. En Brasil, 47.000 agresiones sexuales al año, una cada 11 minutos.

Por no hablar de aquellas que no sobrevivieron: en 2012, la ONU estimó que de todos los homicidios de mujeres cometidos en el mundo, la mitad fueron cometidos por sus parientes o personas cercanas, lo que subraya varios de los aspectos del problema, desde los “crímenes de honor” -en los que la víctima es asesinada por sus propios familiares para “lavar” una presunta mancha al honor cometida por ésta- a la violencia doméstica o los crímenes cometidos por ex parejas despechadas. En Guatemala, una media de dos mujeres son asesinadas cada día. En el fondo subyace la misma idea: que la mujer es una propiedad de cuya vida es posible disponer a voluntad.

Un problema sin fronteras

“Una característica de la violencia contra las mujeres y las niñas es que no conoce fronteras sociales o económicas: la violencia de género es una realidad tanto en países desarrollados como en desarrollo, que afecta a mujeres de todos los estratos socioeconómicos”, afirma el Banco Mundial en un estudio sobre esta cuestión. “Mientras el término 'violencia contra las mujeres y las niñas' pone el foco en las mujeres como víctimas, y 'violencia doméstica' enmascara quién comete estos actos, la abrumadora mayoría de esta violencia es perpetrada por hombres, lo que convierte la violencia de género en un asunto de quintaesencia masculina”, añade.

Este organismo menciona algunas de las causas de este fenómeno, entre las que destaca la norma social: “Las normas relacionadas con la autoridad masculina, la aceptación de que se pegue a la esposa, y la obediencia femenina son el factor predominante en los niveles de abuso en diferentes sentidos”, dice la institución. “Las expectativas que la sociedad pone en los hombres juega un papel principal. Aquellos hombres que no lograr cubrir las necesidades finacieras de la familia, por ejemplo, tienden a ser socialmente sancionados y pueden intentar ejercer poder sobre las mujeres y niños como frustración, o para probar su masculinidad”, indica. “Los factores asociados con un mayor riesgo de perpetración de la violencia incluyen la baja educación, el maltrato infantil o la exposición a violencia en la familia, el uso dañido del alcohol, las actitudes de aceptación de la violencia y la desigualdad de género”, comenta, por su parte, la Organización Mundial de la Salud.

Además, menos del 40% de las víctimas buscan ayuda de algún tipo, y de estas, apenas el 10% acuden a la policía. Visto el ejemplo de la joven brasileña del principio, a menudo tienen buenas razones. Aunque las autoridades de muchos países han cobrado conciencia de esta lacra y se están poniendo medios para remediar esta situación, en otros la cosa está lejos de mejorar. En Turquía, por ejemplo, muchas mujeres que acuden a denunciar una agresión doméstica se encuentran con esta respuesta: “Vuelva a casa y haga las paces con su marido”. El número de aquellas que hicieron caso a los agentes y no vivieron para contarlo son innumerables, hasta el punto de que las organizaciones feministas han tenido que establecer redes de refugios para mujeres para lidiar con estos hechos.

“Los costes de la violencia contra las mujeres son altos. Los traumas causados a menudo tienen un impacto a largo plazo en las propias víctimas, pero también pueden llevar a que niños que crecen en hogares violentos perpetúen el ciclo de violencia al convertirse en adultos, sea como víctimas o como perpetradores”, indica el Banco Mundial. “Además de las repercusiones psicológicas, la violencia de género ha demostrado tener serias consecuencias económicas, que provocan una pérdida del 3,7% del PIB debido a la baja productividad, que es más del doble de lo que la mayoría de los gobiernos gastan en educación”. Acabar con la lacra de la violencia contra las mujeres es difícil, pero va en interés de todos.

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