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acumula 3.500 demandas en tres décadas

Los conflictos de interés que marcarán la presidencia de Donald Trump

El magnate tiene medio millar de empresas ramificadas en diversos sectores, sobre muchos de los cuales tendrá que legislar. La situación no tiene precedentes y es potencialmente explosiva

Manifestantes frente a la Torre Trump en Nueva York, el 9 de noviembre de 2016 (Reuters)

Donald Trump no sólo va a ser el primer presidente de la historia sin experiencia política ni militar; también será, de lejos, el más rico. Aunque ya ha habido empresarios en el despacho oval, ninguno manejaba 500 empresas ramificadas en decenas de sectores, en Estados Unidos y en el extranjero. Esta enorme diversidad de propiedades augura un potencial conflicto de interés sin precedentes.

El presidente electo posee inversiones en sectores donde quiere legislar, por ejemplo el bancario. Trump ha anunciado que desmantelará la ley Dodd-Frank de supervisión financiera para que los bancos puedan volver a operar con mayor libertad. En respuesta, las entidades cerraron la semana pasada en máximos bursátiles desde 2008. Dos de ellas, Bank of America y Citigroup, están participados por Trump Organization. Y el empresario debe 300 millones a Deutsche Bank, recién multada por el Gobierno.

Otro frente caliente es la energía. Trump participa en Energy Transfer Partners, la empresa responsable del oleoducto Dakota Access, en Dakota del Norte. Pese a las protestas que se suceden desde hace semanas, y que han sido respondidas con violencia, Trump ha dicho que quitará los baches a la construcción del oleoducto. “El número de problemas es realmente apabullante”, ha declarado Trevor Potter, antiguo jefe de la Comisión Electoral Federal. Potter dice estar impresionado al no haber visto a los medios hablar más de ello, y añade la cuestión de los hoteles: el presidente nombrará al director de la Administración de Servicios Generales, el mismo director con el que su empresa negociará el contrato del hotel Trump en Washington.

La Trump Organization tiene acciones en Coca Cola, AT&T, Verizon, UPS, Home Depot, Facebook, Apple, Nike, Caterpillar, Comcast, IBM, Chevron o Johnson & Johnson, entre muchas otras. Y propiedades en Turquía, India, Canadá o Indonesia. Trump ha trabajado con inversores rusos para completar edificaciones en Nueva York y Toronto y lleva años buscando oportunidades en Rusia. Durante la campaña, el empresario reconoció tener un proyecto inmobiliario en Azerbaiyán junto a Anar Mammadov, hijo de un ministro iraní acusado de blanqueo de dinero.

La tradición dice que el inquilino del despacho oval debe dejar sus propiedades en manos de un “trust ciego”: entregar los activos a un ejecutivo independiente que se compromete, por contrato, a gestionarlos de la mejor manera posible, sin que el presidente pueda acceder a ellos o ver cómo les va. Jimmy Carter, los dos Bush y el presidente saliente, Barack Obama, recurrieron a esta fórmula.

En manos de sus herederos

El caso de Trump es diferente; su cartera es mucho más compleja y lleva medio siglo gestionándola activamente. En lugar de dejarla en manos de un “trust ciego”, serán sus hijos mayores, Donald Jr., Ivanka y Eric, quienes hereden la gestión. El millonario ha prometido que ni siquiera les preguntará qué tal van las cosas. Una promesa cuestionada ya que no ofrece garantías legales y puede solapar los intereses de la empresa, que conservará el nombre de Trump, con los de Estados Unidos.

“Un ‘trust ciego’ real sería uno en el que elige a un tercero, independiente, para gestionar sus inversiones”, ha explicado Larry Noble, exconsejero de la Comisión Federal Electoral. “Lo que es esto, es pasar tus intereses empresariales a tu familia, que es muy cercana a ti, que ha estado involucrada en tu campaña”. El presidente tampoco ha presentado, por ahora, su declaración fiscal, otra regla no escrita de los candidatos.

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La ley tiene poco que decir al respecto. El Tribunal Supremo decidió en 1982, a raíz de una demanda contra Richard Nixon, que los presidentes no pueden ser denunciados por lo civil (sí en la vía penal) por las acciones emprendidas durante su mandato. A diferencia del resto de altos funcionarios, su figura no está sujeta a las reglas de transparencia y la única manera de quitarlo del poder es el 'impeachment'.

El presidente electo también tiene fama de gobernar sus negocios muy de cerca y con puño de hierro: según USA TODAY, Trump ha acumulado en litigaciones unas 3.500 demandas en las últimas tres décadas, 1.900 de ellas impuestas por su empresa: desde corrupción y fraude, hasta impagos, difamación y accidentes laborales. Esta larga batalla legal prueba que el magnate no duda en imponer toda su fuerza hasta en las más pequeñas disputas. Un temperamento “ganador” del que ha presumido en campaña.

Donald Trump llegará a la Casa Blanca el próximo 20 de enero con hasta 75 demandas pendientes. Hace unas horas el magnate pidió a los tribunales que retrasaran el juicio por la Trump University hasta después de su investidura. Varios estudiantes denunciaron a la institución por fraude; habían pagado hasta 60.000 dólares por cursos que, según las demandas, no cumplían lo prometido.

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