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"tras el brexit vendrá trump y después, le pen"

Europa teme el contagio del 'efecto Trump' en la ultraderecha del continente

La victoria electoral de Donald Trump en EEUU da alas a los partidos antiinmigración en aquellos países donde tienen mejores perspectivas electorales, sobre todo Francia y Alemania

Rueda de prensa de Marine Le Pen para hablar de la victoria de Trump (EFE)

El terremoto provocado por la victoria de Donald Trump amenaza con cruzar el Atlántico. Mientras los resultados electorales en EEUU han dejado boquiabiertos a millones de ciudadanos europeos de a pie, los líderes populistas del continente se frotan las manos.

Aunque las felicitaciones de la mayoría de los líderes políticos de Europa obedecían a estrictas razones protocolarias y diplomáticas, en algunos casos la alegría era sincera: “Felicidades. Qué buenas noticias, la democracia sigue viva”, tuiteó Viktor Orban, primer ministro de Hungría y el primer jefe de estado en reivindicar el término “democracia iliberal” para su Gobierno. “La gente está recuperando su país, como haremos nosotros. Make Netherlands Great Again”, expresó Geert Wilders, líder islamófobo holandés juzgado estos días por presunto discurso de odio. “La elección de Trump es una victoria para los Estados étnicamente limpios y contra la inmigración ilegal”, declararon portavoces de Amanecer Dorado, el partido fascista griego.

Pero donde más expectativas ha despertado el inesperado triunfo de Trump es en aquellos países donde los partidos de corte similar al impuesto por el candidato republicano en la campaña -nacionalistas y antiinmigración- tienen las mejores perspectivas electorales: Alemania y Francia, los dos corazones del continente. Las elecciones generales en la mayor economía europea están previstas para el próximo septiembre, y los factores externos, como estos comicios o los que se celebrarán en marzo en Francia, pueden potenciar la campaña tanto del Frente Nacional francés como de la derecha radical y populista alemana de Alternativa para Alemania (AfD).

En pocos países como en Francia los medios de prensa, los analistas, los considerados especialistas y los representantes de los partidos políticos han coincidido en demonizar e insultar públicamente al candidato republicano. Los medios de comunicación, con aisladas excepciones, se han volcado en su apoyo a Hillary Clinton, haciendo valer antes la opinión que la información. En los múltiples debates que los franceses tienen la suerte de poder seguir en radio y televisión con especialistas - y no con tertulianos- pocos se atrevían no ya a apoyar a Trump, sino a sugerir que el republicano atípico podía alzarse con la victoria.

Las élites parisinas han votado a Clinton. No es una sorpesa. Pero la elección francesa no se explica solo por una cuestión ideológica. Si Trump representa para esas élites el demonio exterior, su victoria podía significar un empujón de moral para el Lucifer interior, personificado en Marine Le Pen. El diario conservador 'Le Figaro', en su edición digital, titulaba “Victoria de Trump, ¿Le Pen en el Elíseo?”. 'Le Monde', de centro-izquierda, anunciaba las reacciones en Francia bajo el titular: “Trump elegido, los políticos franceses temen una victoria de Le Pen

"Un corte de mangas a una elite arrogante"

A las 7.20 de la mañana la jefa del Frente Nacional era la primera política en reaccionar al éxito de Donald Trump. Fusilando, como siempre, el teletipo de la agencia estatal, France Prese, la mayoría de los medios criticaban que Le Pen hubiera reaccionado antes de que los resultados finales se hicieran oficiales. Una pataleta más, pues Clinton ya había aceptado su fracaso. Marine Le Pen presentaba ayer la única sonrisa pública francesa tras la victoria de Trump. En los últimos días, los más agoreros habían advertido: tras el Brexit vendrá Trump y, después, Le Pen.

La secretaria general del Frente Nacional utilizaba Twitter para celebrar “la victoria del pueblo americano, libre”. El vicepresidente del partido y compañero sentimental de la líder era más contundente: “Ha sido un corte de mangas a una elite arrogante”. El número dos del FN e ideólogo de la desdemonización del partido, Florian Phillipot, añadía el toque social: “Es un año difícil para la oligarquía. Las élites autoproclamadas que dirigen Francia deberían despertar”.

De cara a los simpatizantes de AfD, estos éxitos de Trump también pueden darle un halo de esperanza ante las urnas. Pero este partido tan sólo puede aspirar a entrar de forma rotunda en el Bundestag. El Gobierno alemán está fuera de su alcance, según todos los expertos. Porque nada apunta a que pueda estar cerca de convertirse en la fuerza mayoritaria y porque ningún otro partido está dispuesto a tenderle la mano.

Los últimos sondeos de opinión indican que AfD, que defiende tesis xenófobas, islamófobas y nacionalistas, obtendría en unas elecciones a nivel federal entre un 11 y un 13 por ciento de los votos. Para un partido formado hace apenas tres años ese grado de consolidación es sorprendente según los estándares alemanes. Pero todos los expertos coinciden en señalar que su posición en el Bundestag tan sólo serviría para dar voz a sus demandas, para cimentar su precaria situación financiera y para dificultar la gobernabilidad del país. Nadie en todo el espectro político alemán, empezando por las dos principales fuerzas conservadoras, está dispuesto a tender puentes con AfD.

Sin embargo, es imprevisible lo que puede suceder con una formación tan joven a casi un año de las próximas elecciones. En el interior de este partido prosiguen las peleas intestinas por el poder. Pero su marcha electoral sólo se puede calificar de éxito hasta la fecha. Han entrado ya en diez de los 16 parlamentos regionales de Alemania. En algunos, bien es cierto, sobrepasando a duras penas el mínimo legal del 5 por ciento. En otros de forma arrolladora. En Sajonia-Anhalt lograron quedaron como segunda fuerza, por detrás tan sólo de la Unión Cristianodemócrata (CDU), con el 24,3 por ciento de los votos. En Mecklemburgo-Antepomerania volvieron a ser segundos, por detrás del Partido Socialdemócrata (SPD), con un 20,8 por ciento de las papeletas, relegando a la CDU de Merkel a una vergonzosa e inédita tercera plaza.

Trump a través de prismas políticos galos

Consciente de la posibilidad de obtener réditos, AfD no ha tardado en tratar de apropiarse la victoria de Trump. La organización en el estado de Berlín declaró hoy: "¡Nosotros somos presidente!" en un claro intento de equipararse con el candidato republicano. La líder del partido, Frauke Petry, ha declarado que esta noche electoral "ha cambiado Estados Unidos, Europa y el mundo".

Pero la capitalización europea de lo sucedido en EEUU no se limita a la ultraderecha. El mundo político francés, que vive desde hace años la pesadilla de la posible llegada de Le Pen al poder, arrima hoy el ascua a su sardina partidista en su interpretación del seísmo Trump. Entre los sietes candidatos a las primarias de la derecha se han ofrecido otras tantas explicaciones. Para Alain Juppé, el más centrista de los candidatos de Los Republicanos y, por el momento, favorito en los sondeos, el mensaje tenía como protagonista también al FN: “Quiero subrayar a los franceses todos los riesgos que la demagogia y el extremismo hacen correr a la democracia”.

Los partidarios de Nicolas Sarkozy, su principal rival, subrayaban el fracaso de los sondeos, esperando que la ventaja de Juppé sobre su líder sea solo un espejismo. Más tarde, el aparato de comunicación del expresidente se aplicó en el mensaje: “Los resultados en EEUU demuestran un rechazo al pensamiento único que impide el debate sobre los peligros que amenazan a nuestra nación”. Según Sarko, esos peligros son el comercio mundial, “que no es ni leal ni justo”; la exigencia de los pueblos para regular la inmigración y el respeto de las fronteras, y la necesidad de aplicar medidas difíciles para proteger a los ciuddanos del terrorismo islamista.

Juppé, que juega la carta de la derecha moderada, lanza la alarma sobre el contagio trumpista y su reflejo automático hacia el FN. Sarkozy prefiere insistir sobre los asuntos que cree inquietan a los franceses y que, a su juicio, comparten los norteamericanos.

A Sarkozy se la acusa de intentar pescar en aguas de Le Pen. No es la primera vez. Para la progresía mediática es una herejía. Para los pragmáticos, más vale que las eventuales adhesiones al FN recalen en la derecha tradicional y priven a Le Pen de una posible victoria.

Le Pen ya no da miedo

Si el 'aggiornamento' del Frente Nacional ha contribuido a desdemonizarlo en los últimos años, es cierto también que el FN nunca ha crecido tanto como en el período de mandato del socialista François Hollande. El jefe del Estado francés ha querido desligar el éxito de Donald Trump -y su reflejo en su país- con su acción política. En una primera reacción en directo ante la prensa ha preferido hablar del período de incertidumbre que la noticia ha causado en Europa. Hollande ha enumerado sin citarlos textualmente las diferencias que le alejan de Trump: las relaciones con Rusia, el conflicto en Siria y su actitud ante Bashar al-Assad; los tratados de libre comercio y la acción contra el cambio climático.

Hollande todavía no ha decidido oficialmente si se presentará a las primarias de la izquierda, aunque todo hace suponer que lo hará a pesar de su récord de impopularidad. El Presidente no ha querido hacer referencias al FN. Desde su partido no se han privado. Jean-Christophe Cambadelis, Secretario General del PSF, ha sido claro: “Orban, Brexit, Alternativa por Alemania, y ahora Trump. Si la izquierda francesa continúa con las niñerías, ganará Le Pen”.

Una llamada a la unidad que desde la extrema izquierda hace tiempo que se ignora. El líder del Front de Gauche (Frente de Izquierda), Lean-Louis Melenchon, también interpetaba en su beneficio la noticia llegada de Estados Unidos: “Bernie Sanders habría ganado a Trump”. Para Melenchon, Hollande es la Hillary de Francia y él, el Sanders del Hexágono.

Los partidos políticos “del sistema”, como dice Le Pen, utilizan la victoria de Trump como advertencia de lo que puede pasar en su país dentro de siete meses. Pero las amenazas que desde hace décadas se lanzan sobre la llegada del lobo frentista ya no dan miedo. El FN crece en cada cita electoral y solo la unión entre votantes de izquierda y derecha en las segundas vueltas frena el acceso al poder de Marine Le Pen.

Lo mismo cabe decir de Alemania, donde en AfD no son los únicos que han detectado la posibilidad de un efecto contagio. Algunos no han tardado en alertar de las consecuencias. El ministro de Economía y presidente del SPD, Sigmar Gabriel ha advertido en declaraciones a los periódicos del grupo mediático Funke que "Trump es también una advertencia a todos nosotros". A su juicio, Alemania y Europa deben cortarles las alas a los populistas tras la victoria del magnate inmobiliario estadounidense, al que llama "cabeza de lanza de una internacional autoritaria y nacionalista" en la que también participan el presidente ruso, Vladímir Putin, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y la propia Marine Le Pen. "Es la vuelta a los viejos tiempos malos en el que las mujeres deben estar en la cocina o en la cama, los homosexuales en la cárcel y los sindicatos, como mucho, de decoración", alertó Gabriel.

"Valores compartidos" ¿con Trump?

Gregor Gysi, referente de La Izquierda, el principal partido de la oposición alemana, intuyó asimismo en la victoria del republicano una nueva "nueva oleada" política, en una declaraciones a Deutschlandfunk. Es el "resurgimiento de los populistas de derechas, también en Europa, también en Alemania, que no se debe minusvalorar", advirtió.

Angela Merkel, que compareció brevemente ante los medios para felicitar a Trump, no se refirió a las derivadas nacionales del terremoto político estadounidense. Pero sí que supo lanzar un mensaje en el que se puede leer entre líneas sus recelos hacia el republicano y sus diferencias fundamentales con las posturas del populismo de derechas. La canciller ofreció "estrecha colaboración" al futuro presidente de Estados Unidos sobre la "base de los valores compartidos" como "la democracia, la libertad, el respeto al derecho y a la dignidad humana, independiente del origen, el color de la piel, la religión, el género, la orientación sexual y las posiciones políticas".

Norteamericanos y europeos comparten situaciones que les llevan a huir de los partidos politicos tradicionales y buscar nuevas soluciones: la pérdida de la industria local ante el empuje de la globalización, la fractura entre las clases urbanas adaptadas a la nueva economía y el mundo rural, la reacción de temor ante la inmigración masiva. En Francia, la pérdida de la identidad cultural y el abandono del que se sienten víctimas los blancos pobres (les 'petits blancs') ante el cortejo electoral hacia las minorías alimenta la tendencia hacia el voto nacional-populista representado por Marine Le Pen. Los rivales del Frente Nacional tienen poco más de un año para evitar lo que ellos consideran una catástrofe política. La prensa bienpensante debería también reflexionar sobre su actitud.

Hasta entonces, Marine Le Pen va a intentar obtener lo que antes de las elecciones norteamericanas se planteaba como un objetivo publicitario: hacerse una foto con Trump. El nuevo Presidente norteamericano difìcilmente entrará en el juego político del FN. Una cosa es la campaña personal y otra la diplomacia de la primera potencia mundial.

Con foto o sin foto de Trump con Le Pen, el ejemplo de los norteamericanos banaliza el límite que muchos votantes europeos dudan en franquear. Si en Estados Unidos, primera potencia mundial, el candidato antisistema ha ganado, ¿por qué no intentarlo en casa?

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