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EL VOTO AFROAMERICANO, MASIVAMENTE DEMÓCRATA

Malestar hacia Clinton entre los votantes negros: "Dan nuestro voto por descontado"

Los demócratas ven con alarma cómo muchos jóvenes afroamericanos se han politizado y manejan posturas muy a la izquierda de las que propone su candidata. En todo caso, Trump no es una opción

Un afroamericano ofrece "cortes de pelo por la justicia" ante un memorial improvisado por Alton Sterling, muerto a manos de la policía en Luisiana, en julio de 2016 (Reuters)

“¿Queréis darme un buen regalo de despedida? ¡Id a votar!”, chilló el presidente Barack Obama en septiembre. Hablaba encendido frente a la comunidad negra, como un predicador sureño. “Consideraré un insulto personal si esta comunidad baja la guardia y no se activa en estas elecciones”, declaró.

Pero Obama arengaba a un electorado con signos de cansancio. Aunque todo apunta a que los afroamericanos votarán tan abrumadoramente demócrata como siempre (más del 90%), la campaña de Hillary Clinton está preocupada por la baja participación, especialmente entre los jóvenes. Un apoyo que necesita para asegurar los estados clave de Florida y Carolina del Norte.

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“Hay un hueco generacional en términos de entusiasmo”, dice a El Confidencial Andra Gillespie, profesora de política afroamericana en Emory University. La juventud afroamericana se ha politizado en los últimos dos años como consecuencia de las muertes de jóvenes desarmados a manos de policías blancos. El movimiento resultante, Black Lives Matter, ha arrastrado la opinión muy a la izquierda de Clinton.

“Hay frustración con los políticos tradicionales”, dice Gillespie. “Esa idea de que los políticos, especialmente los demócratas, han dado por descontado a los votantes negros. Vienen cuando necesitan tu voto, pero luego no se comprometen con la comunidad. Existe la percepción de que Clinton es una política que no se va a implicar en las comunidades. Muchos miembros de Black Lives Matter hablan abiertamente de que no van a votar para enseñar a los políticos que no pueden darles por descontado”.

Este desapego lo comparte Levon, estudiante de medicina de 28 años que prefiere no revelar su apellido. “No sé si los demócratas luchan tanto por las comunidades como dicen que hacen”, declara. Levon reconoce a los demócratas la oposición al llamado 'stop and frisk': parar y registrar. Una práctica polémica de la policía de Nueva York que el alcalde actual, Bill De Blasio, revocó, y que rechaza Clinton. “Las protestas [por los derechos de los negros] son más visibles gracias a las redes sociales, pero son viejas. En algunas comunidades los afroamericanos no reciben el mismo tratamiento de la policía”.

Las leyes "catastróficas" de Bill Clinton

Los militantes han traído a la memoria leyes de la administración Clinton que son percibidas como catastróficas para la comunidad negra, como la ley de control del crimen violento, que disparó la tasa de encarcelamiento entre negros y latinos. “Desde un punto de vista de las políticas, los jóvenes votantes son particularmente activos en cuestiones de justicia penal”, añade Gillespie. “Eso ha sido un problema para ella [Hillary]”.

Por eso la campaña de Clinton lleva semanas cribando los condados con mayor presencia afroamericana. La candidata se ha reunido con líderes del movimiento Black Lives Matter y con las madres de los jóvenes caídos a manos de la policía. Ha hecho campaña en universidades históricas de la militancia negra y el día de su cumpleaños, la semana pasada, se dejó caer por un conocido programa de hip hop.

El presidente Obama hará campaña casi todos los días hasta el 8 de noviembre, como si él mismo se presentara a la reelección. Y Michelle Obama, y Bill Clinton, metido en un bus para mantener viva la llama del voto que tanto a él como a sus antecesores demócratas les dio la ventaja clave para ganar la Casa Blanca. Los afroamericanos llevan más de medio siglo votando al partido entre un 85% y un 95%.

No siempre fue así. El partido que luchó por la abolición de la esclavitud y por la integración de los negros después de la guerra civil fue el Partido Republicano, “el partido de Lincoln”. Los republicanos agrupaban entonces a las élites empresariales e intelectuales del Norte, frente a un Sur popular, demócrata y segregacionista. A principios del siglo XX, lentamente, cambia la tendencia: la defensa republicana de los derechos de los negros pierde inercia y la corteza empresarial del partido se centra en aligerar la política fiscal. Los demócratas, por el contrario, hacen suyas las reivindicaciones sociales. Y comienza un proceso de pivotaje que sigue en marcha.

“El cambio empieza en el New Deal”, explica Andra Gillespie. “Los negros apoyan a Franklin Roosevelt por su política económica. Pero durante esa época en torno a un tercio de ellos seguía votando republicano, por el legado histórico de Lincoln y porque los demócratas del Sur seguían siendo segregacionistas”.

Jamás por Trump

El año clave es 1964: el demócrata Lyndon Johnson adopta la ley de los derechos civiles y su rival, el republicano Barry Goldwater, la rechaza. “Goldwater votó en contra porque lo consideró una extensión del poder federal. Los segregacionistas tomaron nota y comenzó un cambio de comportamiento de voto: no sólo de los negros. 1964 fue el año en que los demócratas del Sur comienzan a considerar el Partido Republicano como una opción viable. Ese realineamiento del sureño blanco sigue hoy en día”.

Desde entonces, el mapa electoral republicano tiende a ser monocromo (blanco). Y el demócrata, un crisol de blancos, latinos, asiáticos y negros. El idilio afroamericano de los Clinton llegó al punto de que la escritora Toni Morrison, en 1998, llamó a Bill “el primer presidente negro de la historia”. Morrison mencionaba la extracción puramente sureña del presidente, criado en un hogar pobre y monoparental; su afición por la música, el saxofón, y su “amor a la comida basura”.

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El otro factor que garantiza a los demócratas un apoyo negro aplastante es Donald Trump. Hay encuestas que dan al candidato republicano menos del 2% del voto afroamericano; ninguna más del 7%. El magnate se ha dirigido a los votantes de esta comunidad en mítines llenos de blancos y ha manejado estereotipos sensibles, ligando la vida negra al suburbio, la pobreza y el crimen. El concepto de “ley y orden” que reivindica Trump es considerado un código racista por la corrección política progresista.

“Si los republicanos hubiesen nominado a un candidato más convencional, es muy probable que a este le hubiera ido mejor que a John McCain o que a Mitt Romney”, explica Gillespie. “Lo que ha hecho Trump es sabotear los esfuerzos del Partido Republicano de llegar a los votantes de las minorías. Cuando atacó a los mexicanos, el día que anunció su campaña, o cuando atacó a la familia del soldado musulmán caído, los afroamericanos tomaron nota incluso si él no se refería a ellos”.

“Yo era seguidor de Bernie Sanders”, confiesa Levon. “Ahora tengo que decidir si votaré a Hillary Clinton; probablemente lo haré. Votaré contra Donald Trump”.

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