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EL gran ERROR DE BERNAT: SU exceso de CONFIANZA

Radiografía de Artur Segarra: yo conocí al presunto asesino de Bangkok

El sospechoso es un tipo inteligente que cae bien, que sabe conectar en ambientes nocturnos. Cuando otros beben, él es fiel a su refresco. Un sobrio en un ambiente de ebrios que hablan más de la cuenta

Aún esposado, la sonrisa no se borra de su cara. Su eterna sonrisa de tipo confiado en sí mismo. Y cuando ve que una cámara le graba, camina erguido, mide su respeto al milímetro y se mueve al paso de los dos agentes que le acompañan del brazo. Artur Segarra sabe que las formas en Tailandia importan y, como tipo listo que es, mantiene la calma y no olvida que está en el país de la sonrisa.

[Segarra, condenado a pena de muerte]

Detenido como principal sospechoso por el asesinato del consultor español David Bernat, Segarra se agarra a un clavo ardiendo con su única declaración: “Yo no he matado a nadie”. No logró la policía tailandesa sacarle mucho más en su primer interrogatorio. Arturo, como lo conocían en Bangkok, mantiene su pose y se muestra respetuoso ante sus captores.

Era un tipo inteligente que caía bien, que sabía conectar con la gente en ambientes nocturnos. Mientras otros bebían y bebían, él era fiel a su refresco. Un sobrio en un ambiente de ebrios que hablan más de la cuenta

Cuando le presentan a alguien en el centro de detención, Arturo saluda a la manera siamesa y, dicen, chapurrea algunas palabras de tailandés. Es agradable y dialoga un poco en la lengua local, explican los agentes. Come el tradicional arroz picante de Bangkok y hasta comenta a quienes lo retienen que le gusta el boxeo, deporte nacional. Dicen los que le conocían mejor que esa enorme confianza en sí mismo, de donde procede su labia, es su mayor fortaleza y también el germen de su debilidad: la vanidad.

[Lea aquí: Nuevas pistas en el asesinato del español en Bangkok: ¿Y si Artur Segarra no le mató?]

Arturo era más o menos conocido en la noche de Bangkok entre españoles, y muchos nos habíamos topado con él alguna noche. Algunos recuerdan ahora su fanfarronería, su ansia por decir a todo el mundo que era un estafador fugado de España. Incluso mostraba a casi desconocidos la noticia en prensa española de un fraude que, orgulloso, afirmaba haber protagonizado. Lo normal era pensar que sus historias delictivas eran supercherías, ¿cómo alguien puede ser tan vanidoso para decir algo así a desconocidos?

Y sin embargo, para muchos tenía carisma y no pecaba de tonto. Pese a la vanidad que le hacía ser descuidado y hablar más de la cuenta, aun vanagloriándose de dedicar su vida a salir de fiesta a diario. Era fácil encontrarlo, siempre de madrugada, en la discoteca Climax junto a algún español. Porque era un tipo inteligente y que caía bien, que sabía conectar con la gente en ambientes nocturnos. Mientras otros bebían y bebían, él era fiel a su refresco. Un sobrio en un ambiente de ebrios que hablan más de la cuenta.

El 'error' de David: la confianza

Hoy, en Bangkok, todos los españoles que lo conocieron se preguntan cómo fueron capaces de no desconfiar de él. ¿Por qué no saltaron las alarmas? ¿Ninguno se puso en guardia al escuchar de su boca que era un fugitivo? Nadie duda, ahora, que la confianza entre los españoles que vivimos en Bangkok hizo de somnífero. En una ciudad donde los lazos de amistad se hacen fuertes muy pronto, no se suele preguntar por el pasado de casi nadie.

Esa confianza, ahora mismo, ha mutado a paranoia. En pequeños círculos se intenta saber quiénes eran los compinches de la banda que asesinó y torturó a David Bernat, se desconfía de cualquiera y muchos afirman tener miedo. “He compartido mesa con un delincuente”, lamentan otros.

Aquella confianza, estiman fuentes de la investigación, detonó el asesinato de David. Un tipo bonachón para quien todo el mundo tenía buenas palabras, profesional excelente y con el sueño de retirarse a los 40. Su gran pecado fue decir a muchos cuánto ganaba, incluso a quienes nunca debió haber ofrecido su amistad.

La confianza entre los que vivimos en Bangkok le traicionó. David y Arturo se conocían y fueron vistos algunas noches en la capital tailandesa, lo que refuerza la tesis de la policía de que el detenido puede haber sido el autor material del secuestro y posterior crimen. El ‘modus operandi’ del asesinato aún aterra a muchos en la ciudad. David fue secuestrado, torturado y forzado a transferir alrededor de un millón de dólares a varias cuentas corrientes, entre ellas las de Arturo. Dinero que fue bloqueado en su gran mayoría por las entidades que lo recibieron, ante el temor de que procediese de cualquier actividad criminal.

La investigación preliminar estimó que el asesinato pudo no estar planeado, sino que se produjo al ver que la banda criminal no podía acceder al dinero. David murió asfixiado y fue descuartizado. Según dijo la policía la semana pasada, su muerte fue obra de un grupo de varias personas. Ahora, en cambio, dicen que pudo ser Arturo en solitario quien matase y descuartizase a la víctima. Eso aterra a la comunidad española, que cree que son varios los implicados.

Para demasiados, este caso se parece más a la ficción que a cualquier realidad. Y esa es la esperanza que le puede quedar a Arturo, que el caso gire hacia un punto inesperado más propio del cine. Porque, de momento, la policía de Tailandia dice que tiene suficientes pruebas para demostrar que él mató a David Bernat. Poca gente recuerda que sigue siendo sospechoso y que aún falta que se demuestre su culpabilidad.

David era un tipo bonachón, para quien todo el mundo tenía buenas palabras, y un profesional excelente. Su gran error fue decir a muchos cuánto ganaba, incluso a quienes nunca debió haber ofrecido su amistad

Pero lo tiene difícil. Más allá de la fuga a Camboya, de las transferencias a sus cuentas y de su relación con David Bernat, han aparecido nuevos factores que lo ponen en una situación más delicada. La que fue su novia tailandesa y le ayudó en la fuga, Pritsana Saen-Ubol, declaró que Arturo le prohibió abrir una nevera donde pudo estar el cuerpo sin vida de la víctima. También las cámaras de seguridad de la calle captaron al presunto asesino saliendo en moto de la vivienda con bolsas grandes donde podía transportar partes del cuerpo, que fueron lanzadas en días diferentes al río Chao Phraya.

Incluso han aparecido más pruebas que podrían desmontar la teoría de que el asesinato no fue premeditado. Las herramientas que se usaron para descuartizar el cuerpo fueron compradas el 15 de enero y llevadas a la vivienda donde presuntamente murió la víctima el 17, afirma la policía. David desapareció el 19, por lo que los agentes estiman que el crimen pudo ser planeado desde un principio.

Arturo ha reconocido, en una conversación con el chef y escritor Joaquín Campos durante su estancia en la prisión camboyana, que su intención era quedarse con el dinero. Ese era su plan. Otra estafa. Y que a David le mataron “los otros”. Pero para demostrar eso necesitará mucho más que declararse inocente. En su favor, los hay que opinan que le debieron tender una trampa, ya que no es normal que se expusiese tanto públicamente: las transferencias a su nombre, el domicilio donde se mató a la víctima y su relación personal con él. Incluso siendo tan vanidoso como era. Pero eso requeriría de otro giro de guion para demostrar que él no es el monstruo que otros sí creen que es.

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